Crítica de “Death Note” de Adam Wingard (2017)
Netflix prendió la bombilla y decidió adaptar en carne y hueso la famosa historia de Kira y L. El resultado nos deja una trama confusa y personajes insulsos.
Si hablamos de adaptaciones de mangas al live action, los japoneses son expertos absolutos en estos territorios. El dilema se genera cuando otra cultura absorbe otras primicias en otros contextos. ¿Será posible un remake de «Scarface» en Nigeria? O ¿»Manuelita» en Filipinas?
La obra de Adam Wingard comienza con el adolescente Light Tunner (Nat Wolff) encontrando la libreta de la muerte, donde poniendo el nombre de una persona en ella, determinará su muerte. Con sed de venganza, el joven decide exterminar a las dos personas a quien más les guarda rencor, un abusador en su colegio y el asesino de su madre. Es así, como paso a paso, y con la ayuda de su cínica novia, tratará de crear a un nuevo Dios que juzgue a los criminales, asesinándolos y vigilándolos continuamente.
El conflicto comienza con la aparición de “L” (Keith Stanfield), un joven detective quien decide tomar el caso de “Kira” (así es llamado el responsable de las muertes que causa Light) como un desafío. Tal como si fuera un juego de infantes, los dos protagonistas se pelearán, confrontarán y discutirán sobre todos estos acontecimientos, incluso en un momento negociarán, para producir una trama pueril, sin sentido, vacía y carente de contenido sustancial.
Los guionistas tuvieron el difícil desafío de superar, o mejor dicho trasladar, la historia en un compacto de dos horas. Con la suerte de ser una adaptación libre, los escritores sufrieron el desarrollo del paso de la explicación del relato. Todo es contado al mero paso, y es muy difícil de tragar (a menos que conozco de antemano el universo que lo conforma) las reglas y situaciones que se van generando. Más que una nueva mirada, es un rejunte rápido y visual de su antecesora. No sobrevive por sí sola.
Las muertes realizadas en el film son grotescas y son realizadas directamente para complacer el morbo del director, ya que no son necesarias mostrarlas con tanto esparcimiento de sangre y cinismo. Y lo que era una muerte con paro al corazón en el manga, acá es un sin vueltas de homicidios raros e imposibles.
Sin embargo, el personaje que incita a realizar la eliminación de los seres humanos (como si asesinar fuera uno de los placeres terrenales más dichosos del mundo) es el espíritu de la libreta llamado Ryuk, un shinigami (en el largometraje es pintado como un demonio cruel y risorio) encarnado por el actor Willem Dafoe. Su participación es escasa y sólo está para decir unas frases sacadas directamente de la novela gráfica a calcar.
Mientras que el intérprete Nat Wolff es el modelo perfecto para las producciones teen de los últimos años, a excepción de “Grandma”, sus personajes son una variante eterna de su desapego por el rol de “The Naked Brothers Band”, serie musical de Nickelodeon que le dio la fama y popularidad que hoy goza.
Diálogos innecesarios, una villano protagónico manipulable e inocente, discusiones contradictorias, planos torpes y desprolijos. ¿Es realmente el producto que Netflix quería obtener? Por el momento, no lo es para los fans de la saga.
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Roberto Iván Portillo