Crítica de «Mátate, Amor» de Lynne Ramsay (2025)
Casi una década después de su última película regresa al ruedo una de las cineastas más interesantes de las últimas décadas. Todos los filmes de su acotada filmografía destacan con la misma intensidad sostenida en la cabeza de sus espectadores, aunque su trabajo más conocido sea seguramente «We Need to Talk About Kevin». Si bien para muchos se trate de la cinta que reúne a dos de las superestrellas más interesantes de los 2010s, la experiencia está en todo momento a merced de las brillantes perturbaciones dramáticas de Lynne Ramsay.
Basada en la primera novela de la argentina Ariana Harwicz, adapta exitosamente (a grandes rasgos) su particular estilo de violencia interna siguiendo la vida de una pareja comenzando su vida familiar. Lo que comienza como una lucha compartida junto a su errático novio (Robert Pattinson), rápidamente va a enfocarse cada vez más en el deterioro interno de la joven madre (Jennifer Lawrence).
Reducir la narrativa a una exploración de la depresión post parto solo alcanza parcialmente para reflejar la experiencia de la cinta. Ramsay plantea con su ritmo particular una devastadora involución de personaje, empleando necesariamente momentos de humor negro que sirven para que la audiencia pueda ocasionalmente librarse de una opresión tanto social como interna verdaderamente desoladora.
La década pasada vio a Jennifer Lawrence erguirse como una de las estrellas más taquilleras de Hollywood y una de las ganadoras del Oscar a Mejor Actriz más jóvenes de la historia. Pero desde la pandemia ha sido mucho más selectiva con su trabajo, incluso produciendo sus últimos proyectos. El resultado fueron éxitos mucho más moderados en crítica y taquilla hasta llegar a este film que, sin lugar a dudas, ofrece la mejor interpretación de su carrera. La química entre actriz y cineasta despliega una energía intoxicante en pantalla, ambas manejando de forma muy suelta diferentes niveles de tensión e intensidad narrativa.
La película pasea y arrastra al espectador a través de diferentes momentos que van conformando una experiencia abrumadora. Uno de esos estudios de personaje que combinan universalidad con circunstancias profundamente particulares, cuyo resultado es una protagonista cautivante que mediante una intimidad absolutamente incómoda consigue evocar una empatía salvaje.
«Mátate, amor» es una de las mejores experiencias cinematográficas del año y otra película de Ramsay que disputa ser su mejor trabajo a la fecha. Pero la mayor de las sorpresas es que se trata del primer filme que está a la altura del enorme talento que hace tantos años Lawrence ahoga en mediocres franquicias, proyectos menores de gran éxito y ocasionales Oscar-baits cuyo mayor mérito es ser efectivos. Una peli para ver, charlar, recomendar y tener en el fondo de la cabeza un largo rato; o sea, básicamente una película más de la enorme Lynne Ramsay.
Puntaje:
Tráiler:
Leandro Porcelli

