CINE

5 cortos argentinos que vale la pena ver

Quizás por falta de difusión, publicidad o desconocimiento de vías de acceso para poder encontrar un catálogo interesante, los cortometrajes no suelen ser la elección predilecta del espectador común de cine. También entran en juego los prejuicios que nos pueden llevar a pensar que es imposible desarrollar una historia con cierto grado de profundidad en menos de media hora, pero lo cierto es que plataformas como CINEAR ofrecen una amplia variedad de producciones nacionales que dan por tierra esos preconceptos erróneos.

Los cortos son ideales para esos días en los que no se tiene demasiado tiempo para dedicárselo a una película, pero se quiere disfrutar de una producción audiovisual, de buena calidad y que invite a la reflexión. De hecho, tal vez esto último sea una característica distintiva del cortometraje: al no contar con muchos minutos para explayarse, es necesario condensar y que mucho quede libre a la interpretación de un espectador activo que esté dispuesto a completarlo.

A continuación, presentamos una selección de cinco cortos argentinos que pueden encontrarse en CINEAR y que son verdaderas joyas ocultas en su catálogo:

  • “Migrante” de Estebar Dalinger y Cesar Iezzi (2019)

Como lo dice el título, esta pieza focaliza en la cuestión de la inmigración desde un discurso empático y de convivencia, dándole voz a las personas que, por distintas situaciones, se encontraron en la necesidad de tener que abandonar su país de origen para sentar bases en otro lugar. Es un corto animado de manera bellísima y, sobre todo, muy dinámica.

Lleno de colores vibrantes y voces con distintos acentos, es una elección ideal para disfrutar en familia y abrir un diálogo acerca de cómo es necesario que concibamos el mundo actual, en el que convergen culturas, nacionalidades y las fronteras no son rígidas. De alguna manera, el corto busca activamente generar esta conversación —o al menos disparar una reflexión—, e incluso toma una posición política al respecto: retrata la inmigración desde el punto de vista de quienes son migrantes, y eso es una decisión más que acertada teniendo en cuenta la ola de xenofobia y racismo que está resurgiendo a nivel mundial.

  • “Luminaris” de Juan Pablo Zaramella (2011)

Quizás este sea el trabajo con la propuesta estética más destacable dentro de nuestra selección, y también que más premios ha recibido a nivel mundial: cuenta con más de 300 reconocimientos de importantes festivales de cine. Además, estuvo cerca de ser candidato a los premios Óscar.

“Luminaris” sigue a un trabajador en una fábrica de bombitas de luz, quien realiza todos los días las mismas tareas. Sin embargo, tiene un plan para poder escapar de la rutina.

Este cortometraje fue realizado bajo la técnica de pixilación, que es la combinación entre el stop-motion y el trabajo con actores. Es un corto simplemente precioso, simple y complejo a la vez. A nivel visual es muy disfrutable, está musicalizado por un tango y la reconstrucción de Buenos Aires que nos presenta es maravillosa. Tiene condimentos románticos, cómicos, una estética súper cuidada y una realización perfecta que lo convierte en una verdadera obra de arte.

  • “Me doy cuenta” de Mariano García, Javier Sintiolo, Christian Dánnunzio (2015)

Hay dos aspectos muy interesantes en esta producción: es una adaptación de una historieta de Quino y, además, fue autogestionado.

En este corto seguimos el día a día de Martina, una trabajadora doméstica, quien tiene que escuchar constantemente las quejas de su patrona. Propone una suerte de paralelismo entre los modos de vida de dos clases sociales completamente opuestas, incluso ridiculizando a la clase alta y sus preocupaciones vacías. Tiene un mensaje político bastante claro, y lo demuestra al poner luz sobre los sectores más bajos, sus realidades, y cómo tienen que abrirse paso en una sociedad que se empeña en invisibilizarlos. Sin dudas, invita a la reflexión y revisión de nuestras propias conductas y palabras, lo cual es muy valioso.

  • “Cenizas” de Luciana Digiglio (2017)

Animado con la técnica de stop-motion, “Cenizas” sigue a un chico que de repente se encuentra con un reloj que va a hacer que abandone sus tareas para perseguirlo. Es un corto que genera sensaciones ambiguas, porque por un lado está muy bien realizado y eso da gusto, pero al mismo tiempo funciona como una metáfora de cómo desperdiciamos la vida persiguiendo al tiempo como si se nos escapara, cuando en realidad lo único que estamos perdiendo en ese proceso es vida.

La reflexión a la que invita es uno de sus mayores logros, principalmente por lo bien que está lograda pese a durar tan poco. En sus cuatro minutos, no hay ni una palabra que guíe el relato porque no hace falta que el personaje hable para que entendamos lo que el corto quiere comunicar. Sin dudas, es una obra que vale la pena.

  • “Los cuerpos flotantes” de Michelle Gualda (2013)

Este corto sigue a Pepi, quien organiza una fiesta de cumpleaños para su novia Eva. En el festejo, proyecta un video que rememora los momentos más lindos de su relación, pero también el más triste.

En líneas generales, “Los cuerpos flotantes” está muy bien: la dirección es destacable —sorprende con un prolongado plano secuencia, por ejemplo—, las actuaciones le dan fuerza a la historia y la fotografía es bella. Tanto la tensión, como la espera y los indicios son manejados a la perfección. Desde el principio se sabe que va a pasar algo, se sospecha que es malo y la información nos la dan con cuentagotas. Vemos una máscara que tiene cuernos, un video que se pausa en el momento cúlmine, miradas incómodas, y eso se acumula hasta llegar al momento en el que todo explota.

Además, el título se refiere a cómo las miodesopsias —partículas flotantes que se ven cuando se está al sol— son imposibles de ignorar una vez que se las ve, y esto se puede relacionar a más de una cuestión presentada en el corto. En definitiva, ¿cómo hace Pepi para ignorar lo que vio?

 

Micaela Gallo

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