CINE

Crítica de «La Máquina» de Ben Safdie (2025)

Biopics deportivas hay muchas. Que esta se enfoque en una de las figuras de UFC cuando todavía era una disciplina y competencia naciente hacen de esta película algo particular, pero sin dudas el atractivo principal es lo que se puede anticipar de sus nombres. Por un lado es otra gran apuesta de La Roca para darle una lavada de cara a su exitosa aunque algo desgastada carrera como estrella en la gran pantalla, apostando todo por un cine menos comercial justo cuando la percepción popular es que los pares que siguieron sus pasos en Hollywood terminaron superándolo ampliamente como intérpretes. Mientras que por el otro se trata también del primer largometraje en solitario de Benny Safdie, la mitad de la exitosa dupla de hermanos que brillaron en la segunda mitad de la década pasada con películas como «Good Time» y «Uncut Gems». En conjunto, esta es una cinta que se sube al octágono con el peso de demostrar que tiene lo necesario para ser una ganadora.

El protagonista es el luchador Mark Kerr (Dwayne Johnson) que intenta hacerse un nombre en distintas disciplinas hasta competir en lo que hoy en día es la UFC. Compitiendo en Japón junto a su ex-entrenador, contrincante y mejor amigo (Ryan Bader), va a dividir su tiempo debajo de la jaula entre su complicada relación con su novia (Emily Blunt) y su adicción a los analgésicos más fuertes que pueda encontrar. Pero el disparador más importante para la trama va a ser su primera derrota tras años de mantenerse invicto, con el reto por delante de reconstruir su mentalidad, encontrar lo mejor para su relación y dejar su adicción detrás.

La Roca siempre entregó interpretaciones actorales bastante limitadas a su carisma habitual, algo que le bastaba en los proyectos de pochoclo ligero con los que se lo suele asociar. En este caso su protagonista es bastante diferente, logrando una forma de hablar similar a la de la figura real para construir un personaje que complementa montañas de músculo con una personalidad suave y delicada. Su Kerr por momentos habla susurrando, y consigue reflejar que se trata de un personaje que procura expresarse con una elocuencia considerada incluso en las situaciones más adversas. En los papeles esto significa que armaría una buena dupla con una Emily Blunt que evoca ese estilo de novia de ficción sin ningún tipo de profundidad más allá de la errática histeria funcional que requiere el guionista masculino de turno. Pero, al igual que los talentos de Blunt, la química de la dupla no funciona lo suficiente como para aprovechar lo que podría haber sido un estereotipo de relación bien aplicado.

Ese es el mayor problema de esta biopic: todo se mueve con una familiaridad somnífera. Prácticamente no hay sorpresas narrativas, ni formas que se salgan de la norma más estricta con este tipo de género. Llega al punto de que en una breve secuencia en la que Kerr va a rehabilitación, Safdie se limita a mostrarlo caminar a la puerta de la institución para luego salir de la misma sin mostrar ni un segundo lo que vivió en un lugar que sin dudas hubiese proveído de mucho material narrativo a explorar. Pero ese es tan solo un ejemplo. Es evidente que el estilo de dirección y trabajo de cámara del menor de los Safdies le brinda algo de personalidad que lo separa de otros pares del género, pero parece haberse subestimado el esfuerzo que las demás áreas debían hacer para que la experiencia tenga una tridimensionalidad atractiva. El trabajo de producción y diseño se limitó a recrear un realismo estéril, mientras que la música y montaje tienen un rol demasiado corriente para lo que se esperaba de un cineasta que en sus colaboraciones con su hermano sorprendían constantemente con la intensidad sonora y de montaje.

«La Máquina» termina siendo un esfuerzo noble pero insuficiente para crear una experiencia particular, al punto de devenir en obviedades narrativas que poco hacen para justificar que la audiencia la elija por sobre otra de las infinitas opciones de biopics o películas deportivas. Resulta incluso una enorme sorpresa que el jurado del Festival Internacional de Venecia haya decidido otorgarle el León de Plata a Mejor Dirección, aunque es cierto que recuerda a esas ocasiones en las que una producción casi enteramente mediocre terminaba sirviendo como vehículo funcional para rascar galardones a sus estrellas. Lo inusual es sentirlo en este caso no en beneficio de actores sino de su director.

Esperemos que este paso algo en falso de Benny Safdie sea eclipsado en el futuro por mejores esfuerzos, como logro hacer La Roca con su debut en «El Rey Escorpión». Johnson no pega una en sus forzados intentos por volver a la elite de Hollywood, aunque sorprende gratamente en esta película. Pero el ganador del proyecto resulta sin dudas Mark Kerr, ya que lo mejor que tiene el film es que se trata de una celebración de las dificultades que sorteó para asentar las bases de una disciplina que hoy en día mueve millones de dólares y que mayormente lo ha dejado en el olvido. El final logra contagiarle a la audiencia esa sonrisa amable que lo caracteriza tanto en la vida real como ahora en la gran pantalla.

    Puntaje:          Tráiler:   Leandro Porcelli

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