ENTREVISTAS

Entrevista a Sabrina Blanco, directora de «La Botera»

Después de su paso por el Festival de Cine de Mar del Plata, llega a las salas comerciales «La Botera», la película de Sabrina Blanco que se centra en Tati (interpretada por Nicole Rivadero), una adolescente que vive en la Isla Maciel y se enfrenta a las complejidades que toda chica de su edad debe desafiar, como peleas con su padre, dificultades en la escuela, entre otras problemáticas. Sin embargo, en medio de estos conflictos, persigue un deseo: ser botera en las aguas del Riachuelo, aunque para ello deba superar distintos obstáculos que van presentándose.

En Cinéfilo Serial tuvimos la oportunidad de hablar con la directora para que nos cuente acerca de la realización del film, la utilización de protagonistas no actores y el tono sensible que logra a partir de contar una historia fuerte alejada de los estereotipos.

– ¿Cómo surgió la idea de la película?

– La idea comenzó a partir de vivencias propias en mi adolescencia y otro poco observando el crecimiento de las niñas en los barrios populares. Desde mi condición política y feminista, siempre me veo interesada por temáticas sociales que me interpelan. En este caso, me inquietaba la idea de darle algo de luz a una de las tantas etapas invisibilizadas para las mujeres pobres. Quería contar esas dificultades, y esas contradicciones pero desde un lugar honesto, lejos de los estereotipos. Cuando comencé a pensar en esta idea, conocí el barrio Isla Maciel, uno de los tantos barrios relegados de la provincia de Buenos Aires, y me interesó la posibilidad de filmar ahí. Un lugar que está frente al barrio más turístico de la ciudad, a la vera de un río contaminado pero que es famoso por sus estigmas. Todo lo que se conoce del barrio son más bien las noticias instaladas por los medios de comunicación sobre delincuencia, prostitución, y violencia. Un lugar al que por mucho tiempo nadie se animaba a entrar. Pero esa no es la realidad del barrio, ni de este, ni de otros tantos que cargan con los mismos estigmas. Me parecía interesante poder contar una historia ahí que tenga que ver con el lugar y con su gente y sus problemáticas, pero no necesariamente con la violencia. Por otro parte, el barrio es muy pintoresco y el oficio de los boteros, que sigue resistiendo me parecía que terminaba de narrar la metáfora de la película. Y que dentro de todo ese contexto, una niña desee un trabajo históricamente de hombres instalaba el relato dentro de un contexto de empoderamiento pero no desde un lugar intelectualizado, sino desde un lugar genuino, irracional y propio. 

– ¿Cómo fue trabajar con los protagonistas de la película que son no actores? ¿Por qué decidiste que ellos debían realizar el papel? ¿Cuánto tiempo duró el casting?

– El casting se fue armando en el transcurso del desarrollo de la película. Mucho tiempo antes de filmar hice un casting abierto en la Casa de la Cultura de Barracas en donde Alan Gómez, el chico que hace de Maxi en la película trabaja y él me hacía la cámara del casting. De todas las personas que vinieron, que fueron muchas, no me terminó de cerrar ninguna y el último día le propuse si no quería hacer el casting él. Me dijo que sí, y cuando lo vi frente a cámara me pareció que era el indicado. Tiempo después hice un casting en la Isla Maciel, y ahí apareció Nicole. Vino medio a último momento y no hizo nada demasiado interesante, pero su mirada, sus gestos, sus formas me resonaban con el personaje que había imaginado. Tenía una fuerza muy particular. Para ese entonces yo sabía que la protagonista tenía que ser de ahí. Sentía que lo que necesitaba el personaje era algo solo podía encontrar en alguien que había vivido esa experiencia de vida, y que todo lo demás se podía construir con tiempo. Después de ese día la otra mitad del trabajo la hizo Nicole, que muy insistentemente me decía que ella quería hacer la película, aunque no sabía bien de que se trataba. Entonces le propuse que nos conozcamos y nos veamos por un tiempo largo como una forma de probar cuánto sostenía su deseo. Y lo sostuvo casi tres años en donde hicimos un trabajo vincular, luego uno que tenía que ver con despertar su imaginación, hasta que llegamos a los ensayos. Hablamos mucho sobre el personaje y lo fuimos construyendo un poco juntas. En el último año entró al proyecto Ezequiel Radusky con quien trabajamos más fuertemente la parte actoral, pero siempre desde la improvisación. Ellos nunca leyeron el guion de la película. En el mismo casting donde conocí a Nicole, conocí a Roger, el chico que hace de Kevin. Y a Katy Acosta la descubrí en Facebook. Básicamente el casting se fue armando durante el desarrollo de la película y los personajes fueron apareciendo.

Para mí era importante que sean no actores porque me interesa el hecho de no impostar una realidad. Quería que los rostros, los gestos, las formas de hablar sean verdaderas y que sean propuestas por ellos y no manipuladas por mí. Creo que es importante también darle espacio a nuevas personas y que no sean siempre los mismos rostros. Desde una perspectiva ideológica pienso que es importante que se trabaje con actores de cada lugar, y que no termine siendo un terreno tan monopolizado. Es una forma de respetar las diferentes idiosincrasias.

Después los actores profesionales los terminamos definiendo con Ezequiel, con quien hicimos el trabajo de emparejar los niveles de actuación. Un trabajo riguroso y muy paciente que consistió en prepararlos a ellos primero, para que luego al ingresar los actores profesionales, todo se fuera amalgamando a un mismo código.

– ¿Cómo fue la experiencia de rodar en la Isla Maciel?

– La experiencia fue muy buena gracias al trabajo previo y la gente del lugar que es increíble y poco a poco se fue sumando a la película. El barrio nos recibió con mucha hospitalidad, y mucha gente de ahí mismo trabajó y fue parte del equipo. También tuvo su parte difícil, la película se hizo con poco presupuesto, en un invierno muy cruento, filmando en el río y muchas veces las condiciones de rodaje eran adversas y más aun trabajando con no actores y adolescentes. Pero armamos un equipo técnico que le puso el cuerpo y la sensibilidad necesaria no solo artísticamente sino humanamente. Todos fueron una gran contención y esa energía grupal fue clave para que las cosas salieran lo mejor posible.

– ¿Cómo decidiste la manera de contar la película, con un tono más sensible y alejándote de los clásicos estereotipos? 

– Creo que todo cine es político y que las películas tienen que ver con el marco conceptual de cada uno. Pero ese marco se construye mucho antes de hacer una película y no tiene que ver solo con lo artístico, sino con todo lo que uno es, hace y piensa. Hacer una película es tomar un montón de decisiones, y esas decisiones responden a la ideología personal. En ese sentido no creo que hubiera podido hacerla de otra manera. Digamos que alejarse de los estereotipos es una postura muy concreta sobre la realidad. Con respecto al tono creo que sucede un poco lo mismo, para mí era importante profundizar en la temática, que no este encorsetada y que logre identificar desde esa intimidad. Creo que el tema es sensible de por sí, y es necesario poder abordarlo así. No sé si lo logré. Ja.

– ¿Tomaste a algún director o directora como inspiración? ¿A quién/quiénes?

– Sí, creo que uno tiene un montón de inspiraciones. Algunas fueron cinematográficas como los Dardenne, Andrea Arnold, y un montón de cine que uno ve y lo va identificando por diferentes razones, pero también tiene que ver con lo que uno lee, consume y vive. Yo soy de la idea de que, por mas artificio, uno no puede escribir sobre lo que no conoce. Y me parece que ahí la inspiración más profunda termina siendo la observación y la experiencia personal.

 

Camila Mollica

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