CINE

Crítica de «Godzilla Minus One» de Takashi Yamazaki (2023)

Godzilla debe ser uno de los monstruos más queridos del séptimo arte. El kaiju goza de una extrema popularidad tanto en Japón, su país de origen, como en todo occidente. Tal es su notoriedad que, desde su primera película, «Godzilla» (1954) dirigida por Ishirō Honda, el gigante japonés protagonizó 38 relatos, siendo 33 de ellos producciones japonesas realizadas por la querida Toho Co., mientras que los 5 restantes comprenden versiones norteamericanas (una de ellas producida por Tristar Pictures y las otras 4 que aún siguen vigentes, por Legendary Pictures).

Estamos hablando de un personaje que surgió como respuesta o alegoría directa al desastre atómico que sufrió Japón en la culminación de la Segunda Guerra Mundial con las dos bombas atómicas que dejaron devastadas las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Como siempre, el arte surge como un refugio para explicar lo inexplicable y Godzilla o Gojira, en su nombre original, es un recuerdo de lo que pueden significar las armas nucleares. Es por ello, que el miedo que representa la amenaza del kaiju, siempre supo estar mejor representado y/o reflejado en las películas japonesas que en las producciones provenientes de Hollywood.

Obviamente, tratándose de una de las sagas cinematográficas más longevas de la historia del cine, hay películas excelentes y otras no tan logradas. Si tenemos que destacar algunas podríamos mencionar la original del ’54, «King Kong vs. Godzilla» (1962) que arrancó con una de esas tendencias a enfrentar a la criatura prehistórica con otros adversarios, siendo el simio gigante uno de los más recurrentes, «Mothra vs. Godzilla» (1964) como otro de los grandes referentes del universo kaiju que enfrentó a Godzilla y más acá en el tiempo «Shin Godzilla»” (2016) que volvió a popularizar al monstruo y a poner el foco en una narrativa atrapante con personajes humanos atractivos. Por otro lado, de las producciones norteamericanas podríamos destacar la de Gareth Edwards de 2014, que fue uno de los pocos que pudo trasladar la escala y la comprensión de lo que simboliza la criatura en oriente.

Ahora, 7 años después de su última incursión en su país natal llega «Godzilla Minus One», dirigida por Takashi Yamazaki que además de haber dirigido varios films también es un reconocido supervisor de efectos visuales lo cual no hace más que adelantar lo cuidada que se encuentra esta trigésimo tercera incursión cinematográfica en relación a los efectos visuales (algo por lo cual el film fue reconocido en la última entrega de los premios Oscars).

El largometraje inicia su relato en 1945, cerca del final de la Segunda Guerra Mundial, con el piloto kamikaze Kōichi Shikishima (Ryunosuke Kamiki) aterrizando su avión en la base japonesa de la isla Odo. Allí varios pilotos deducen que Shikishima fingió problemas técnicos para no culminar con su misión suicida, pero antes de que puedan tomar algún tipo de medida Godzilla ataca el puesto y mata a la mayoría de sus colegas. Shikishima regresa a casa y descubre que sus padres murieron en el bombardeo de Tokio. Acosado por la usual culpa de las personas que sobreviven a las catástrofes, nuestro protagonista comienza a ayudar y convivir con una mujer, Noriko Ōishi (Minami Hamabe), que se encuentra en una situación similar a la suya, aunque teniendo que cuidar a un bebé huérfano, que rescató en medio de la tragedia. Koichi decide buscar trabajo para sustentar a su repentina familia ensamblada como navegante de un barco cuya tarea es la desactivar las minas navales de la guerra que quedaron desperdigadas en aguas abiertas. Obviamente, como era de esperar en el medio volverá la amenaza de Godzilla que mutó y se vio fortalecido por las pruebas nucleares de EEUU.

«Godzilla Minus One» es una de las películas que mejor supo comprender el espíritu del film original de Ishirō Honda, dando por un lado un espectáculo super elevado repleto de espectacularidad, secuencias sorprendentes y entretenimiento asegurado para el público, al mismo tiempo en que desarrolla una crítica tanto al gobierno norteamericano como al japonés por las consecuencias que trajeron las detonaciones nucleares (por el lado de los americanos) como las decisiones políticas, sociales y económicas que desembocaron en una profunda crisis para los ciudadanos japoneses (por el lado de la administración local). Asimismo, se presume por varios momentos lo absurdo de la guerra con esas cuestiones como los pilotos suicidas, la destrucción indiscriminada de ciudades y otras tantas cuestiones que ya se veían en los inicios de la saga cuando la herida estaba bastante abierta.

Pero en la película de Yamazaki también hay lugar para mostrar la humanidad del pueblo japonés en medio de ese caos, con sentimientos de culpa, deshonor, vergüenza, por un lado, pero también con esa resiliencia y perseverancia que los caracteriza como sociedad.

En esta película, que rápidamente podemos poner entre los episodios más logrados del kaiju, queda claro que Japón es realmente el dueño del personaje, sabiendo cómo exprimirlo para lograr esas críticas sociales incisivas al mismo tiempo en que consiguen darte un entretenimiento álgido que construye planes cada vez más elaborados y visualmente sorprendentes para derrotar a la criatura mientras que simultáneamente desarrollan los arcos de los personajes principales prestando atención a sus conflictos y sus dinámicas individuales y grupales.

«Godzilla Minus One» es una oda al personaje, a la cultura japonesa y al cine de kaijus. Un relato épico que, si bien por momentos puede ser predecible, su estructura narrativa es perfectamente sólida y funcional al estilo dramático oriental. Una película que sorprende por sus espectaculares efectos visuales (Hollywood debería prestar atención a lo que consiguieron los japoneses utilizando un cuarto de presupuesto de lo que es un blockbuster hollywoodense) pero también por la humanidad que presenta el relato. Una verdadera lástima que este film no pueda ser visto por nuestras tierras en una pantalla grande, como verdaderamente se merece ser vista.

Puntaje:

 

 

Tráiler:


 

Martín Goniondzki

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