Crítica de «El Niño y la Garza» de Hayao Miyazaki (2024)
Con el estreno de «The Wind Rises» en 2013, Miyazaki se retiraba de la dirección de largometrajes de animación. No sería la primera vez que anunciara su retiro, y no será la última. Con «El Niño y La Garza», el maestro de la animación japonesa vuelve al ruedo como con una pequeña aclaración que se le olvidó hacer en su filmografía. O mejor dicho, con una reflexión que seguramente comenzó a germinar dentro suyo en los años desde su más reciente retiro hasta la fecha.
Es una pequeña gran aventura como «la típica» en la que uno piensa cuando escucha el nombre de Hayao Miyazaki, especialmente desde que se adueñó de la imaginación del planeta con el éxito occidental de «El Viaje de Chihiro». Mahito es un jovencito que se muda a las afueras de Tokio pocos años después de que su madre perdiera la vida en un trágico incendio, y en medio de una mala primera aclimatación a su nueva vida encontrará su realidad irrumpida por una garza que insiste en que lo siga para «rescatar» a su madre.
Los nombres de las obras audiovisuales suelen ser el gran primer paso, junto a los primeros planos, escenas o secuencias que dan por iniciada la trama, de su creador señalando hacia dónde va este trabajo en cuanto a temáticas. Lamentablemente en el caso de este nuevo largometraje del Estudio Ghibli, occidente decidió darle un nombre descriptivo en lugar del evocativo y punzante nombre original: «¿Cómo se vive?». En una breve escena del filme, es el título de un libro que la madre de Mahito le deja para que le sirva de guía pero no dura muchas páginas de lectura antes de emocionarse y que la aventura lo llame para otro lado. Pero esa simple pregunta es el corazón de esta obra, en la que Miyazaki, como una madre envuelta en llamas, pide no solo varias de las mismas reflexiones del resto de su obra sino también temáticas de este trabajo en particular. Al maestro le obsesiona el rol del hombre en la naturaleza, la vida en sociedad entre la humanidad y para con las otras criaturas del planeta, los legados, la familia y la inocencia infantil como motor de valentía en la adultez.
Es la tercera película de Miyazaki en ser recomendada para mayores de 13 años en lugar de para todo público, después de «La Princesa Mononoke» y la anteriormente mencionada «The Wind Rises». Buena compañía en cuanto a calidad, pero a diferencia de aquellos trabajos este puede disfrutarse en familia con niños mayores a 10 años siempre y cuando estén bien acompañados en todo momento. Seguramente ayude si se la ve en casa. Pero más allá de eso, el tono de la cinta es en su totalidad como la de una reflexión adulta sobre su niñez y sobre el lugar que se le da a la experiencia y a la juventud. Ambos con los respectivos pesos que cada una conlleva.
La animación de una película de Miyazaki no necesita palabras que la alaben, siendo un espectáculo sin igual en cualquier otra sala de cine. De todas maneras destacan como siempre varios toques que el maestro pone al trabajo. En particular hay varias secuencias con una ejecución precisa debido a la inspiración directa de momentos en la juventud del director. Obviamente todas sus películas se encuentran inspiradas por sus experiencias, especialmente la solitaria pero entretenida vida cuando recién se mudaba al campo desde la gran ciudad, pero en este caso brillan secuencias como las del incendio inicial con toda la superproducción visual que nos traslada directamente entre las llamas. A la vez todo el resto del repertorio narrativo de Miyazaki está presente: su humor tan adulto como infantil, los momentos de seriedad narrativa que enmudecen y concentran hasta a los más pequeños, la emotividad positiva y negativa que brilla por su ausencia aún en producciones live-action supuestamente para adultos.
Los personajes entrañables, desde lo superficial hasta su cadencia y comportamiento, son una marca registrada de un director que insiste en brindarle una vida extra a cada frame de sus películas. Desde Chaplin que ningún personaje desborda de vida en pantalla con cada movimiento como un personaje de Miyazaki subiendo las escaleras. Es realmente un milagro a apreciar que podamos volver a disfrutar de un nuevo largometraje animado liderado por uno de los creativos más importantes no sólo de un hemisferio o de nuestra modernidad, sino ya codo a codo con cualquier otro nombre que sea sinónimo con el cine. «El Niño y La Garza» es un tesoro para todo fan de Ghibli, de Miyazaki, de la animación en particular o del cine en general. Es fácilmente una de las mejores películas del 2023 o del 2024 de acuerdo a qué fecha de estreno desee uno acatar, y por sobre todas las cosas es la muestra de cómo un maestro del medio puede pasados sus 80 años realizar (con una producción más puntualizada que la gran mayoría de su filmografía) una de las entradas más valiosas de su obra hasta la fecha.
«How Do You Live?» es para hijes, padres, creativos, trabajadores, nostálgicos, modernizadores y todo lo que quepa en el medio. Para verse en la pantalla más grande posible y lo más pronto que puedan, porque es de esos trabajos que seguramente en unos años, en otro aparato y en otro momento de sus vidas, vean de forma totalmente nueva y diferente. Es una experiencia de urgente disfrute y para invertir desde ya en los siguientes visionados. Llamar a Miyazaki un director de animé se queda tan corto como llamar a la animación cine, es una artesanía pura totalmente única e inigualable. Ojala vuelva a regalarnos su cine, de tener ganas de volver a dedicarnos un par de años de vida, porque lo que esta película deja en claro es que Hayao Miyazaki no solo hace y es cine sino que no puede evitar pensar y reflexionar sobre cine y para el cine.
Si uno trabaja mucho en lo que hace puede llegar a ser muy bueno, si uno es muy bueno en lo que hace durante mucho tiempo puede llegar a ser un maestro en eso. ¿A qué pueden aspirar los maestros que durante décadas siguen trabajando en impartir su maestría con el ejemplo de su trabajo? Seguramente a ser una pequeña parte de lo que hace mucho ya es Hayao Miyazaki.
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Tráiler:
Leandro Porcelli