Crítica de «Adentro mío estoy bailando» de Leandro Koch y Paloma Schachman (2023)
Leandro es un camarógrafo de bodas judío pero que no está demasiado conforme con su trabajo. En una de las fiestas conoce a Paloma, una clarinetista que toca klezmer, un género de música idish, y se enamora de ella. Para conquistarla y poder pasar más tiempo con ella inventa que está desarrollando un proyecto documental sobre la música klezmer. Es así como viajarán por Europa del Este en busca de melodías olvidadas y músicos perdidos en el tiempo para conectar con sus raíces.
«Adentro mío estoy bailando» es un documental que toma elementos de la ficción para contar su historia, sobre todo la presentación de los «personajes» y el vínculo que van desarrollando. A partir de un cuento en idish que relata una profesora de aquel idioma se va entablando una especie de paralelismo con los protagonistas (y directores) del film y su peripecia por Europa para llevar adelante su ópera prima. Asimismo es una road movie, en la cual los documentalistas, principalmente Leandro Koch, van viajando por ciudades de Ucrania, Rumania y Moravia buscando a músicos klezmer.
La película busca rescatar la memoria de una cultura en vías de extinción y dejar una huella en la comunidad, ya que la mayoría de las personas que tocaban el género klezmer tuvieron que emigrar de sus países por las consecuencias del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial y no son muchos los que quedaron en su lugar de origen realizando las mismas prácticas. De todas maneras, se muestra cómo la música es un instrumento duradero y permanente que se transmite de generación en generación y a lo largo de los años y que personas en la actualidad recuerdan algunas melodías klezmer sin saber de dónde provenían o sin llevar la religión en sus venas.
La música está presente de forma constante a lo largo del film, tanto acompañando algunas escenas como para mostrar las performances de distintos músicos con los que los documentalistas se van encontrando en su camino (no todos ellos tocan este tipo de canciones pero igual son atractivas para escuchar). Es una melodía bastante alegre, identitaria y que invita a moverse.
Es destacable también, y no sucede muy a menudo, que se respeta el idioma original de cada uno de los entrevistados. Se celebra, sobre todo, la preservación de la identidad y la cultura de quienes aparecen en el relato, realizando un arduo trabajo de traducción para llevar adelante las entrevistas y comunicarse con quienes interactúan.
También se retrata en pantalla el importante trabajo de producción que tuvieron que hacer para viajar por aquellos lugares de Europa del Este y entrevistarse con distintas personalidades de la música popular, recursos que se fueron agotando con el correr del tiempo. Además, esto cobra mayor relevancia cuando uno se da cuenta que fue filmado pocos meses antes de que se desatara la guerra en Ucrania, entendiendo que muchas de esas personas también tuvieron que escaparse de su hogar o preservarse, como también que aquellos lugares ya no están iguales.
A un mismo nivel nos encontramos con la parte más romántica del film, en la cual vamos viendo cómo va creciendo el vínculo entre los documentalistas. Como decíamos al principio, aprovechan distintos elementos para ficcionalizar esta parte del relato y darle un valor agregado para distanciarse de los documentales más clásicos donde se busca contar una historia o realizar una investigación en particular sin ningún tipo de pretexto.
En síntesis, «Adentro mío estoy bailando» es un documental que mezcla el road movie con la comedia romántica para hablar sobre la permanencia de la cultura, la música y la identidad a lo largo del tiempo y cómo se puede ir perdiendo a medida que se pierden las generaciones. Una ópera prima creativa, que usa elementos para ficcionalizar partes del relato, y que hace un gran esfuerzo para cumplir con su cometido que, aunque tal vez no se logre en mayor o menor medida, nos enseña que lo importante no es el destino sino el viaje.
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Samantha Schuster