Crítica de «Longlegs: Coleccionista de almas» de Oz Perkins (2024)
Oz Perkins, hijo de Anthony Perkins, el Norman Bates de «Psicosis» (1960), vuelve a sentarse en la silla de director tras «Gretel & Hansel: Un siniestro cuento de hadas» (2020). En esta oportunidad nos ofrece un inquietante thriller policial con elementos de horror satánico y sobrenatural.
Mucho se viene hablando de «Longlegs» en EEUU, un poco por la gran campaña de marketing que ofrecieron allá en Norteamérica y otro poco por las buenas críticas que fue cosechando tras su estreno. Varios trataban de catalogarla con ese concepto bobalicón de «terror elevado» por la constante subestimación que se le hace al cine de género y porque resulta escandaloso que guste una película de estas características. Lo cierto es que podemos encontrar algún tipo de punto de contacto entre «Longlegs» y la obra de directores recientes que obtuvieron grandes resultados en el cine de terror, como bien puede ser Robert Eggers («La Bruja», «El Faro»), David Robert Mitchell («Te Sigue») y Ari Aster («Midsommar», «El Legado del Diablo»), pero también en el cine de terror menos pretencioso de Scott Derrickson («El Teléfono Negro») para dar solamente algunos ejemplos. Perkins, al igual que sus colegas, logra crear una atmósfera inquietante alrededor de su protagonista, con momentos de los más escalofriantes que se pudieron ver en la pantalla grande este 2024.
El largometraje sigue a Lee Harker (Maika Monroe), una joven y talentosa agente del FBI recién salida de la academia, que es llamada a participar en un caso de un asesino en serie debido a sus habilidades como investigadora y quizás a una especie de «poder de intuición» que parece haberla colocado de lleno tras la pista correcta. Este asesino en serie se hace llamar Longlegs (Nicolas Cage) y parece desafiarla de alguna manera dejando mensajes encriptados en las escenas del crimen. A medida que la investigación avanza, Harker parece reconocer que existe algún tipo de vínculo personal con el homicida y deberá actuar con rapidez antes de que el criminal se cobre otra víctima.
Perkins hace un trabajo notable en el guion del film en el que combina sólidamente el estilo de investigación policial de películas como «Pecados Capitales» (1995) y «Zodiaco» (2007) ambas de David Fincher, o incluso «El Silencio de los Inocentes» (1991) de Jonathan Demme con un trasfondo sobrenatural o satánico como bien podría ser el de la reciente «De Noche con el Diablo» (2023) o ciertos relatos de Dario Argento. Asimismo, los recursos técnicos ayudan a construir un clima aterrador y visualmente excelso para transportarnos a lo profundo del noroeste de Estados Unidos: la puesta en escena, la reconstrucción de época de los ’70 y los mediados de los ’90 para los diversos momentos donde tiene lugar la historia y el espectacular trabajo de Andrés Arochi con la fotografía, no solo dividiendo la relación de aspecto entre 1.33:1 y 2.39:1, dependiendo también si estamos en el presente o el pasado, sino también esa paleta de colores gélida plagada de personalidad.
Tanto Maika Monroe como Nicolas Cage son otros de los motivos por los que la película funciona, con interpretaciones muy disímiles (Cage con una de sus habituales actuaciones histriónicas y Monroe con una estoicidad y una performance acética incluso con una actitud completamente antisocial), pero igualmente efectivas a fines tanto dramáticos como de construcción de las psicologías de sus personajes. Ambos son bien secundados por Blair Underwood y Alicia Witt.
Por otro lado, si bien el tercer acto puede resultar algo caótico en pos de juntar la parte más racional con la más fantástica del asunto, creo que la historia logra adentrarte muy bien en el universo donde tiene lugar la acción al igual que la estupenda dirección de Perkins.
«Longlegs» es una película completamente perturbadora que sumerge al espectador inmediatamente en la oscuridad del relato al igual que lo hace con sus protagonistas. Una de las sorpresas del año que se beneficia de una interesante dirección de Perkins, unas buenas performances de sus protagonistas y la constitución de un ambiente opresivo e inquietante. Una experiencia que más allá de ciertas imperfecciones logra impactar por su osadía y su originalidad.
Puntaje:
Martín Goniondzki

