Crítica de «The Coma» de Nikita Argunov (2020)
Desde la Federación Rusa, y luego de cuatro años de producción, «The Coma» arriba al resto del mundo sobre las plataformas iTunes y Google Play este 24 de julio. Se trata de la ópera prima de Nikita Argunov, quien es reconocido por participar en «Guardians», el fallido ingreso soviético al universo de los superhéroes. En esta ocasión nos presenta una potente propuesta, con aire a franquicia cinematográfica, que combina conceptos vistos en películas como «Matrix» (1999) de las hermanas Wachonski e «Inception» (2010) de Christopher Nolan.
La cinta relata la historia de un joven arquitecto (Rinal Mukhametov) que ingresa en estado de coma y se transporta a un mundo en donde solo las personas en aquel estado pueden habitar. Lo interesante es que ese universo está construido por los recuerdos de quienes estén allí. De esa forma, se compone una especie de red neuronal de fragmentos de la vida de nuestro entorno, todos unidos por puentes y sin respetar ninguna regla física que conocemos. Aquellos que tienen muerte cerebral, se convierten en entes oscuros que persiguen a los que aún siguen con vida.
La idea de un plano paralelo en donde solo ingresan quienes se encuentran en coma es sumamente original, aunque es imposible no relacionarla con la ya mencionada «Inception» y su hincapié en los sueños. Lleva más allá la apuesta al proponer un universo mucho más irregular, caótico y con latentes amenazas en todo momento. Además, resalta enormemente el apartado artístico de la cinta. Sin duda su mayor fuerte consiste en la creación de ese territorio surrealista de islas flotantes (que evoca directamente al Pandora de «Avatar» de James Cameron) que combinan cientos de escenarios distintos, cada uno con sus propias reglas gravitatorias. Esa hazaña visual tiene una explicación clara, Argunov anteriormente se dedicó exclusivamente al apartado de efectos visuales, desde 2004, en el particular ambiente audiovisual ruso. Lo que lo convierte en un experimentado del tema y desde luego cumple ampliamente con el cometido.
Con respecto a la historia, no podemos declararla tan creativa como su lado visual. Lo cierto es que respeta la estructura narrativa de las típicas sagas cinematográficas hollywoodenses, el periplo del héroe, en donde se espera a un elegido (aquí es donde nos recuerda a «Matrix») que crecerá dentro de una comunidad de variados personajes y buscarán la llave para salvarse de las amenazas existentes. Todo resulta en un apocado desarrollo de personajes, y tanto el progreso como su punto de giro final, resultan predecibles. Tal vez sea eso lo que le falta a la naciente ciencia ficción soviética para despegarse del cine norteamericano, un formato distinto para contar sus historias.
Antes de concluir, podemos destacar un último elemento. En primera instancia vamos a asegurar a quien desee acción, que ésta se presenta desde el comienzo y se mantiene presente durante todo el largometraje. Aunque debemos admitir que no hay demasiado combate convencional, sí se puede apreciar persecuciones y enfrentamientos muy originales debido a los constantes cambios estructurales del territorio onírico en que subsisten.
En definitiva, no estamos frente a una obra maestra de la ciencia ficción. Pero está claro que éste es el camino a seguir, después de tanto fracaso en años anteriores. El film cumple con lo primordial para el género, y entretiene durante todo su metraje. Su diseño visual es fascinante, su apartado sonoro es correcto y aunque la historia no deslumbre con novedades, funciona bien. Es inminente su desarrollo pensado para obtener una secuela y quien sabe, tal vez una trilogía. Aunque eso dependerá exclusivamente de cómo se vea afectada su recaudación, la cual aún no supera el monto invertido.
Puntaje:
Tráiler:
Javier Franco