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“Black Mirror” S04E05: «Metalhead»

La quinta entrega de esta desprolija temporada nos cuenta un relato de supervivencia, entre el suspenso y el morbo.

Durante una mañana del 2006 me encontré un artículo singular en una revista semanal que hablaba sobre la discontinuidad de ciertos juguetes japoneses, entre ellos, el más destacado era el de un perro robot de color negro llamado “Aibo”; que no solo era una mascota sino que también tenía diferentes funciones como la de reproductor de música, grabadora o cámara. Por aquel entonces me pregunté qué clase de chico quisiera tener un objeto tan sombrío, frío y artificial teniendo la posibilidad de tener uno de verdad al lado suyo, al que sí puede dar amor auténtico. Y entre todo este pequeño artefacto se podría esconder un verdadera amenaza.

«Black Mirror» es consciente (o por lo menos lo intenta) de este boom problemático de la delgada línea de los juguetes y las armas. ¿Por qué no usar este simple artificio como un arma letal? Es así como se construye uno de los capítulos más disfuncionales y arriesgados de la serie, incluyendo una fotografía en blanco y negro. En ella veremos a tres misteriosas personas que se adentran a una fábrica a buscar un objeto misterioso, pero lamentablemente se topan con un robot vigilante sanguinario (algo así como un depredador versión Aibo) y deberán huir como le sea posible para salvar sus propias vidas.

No es algo que vaya alejado de todo, la idea de la cacería máquina contra hombre la hemos tenido en su estado superlativo con “Terminator” de James Cameron, la cuestión con esta nueva propuesta de Charlie Brooker pasa por el que es el único corto donde no se explica con detalle lo que está pasando, y por momentos es una arma de doble filo que le juega en contra.

El androide por alguna razón desconocida debe eliminar a toda persona viva que merodee por la zona, y entre persecuciones en auto, corridas en el bosque y pequeños enfrentamientos, la protagonista intentará sobrevivir para volver con su grupo. Todo el desarrollo podría ser soporífero si no fuera por una digna interpretación de Maxine Peake («Run & Jump») con la que nos aportará una honestidad de emociones y pequeños sobresaltos de adrenalina. En cambio, el desarrollo de la historia obliga constantemente a un espectador disoluto a los golpes de impresiones con el desenfreno del morbo y continuidad de sangre sin sentido.

«Metalhead» corre por situaciones que pone al público contra un empuje constante de un pseudosuspense, una mirada obligada a la nada pero que (para bien o para mal) por momentos funcionan. Una prueba más de que esta etapa netflixiana de la serie está poniendo en decadencias ideas que tenían impacto para comenzar a ser pequeñas píldoras autocríticas que ya ni gracia dan.

Tráiler:

 

Roberto Iván Portillo

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