Crítica de «Desterro» de María Clara Escobar (2020)

Esta semana llega al Cine Gaumont «Desterro», una coproducción Brasil-Portugal-Argentina, dirigida por la brasilera María Clara Escobar. Si bien la cinta realizó su estreno internacional el año pasado, presentándose en la Competencia del Festival de Rotterdam, recién ahora se hace presente en nuestro país gracias a la labor del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) que la proyectará en el ya mencionado complejo. También, tendrá dos exposiciones en Cinear.TV y quedará disponible de forma online y gratuita en el sitio Cine.ar a partir del viernes.

La obra cuenta con un largo camino previo a su debut. Se viene gestando desde 2015. Ese año fue parte de la selección oficial del BrLab, un evento anual desarrollado en Brasil, dedicado a futuras películas en fase de desarrollo y financiación, y a la formación de profesionales del sector audiovisual de toda América Latina. En aquella ocasión, «Desterro» fue uno de los doce proyectos seleccionados frente a doscientos treinta y nueve postulantes. Cabe destacar que es la ópera prima de ficción de Escobar. Previamente dirigió el documental «Os dias com ele», premiado en festivales como Tiradentes, Doclisboa y La Habana. Completa su historial dos cortometrajes y la participación en «Histórias que só existem quando lembradas» de Julia Marat, como guionista y asistente de dirección.

La sinopsis del film nos anticipa la historia de una mujer joven desaparece de repente, dejando a su familia totalmente desolada. Un tiempo después, su marido escucha noticias de que han encontrado su cuerpo fallecido en la Argentina. Si bien ese es el hilo narrativo, poco importa en el resultado final. La directora nos plantea una historia con múltiples capas: una es la literal que se apoya en «lo que se ve», y la otra corresponde a «lo que se siente» que encuentra lugar en todas aquellas sensaciones y sentimientos que desbordan aquella calma y estancamiento que se percibe a primera instancia.

Estamos frente a una típica cinta destinada a recolectar galardones en cuanto festival de cine se le cruce. Son claras sus intenciones de construir un relato poco convencional, basado en la utilización de recursos novedosos y sin un claro objetivo. Mientras el cine habitual intenta que cada toma tenga un sentido y cada segundo de pantalla aporte algo de información, en este tipo de piezas se disfruta de la extensión de sus escenas, la extravagancia de sus encuadres (que no respetan las reglas de composición y abundan de extensos vacíos de imagen) y los divagues de sus diálogos que apuntan a generar reflexiones y complejos pensamientos en el espectador. Obviamente, dependerá de los ojos que la reciban decidir si esta desorientación constante y curso existencialista derivan en un aceptable trabajo audiovisual, o no.

Si retomamos los conceptos de calma y estancamiento, mencionados más arriba, debemos hablar del estilo cinematográfico escogido. Se divide en tres fragmentos ordenados de forma anacrónica, predominan los planos estáticos y extensos, y se desiste de transiciones fluidas, tomando preferencia por el corte abrupto, buscando el choque visual producto de la yuxtaposición de imágenes que normalmente se considerarían un error. También se hace mucho uso de voz en off, primeros planos bien cerrados y un particular manejo del rompimiento de la cuarta pared en formato de entrevista, que se sale de todo el pacto ficcional instaurado desde un principio.

Por el uso desmedido de la última técnica citada, por momentos se torna en una obra profundamente discursiva. La densidad de esos diálogos y anécdotas relatadas por muchas mujeres funciona muy bien como una declaración de principios, desde la posición de la mujer hasta la situación política del país, de su realizadora frente al Brasil actual. Pero no resulta tan agradable que, en la segunda mitad del metraje, los monólogos releguen la historia troncal a un segundo plano. Entendemos que, entre tantas ideas planteadas a lo largo de sus minutos, el eje central termina siendo la omnipotente necesidad del ser humano de escapar de la cotidianidad y el sentirse vivo.

Es claro que «Desterro» no tiene en la mira lograr una aceptación masiva, ni sacar un rédito económico. Pero aquellos que puedan disfrutar de sus minutos, se van a quedar con una buena sensación pos visionado. Se trata de una de esas películas que, cuando terminan su exposición, apenas empiezan.

Puntaje:

 

 

Tráiler:

 

Javier Franco

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