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Crítica de «El conjuro 4: Últimos ritos» de Michael Chaves (2025)

A esta altura todos conocen el exitoso universo de «El Conjuro» iniciado por James Wan en 2013. Esto hizo que se popularice la historia de los Warren (Ed y Lorraine), personificados en su versión cinematográfica por Vera Farmiga y Patrick Wilson. El matrimonio, tal como relatan las películas, dedicó su vida a la demonología y a la investigación de lo paranormal. Tal fue el éxito de las dos primeras entregas «The Conjuring» (2013) y «The Conjuring 2» (2016), que a partir de entonces arrancó una especie de Universo Expandido con diversos personajes derivados de la saga principal. «Annabelle» tuvo tres largometrajes en solitario, mientras que «La Monja» tuvo dos películas propias y «La Llorona» una. Ninguna de esas producciones (más allá de que varias tuvieron un buen pasar por la taquilla) pudieron alcanzar el grado de sofisticación y novedad en cuanto a puesta en escena de las de James Wan. Tras dejar la silla de director, el rol de Wan lo ocupó Michael Chaves que comenzó dirigiendo «The Curse of la Llorona» (2019) para luego encargarse de «The Conjuring: The Devil Made Me Do It» (2021) y de «La Monja II» (2023).

En esta oportunidad, Chaves retorna con la ¿última? entrega «The Conjuring: Last Rites», ya como la elección favorita de Wan para encargarse del vehículo insignia del universo perteneciente a Warner Bros. Y desde el comienzo queda bien en claro que estamos lejos de esas primeras entregas y el profundo entendimiento de los mecanismos del terror que tenía Wan, no obstante, se nota una mejora sustancial de Chaves respecto a los spin-offs e incluso de la tercera parte de los Warren.

En esta cuarta parte, vemos cómo uno de los primeros casos que atravesó la pareja de Ed y Lorraine en 1964 (en un original y efectivo prólogo) se relaciona directamente con una familia acosada por una inquietante presencia en su casa en 1986. El problema es que Ed padece de problemas cardíacos y tanto él como Lorraine deciden dejar de lado las incursiones demoníacas para mantenerse solamente como expositores en conferencias que realizan a lo largo y ancho de Estados Unidos. Ya no gozan de la popularidad de antaño (¿acaso tenemos una especie de metadiscurso sobre el rumbo que tomó la saga?) y su foco parece puesto en la relación familiar que mantienen con su hija Judy (Mia Tomlinson), quien parece estar muy enamorada de su novio Tony (Ben Hardy), un ex policía con algunos asuntos sin resolver. Por otro lado, Lorraine está preocupada porque Judy parece haber heredado su sensibilidad hacia lo paranormal.

Conviene no adelantar mucho más para que el público pueda sorprenderse con algunas de las sorpresas que nos tiene preparada esta película. Si hay algo que sigue funcionando en este largometraje a diferencia de los spin-offs, es el desarrollo de sus personajes, los cuales siguen manteniendo el encanto y la buena química que lograron Farmiga y Wilson. Incluso la inclusión de Tomlinson y Hardy le aportan cierta frescura a la trama y vienen a darle mayor dimensión a sus protagonistas.

Hay algo que resulta extraño, pero que también dota de cierto encanto y distinción a esta cuarta parte de su predecesora, y es que funciona mucho mejor el drama y los vínculos de los personajes, que el terror propiamente dicho,  el cual puede caer en algunos jumpscares bastante elementales y en algunos momentos predecibles. Lo cierto es que aquella predominancia del drama familiar logra darnos una continua sensación de peligro que viene a compensar lo arquetípico de los elementos de género.

Como dijimos al principio, puede que Chaves no sea tan efectivo como Wan, pero es un director que supo ir entrando en la sintonía del universo de «El Conjuro» con el correr del tiempo y aquí se lo nota mucho más cómodo con la pareja de investigadores paranormales. Quizás su estilo lo lleva a ir a lo seguro y no tomar demasiados riesgos, algo que en definitiva es un poco contrario a la esencia de las primeras entregas, que deciden partir de lo conocido para alejarse de ello mediante la subversión de ciertos tropos (especialmente con la creación de la tensión y en cómo evitar caer en el susto fácil). Aún así, «El conjuro 4: Últimos ritos» comprende un digno y emotivo cierre de una franquicia que comenzó sorprendiendo al espectador por su frescura y por el cariño que le imprimía a sus personajes, y que, en esencia, logró mantener hasta el final. Un capítulo entretenido, emocionante y terrorífico en la historia de los Warren.

Puntaje: 

 
 
 

Tráiler:


 
Martín Goniondzki

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