Crítica de «Infinity Pool» de Brandon Cronenberg (2022)
Brandon Cronenberg viene construyendo una carrera bastante interesante, en base a ciertos elementos que hicieron grande al cine de su padre, pero agregándole un sello propio y una exploración quizás más terrenal.
Luego de sorprender en 2020 con «Possessor» que podía remitir a varios relatos de David como «La Mosca» (1986), «eXistenZ» (1999) y «Videodrome» (1983), en esta oportunidad también nos presenta un thriller con ciertos toques de ciencia ficción que aprovecha el contexto para hacer un comentario sobre la desigualdad y los excesos que se dan en los sectores más acaudalados de la sociedad.
El largometraje nos sumerge en un país/isla ficticia conocida como La Tolqa donde los extranjeros van a veranear y alejarse de los problemas de la vida cotidiana. Dicho lugar funciona a modo de «all inclusive» o espacio de veraneo con límites claros, donde sus empleados le sugieren a los asistentes no irse de las inmediaciones del complejo vacacional. James (Alexander Skarsgård) y Em Foster (Cleopatra Coleman) son una pareja joven que decide pasar un breve periodo allí con el objetivo de relajarse y al mismo tiempo ver si James se inspira para lo que sería su próxima novela. Una noche la pareja conoce a Alban (Jalil Lespert) y Gabi (Mia Goth) Bauer, un matrimonio que parece ir a la Tolqa con bastante frecuencia, y los invitan a pasear por los alrededores del lugar al día siguiente. Tras un accidente que sufren las dos parejas, queda expuesto un oscuro secreto alrededor de la isla y las opciones que ofrecen los lugareños ante el turismo internacional.
Cronenberg nos ofrece un relato inquietante y sumamente audaz, que logra hacer algo que siempre se puede destacar del cine de su padre: el hecho de crear todo un universo o espacio con una mitología propia, con una economía de recursos envidiable y en pos de contar o llegar narrativamente a donde se propone. Ya habíamos visto algo parecido en «Possessor» que partía de una realidad no muy lejana a la nuestra, pero donde una organización secreta utiliza implantes cerebrales para controlar el movimiento corporal de otras personas, obligándolas a cometer asesinatos que benefician a sus clientes ricachones. Aquí nuevamente vuelve a tejer la idea de un «servicio especial» o «salida» para los ricos que se ven envueltos en problemas, que también posee un ángulo de ciencia ficción, solo que esta vez trabaja de forma más contrastada y explícita.
Por otro lado, resulta atractivo y contribuye a la tensión que va construyendo el film, el hecho de que trabaje con los «dobles» o «clones», algo que también había trabajado su padre en «Pacto de Amor» (1988), explotando otros aspectos de las dualidades. Asimismo, la imprevisibilidad que va generándose en el relato a través de la subversión de los lugares comunes que sugiere, pero en los que no cae la película, son una muestra de lo hábil que es Brandon como narrador.
Todo esto no sería posible sin el tremendo aporte que hacen Goth y Skarsgård desde lo interpretativo, metiéndose de lleno en la locura que propone este mundo pergeñado desde un costado grotesco e insano demostrando un gran desafío en lo que respecta a las composiciones de James y Gabi.
Brandon honra su apellido con este thriller de ciencia ficción, que funciona como una mordaz fábula social sobre las perversiones de la clase alta y la búsqueda de un hedonismo vacío, a costa de la violencia y el dolor del otro. Mia Goth y Alexander Skarsgard brillan en este oscuro e inquietante film que no permite que le quites el ojo de encima en ningún momento.
Puntaje:
Tráiler:
Martín Goniondzki

