CINE

Crítica de «Anora» de Sean Baker (2024)

Muchas historias nos hacen soñar o creer cosas que pueden resultar bastante inverosímiles en nuestras vidas cotidianas. Otros exponentes cinematográficos buscan una especie de realismo que, en el fondo, no deja de ser una construcción, ya que toda película (incluso los documentales), son propuestas ficcionales donde el dispositivo y las propiedades del medio condicionan lo que estamos viendo. «Anora», la nueva película del director de «Tangerine» (2015), «Proyecto Florida» (2017) y «Red Rocket» (2021), se sitúa en un terreno ubicado entre ambas vertientes, ya que comienza siendo una cosa y a lo largo de su camino va derivando en una totalmente diferente.

Si tuviéramos que resumir en breves líneas el argumento del film podríamos decir que la historia se centra en Anora (Mikey Madison), una joven bailarina exótica de Brooklyn, que en el medio de su turno en un club nocturno conoce a Ivan (Mark Eydelshteyn), el hijo de un importante oligarca ruso. Lo que comienza a ser parte de su rutina laboral parece desembocar en una especie de relación que los lleva a casarse impulsivamente. Cuando la noticia llega los oídos de los padres de Iván, esta especie de «cuento de hadas» a lo Cenicienta, se ve amenazado con el inminente viaje de la pareja a EEUU para intentar conseguir la anulación del matrimonio de su hijo.

Sean Baker es un director que siempre opta por adentrarnos en pequeños universos que orbitan alrededor de las personas marginadas de la sociedad norteamericana. Si en «Proyecto Florida» se centraba en los efectos de la crisis económica vistos a través de los ojos de una niña de 6 años (cuyos padres residían en un motel en las afueras de Florida), «Red Rocket» hacía lo propio con un actor porno que tenía que volver a su pueblo natal, también por motivos económicos, al mismo tiempo que atraviesa una crisis laboral. «Anora», por su parte, se adentra en el mundo de una trabajadora sexual, aunque alejándose un poco de la sordidez de «Tangerine» para acentuar el golpe de efecto que nos termina de dar la secuencia final. La película atraviesa por una serie de géneros excelsamente amalgamados que van desde un inicio que recuerda a «Mujer Bonita» (1990) en clave de comedia romántica poco emparejada con la filmografía de Baker, desembocando en una comedia casi de enredos cuando entran en juego los matones del aristócrata ruso (impecable trabajo el del personaje de Igor de Yura Borisov) para terminar en un drama cuasi existencial donde el personaje del título termina de quebrarse tras el periplo que atraviesa a lo largo del film.

Nuevamente tendremos varias de las marcas autorales del director que tanto abundan en su obra donde no solamente vuelven los marginados sino los individuos moralmente cuestionables, la desazón tras la ruptura de la ilusión del «sueño americano» y la oposición entre el ideal y el fracaso. A su vez, habrá una convergencia entre el mundo de la alta sociedad y las clases sociales menos favorecidas edificadas en la relación entre Anora e Iván, donde se realiza una mordaz crítica al modelo capitalista imperante en la modernidad. Como siempre la mirada contemplativa de Baker, y su eficaz trabajo a nivel guion, nos llevan a que acompañemos a sus personajes e incluso a generar empatía, pero sin caer en golpes bajos y facilismos muy tentadores para este tipo de relatos con grandes contrastes. La idea de estos individuos imperfectos y contradictorios que se manifiestan con sus miserias y frustraciones, le imprimen cierto halo de veracidad al film que terminan de resquebrajar esa burbuja de ensueño inicial.

Mikey Madison entrega una de las interpretaciones más potentes del 2024 en un rol tan contenido como explosivo, haciendo uso de esa dualidad en la que se ve envuelta la película en sí. La madurez con la que Baker busca adentrarse en ese pequeño mundo en el que habita Anora, lo llevan justamente a analizar los comportamientos de la protagonista en función del entorno hostil en el que se desenvuelve, algo que comienza a mutar a partir de la oportunidad que le surge con Iván, que la invita a «soñar». La solvencia con la que es retratado todo el abanico de emociones del personaje de Madison y cómo van virando drásticamente con el correr del metraje, hacen que la película sea una de las experiencias más emotivas y gratificantes que nos ofreció el cine en los últimos años.

Con un aire también al cine de los hermanos Safdie, pero con la impronta natural de Baker, «Anora» es una película impactante que no solo cuenta con una actuación consagratoria de parte de Madison, sino que además nos lleva en un vertiginoso y acelerado viaje a través de los sueños del personaje del título, a lo profundo de su psicología y lo complejo de sus emociones. Una comedia dramática punzante que funciona gracias a un soberbio trabajo narrativo y una excelente puesta en escena. Uno de esas películas imperdibles de los últimos años.

Puntaje:


 
 
 

Tráiler:

Martín Goniondzki

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