Crítica de «Custodia Compartida» de Xavier Legrand (2018)
El año pasado se estrenó «Baby Driver», un musical de acción que el director inglés Edgar Wright había concebido por primera vez hace ya 23 años. Antes de llegar a los cines y volverse uno de sus mayores éxitos ya había tenido una suerte de prueba piloto cuando en 2003 dirigió el videoclip de la canción «Blue Song», de la banda Mint Royale. Pero recién 15 años después nos encontramos con la desenfrenada evolución de aquel primer bosquejo. Tal vez sea brusco referirse a un cortometraje nominado al Oscar como un «primer bosquejo», pero sin dudas esa es la función que terminó cumpliendo para esta película el corto «Just Before Losing Everything», realizado por el director Xavier Legrand en 2013.
«Custodia Compartida» sirve como una suerte de secuela/versión alternativa para la que no es necesario haber visto su primer trabajo. Una madre encuentra la separación de su violento esposo truncada cuando éste termina ganando la custodia compartida de su hijo menor. Su hija mayor está fuera de su alcance tras haber cumplido la mayoría de edad, pero ambas tendrán que esperar en doloroso silencio cuando sábado tras sábado el monstruo que lucharon por desterrar de sus vidas viene amparado por la ley a irrumpir la relativa paz que lograron ganarse. Encuentros que irán escalando en intensidad por sus intentos de volver a acercarse a su antigua familia.
La magnifica visión del director sumados al tremendo trabajo por parte del actor Denis Ménochet (conocido por todos como el pobre diablo sentado frente a Christoph Waltz en la escena que abre Inglorious Bastards) logran crear un film que transforma, de forma apropiada para los tiempos que corren, a un hombre violento en una de las criaturas cinematográficas más temibles de los últimos años. Este pequeño drama francés va más allá de las tensiones normales de un thriller hasta el punto de, aunque pueda sonar extraño, ser recomendable particularmente a todo fanático de Alien o The Thing. Como si el padre fuese una criatura de ese tipo de película de género, el director sigue una de las reglas doradas de esa clase de cine: los momentos más aterradores son cuando el monstruo no esta en pantalla. Cuando no lo vemos, sentimos la tension de los personajes pensando en que puede estar justo al borde de la pantalla, y una vez se encuentra presente solo quedan esos silencios aterradores que esperan que en cualquier momento se desate lo peor.
Desde la primer secuencia es evidente por qué Legrand se llevó el León de Plata a Mejor Director en el Festival Internacional de Venecia. Sin que le tiemble el pulso, el realizador demuestra su fuerte personalidad y visión desde el primer momento. Secuencias largas que no temen mostrarse hostiles hacia el espectador para transmitir sus sensaciones. El film difícilmente se queda tranquilo por mucho tiempo, saltando entre momentos y sin ningún miedo a variar la duración de los mismos para hacer días sentirse como segundos y a algunos minutos transformarlos en interminables horas. El drama es inescapable, Legrand transforma un drama social en un terror humano.
Grandes actuaciones florecen en una película donde el guion y la dirección parecen uno solo. Una cinta repleta de potentes escenas que ahogan por completo las contadas ocasiones en que Legrand dota algunas secuencias de demasiado drama cinematográfico, las grandes bondades de este film hacen imposible poder enfocarse en algún detalle negativo. Es una experiencia por momentos desgarradora que logra trasladar a la audiencia a los lugares y la mentalidad de sus torturados protagonistas, dando resultados que ocuparán sus cabezas por mucho tiempo.
Puntaje:
Tráiler:
Leandro Porcelli