Crítica de «Prisoners of the Ghostland» de Sion Sono (2021)
Sion Sono, el director nipón detrás de «Tokyo Vampire Hotel», la reciente «Red Post on Escher Street» que se pudo ver en el pasado Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y de «Suicide Club» (2001), nos presenta su más reciente largometraje, donde puede yuxtaponer su estilo ecléctico y personal, y donde prima una visual y una estética tan plástica como particular y apabullante, con la excentricidad interpretativa no realista del querido Nicolas Cage, el cual redondea su tercera aparición en la pantalla grande en lo que va del año.
Con el habitual nivel de delirio al que nos tiene acostumbrados Sono, sumado a su inventiva para traer historias originales y atractivas en lo que respecta a su puesta en escena, «Prisoners of the Ghostland» representa una vuelta a las bases tras «Red Post on Escher Street» que, si bien mostraba su sello autoral, estaba bastante más contenida que la mayoría de los films que comprenden la obra del autor. Aquí el director pudo contar con la participación de Cage, cuyo histrionismo y su registro actoral acompaña muy bien al estándar del director y del cine japonés en general (de hecho, el propio Cage ha definido su estilo actoral como una especie de mezcla entre el expresionismo alemán y el kabuki).
El relato nos sitúa en una extraña ciudad conocida como Samurai Town, donde un ladrón de bancos (Nicolas Cage) es encarcelado por la policía, pero liberado por un particular hombre conocido como «el gobernador» (Bill Moseley) con la única condición de que vaya en busca de Bernice (Sofia Boutella), su nieta adoptiva, la cual desapareció sin dejar rastro. Para asegurarse de que el ladrón no intente escapar en medio de su misión, el gobernador obliga al delincuente a utilizar un traje de cuero, el cual tiene una serie de explosivos en distintas partes del cuerpo (brazos, genitales, etc). Este hombre cuenta con un período de 5 días para traer de vuelta a la chica en una aparente misión suicida que lo obligará a enfrentar a sus demonios en búsqueda de la redención.
Esta disparatada película de acción postapocalíptica, la cual tiene algunos puntos de contacto (al menos desde la estética o el universo que pretende construir) con «Mad Max» (1979), incurre en algunas licencias narrativas y de sinsentidos para otorgarle al espectador un entretenido y estridente viaje. También podemos decir que la obra busca aglutinar elementos de varios géneros, acción, western, fantástico, films de Samurais, entre otros, con el fin de contribuir a esa exacerbación característica de Sion Sono. Nuevamente podemos encontrar, al igual que lo que vimos en «Tokyo Vampire Hotel», una estética lograda con algunos recursos de tipo expresionistas y antinaturales, que sirven para generar la extrañeza necesaria para entrar en el mundo que busca crear la película y el propio director. La artificialidad de los elementos escenográficos, sumado al tono y al registro de los intérpretes ayudan a provocar ese asombre e incomodidad característica de los relatos del propio Sono. Asimismo, el director japonés no busca solamente quedarse con el ejercicio estético sino que brinda una ávida reflexión sobre la cosificación de la mujer, el machismo imperante en la sociedad, la opresión y la posibilidad de redención, entre varios otros tropos que rodean a la obra.
«Prisoners of the Ghostland» es un relato entretenido e interesante que pese a sus desaciertos enriquece la experiencia audiovisual no solo por su impecable destreza a nivel técnico sino también por sus varias capas a nivel interpretativo. Un film mucho más profundo de lo que aparenta que vuelve a brindar otro capítulo atractivo en la filmografía de Nicolas Cage y uno más que correcto en la de Sono.
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Martín Goniondzki