Crítica de «Mi Obra Maestra» de Gastón Duprat (2018)
El director de «El Hombre de Al Lado» (2009) y «El Ciudadano Ilustre» (2016) nos ofrece una mirada sardónica y ácida del mundo del arte. Un retrato divertido y reflexivo acerca de los pormenores que rodean a los artistas plásticos, los galeristas y los sibaritas que consumen obras para pertenecer a cierto sector social.
La trama gira en torno a Arturo (Guillermo Francella), el dueño de una galería de arte, que se presenta como un individuo encantador e inescrupuloso, y por otro lado alrededor de Renzo (Luis Brandoni), un pintor hosco y en decadencia, cuyo momento de gloria prescribió y ahora le cuesta llegar a fin de mes. Si bien los une una vieja amistad, no coinciden en prácticamente nada de lo que tiene que ver con el medio artístico. El galerista intenta por todos los medios reflotar la carrera artística de su amigo (de una forma poco altruista) pero las cosas van de mal en peor.
Bajo este argumento transcurre “Mi Obra Maestra”, el primer film de Duprat como realizador en solitario luego de tantas colaboraciones con Mariano Cohn, quien en este caso solo cumple el rol de productor en los papeles, a pesar de que forme parte del trío creativo de la cinta junto a Andrés Duprat, que además de ser el hermano y guionista de la película, es el director del Museo Nacional de Bellas Artes. El contexto y ciertas escenas del film encuentran su sentido en este hecho mencionado anteriormente, ya que Andrés parece ser un profundo conocedor del mundo que rodea a las galerías, museos y sujetos relacionados al arte.
La película de Duprat viene luego de la todavía reciente «The Square» (2017), ganadora de la Palma de Oro en Cannes, que también teorizaba sobre el arte y los personajes que transitan por ese ámbito tan peculiar como selecto, dedicando un mordaz relato al análisis del mundo del “arte moderno». En el caso del largometraje que aquí nos convoca, podemos decir que el foco está puesto más que nada en la injusticia o la arbitrariedad de las modas para ponerle un precio a las creaciones de un artista. En cómo un día un pintor puede estar en la cima y en otro momento tocando fondo. Pero también, la cinta da lugar a otras cuestiones como por ejemplo las estafas, la explotación de los artistas, entre otras cosas. Mientras que la película sueca planteaba aspectos como el egoísmo, el individualismo, el abuso de poder y la egolatría de sus personajes; el relato argentino busca profundizar más en la codicia y en la búsqueda de resarcimiento por parte del medio artístico de compra y venta que se rige por medio de las formas más intransigentes del capitalismo salvaje. El personaje de Brandoni mismo declara en una escena en la que va a comer a un restaurante que no va a pagar la cuenta porque la sociedad le debe muchísimo como artista. Una suerte de inconformista que, ante el olvido del público, se presenta como un individuo terco que no piensa ceder sus convicciones ante el sistema empresarial, económico y político que lo rodea. De esta forma, se desarrolla una mirada crítica sobre las artes plásticas donde esta especie de artista marginado busca estafar o buscar compensación ante las circunstancias adversas.
En cuanto al ámbito interpretativo, resulta realmente encantadora la dupla protagónica que se junta por tercera vez luego de las experiencias televisivas de “Durmiendo Con Mi Jefe” y “El Hombre de Tu Vida”, aquí uniéndose por primera vez en la pantalla grande. Un dúo que presenta la química adecuada para afrontar el relato y justamente en varias ocasiones suelen salvar ciertos pasajes del guion donde suceden pequeñas incongruencias. Por otro lado, los actores secundarios también están muy bien elegidos y entre ellos se destaca Andrea Frigerio, que compone a una galerista snob que cuida no solo la imagen del personaje sino también la postura y las actitudes. Una verdadera sorpresa compositiva de la actriz.
En cuanto al guion, éste logra su cometido y tiene varias escenas y diálogos hilarantes, donde se saca a relucir el trabajo de personificación de sus artistas. No obstante, algunas cuestiones menores hacen que el relato falle en algunos detalles. Por ejemplo, si bien los personajes de Francella y Brandoni muestran cierta confianza en los sucesos que los rodean no es hasta la segunda mitad del largometraje que nos enteramos que son amigos de toda la vida y si bien se menciona no se sugiere hasta ese momento. Hasta el segundo acto no queda claro el vínculo que poseen ellos y quizás necesitaba ser reforzada esa relación. La primera mitad de la película resulta ser extremadamente interesante y poderosa mientras que en la segunda parte decae un poco con giros predecibles y confrontaciones esperables. Igualmente, estas cuestiones no empañan el gran trabajo que se da tanto delante como detrás de cámara.
En síntesis, «Mi Obra Maestra» es otra atractiva adición a la filmografía de Gastón Duprat, donde vuelven a tratarse ciertos temas y estilos que hacen que sus obras parezcan pertenecer a un mismo libro o mundo donde se yuxtaponen esas historias y personajes. Un film osado y reflexivo que nos muestra su visión sarcástica sobre las miserias del mundo del arte.
Puntaje:
Tráiler:
Martín Goniondzki
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La vi ayer…No sé si es para venderla en el exterior pero sentí lo mismo que en » El ángel «: los diálogos no son nuestros , suenan forzados:» …continúa viviendo en…porque detesta…», «…deberías mudarte de esta pocilga…», «…siento que debia morirme…»…No me cerró… pero en líneas generales la disfruté. Carolina.