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Crítica de «Hasta el fin del mundo» de Viggo Mortensen (2023)

Tras «Un hombre solo» (2020) Viggo Mortensen vuelve a sentarse en la silla de director para ofrecernos un western bastante áspero que retrata la vida de una mujer en un pequeño pueblo después de que su pareja se va a luchar en la Guerra Civil.

Mortensen decide incursionar en uno de los géneros cinematográficos más clásicos de la narrativa hollywoodense, para separarse de los lugares comunes y ofrecer una mirada más moderna sobre las temáticas retratadas. Al mismo tiempo, opta por contar el relato de forma desordenada o con una estructura discontinua que mezcla el presente narrativo con eventos pasados para ir revelando información a cuentagotas a medida que vamos descubriendo las motivaciones y las psicologías de los personajes.

La historia nos presenta a Holger Olsen (Viggo Mortensen) cerrándole los ojos a su mujer, Vivianne (Vicky Krieps), quien feneció en sus propios aposentos. El tranquilo y, aparentemente, apacible poblado de Elk Flats, parece ser un lugar ideal para que Olsen continúe viviendo y criando al pequeño Vincent (Atlas Green). Sin embargo, nos iremos enterando de los pormenores que llevaron a este inmigrante danés a vincularse con Vivienne también emigrada de procedencia francocanadiense, a convertirse en sheriff del lugar al mismo tiempo en que descubriremos qué pasó en el periodo en el que la mujer se quedó sola en el pueblo tras la Guerra Civil, en un territorio controlado por el poderoso ranchero Alfred Jeffries (Garret Dillahunt) y su despiadado hijo, Weston (Solly McLeod).

El bueno de Viggo había tenido dos experiencias previas con el género, desde la perspectiva de la actuación, con el argentino Lisandro Alonso que lo puso a presidir «Jauja» (2014) y el primer segmento de «Eureka» (2023), donde también se optaba por westerns menos clásicos. Ese germen parece haber desembocado en «The Dead Don’t Hurt» (título original de la película) que lo lleva a construir un largometraje melancólico, por momentos hasta contemplativo y de carácter existencialista, que se apoya en su estructura de temporalidad alternada para reflexionar sobre los cimientos del capitalismo salvaje sobre los que se fue construyendo el país del norte durante el siglo XIX y también sobre el lugar de las mujeres y las penurias que atravesaron en el salvaje oeste. Lo interesante es que la aproximación de Mortensen al género es de sumo respeto, y no con una mirada de superioridad como la que pueden llegar a tener ciertos soporíferos westerns europeos. Al mismo tiempo, la idea de presentar dos puntos de vista distintos (el de cada personaje) dependiendo si estamos en el presente o en el pasado, no solo enriquece al film desde un costado obvio de perspectivas sino también desde las distintas tipologías genéricas que va atravesando la historia, empezando por un drama romántico en el inicio cuando Vivianne busca deshacerse de un coleccionista de arte que intenta conquistarla, Lewis Cartwright (Colin Morgan), mientras comienza esa relación con Holger, después pasando más por un western de supervivencia cuando ella se queda sola a merced de los peligrosos rancheros para desembocar finalmente en un drama familiar y de venganza.

«Hasta el fin del mundo» es una película que, a pesar de tener algunos inconvenientes de ritmo, producto de su osada narrativa, termina funcionando por la solidez de la dirección de Mortensen, el atractivo guion escrito por el propio director y una estilizada dirección de fotografía que imprime ese look europeo al que apuesta Viggo desde el inicio. Un western efectivo que subvierte algunas de las convenciones del género para construir este rompecabezas donde se destaca la conmovedora actuación de Vicky Krieps.

Puntaje:


 
 
 
Tráiler:

Martín Goniondzki

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