Crítica de «The Holdovers» de Alexander Payne (2023)
Siempre es digno de celebración el estreno de un nuevo film de Alexander Payne, director de gemas como «La Elección» (1999), «Entre Copas» (2004), «Los Descendientes» (2011) y «Nebraska» (2013), por solo nombrar algunos títulos. El director y guionista americano es conocido tanto por sus poderosas comedias dramáticas centradas en personajes fuertes y bien definidos como por sus profundas y satíricas críticas/representaciones de la sociedad norteamericana moderna.
Seis años pasaron de su último largometraje, «Pequeña Gran Vida» (2017) que, si bien presentaba un ingenioso punto de partida y una ácida mirada al modelo capitalista, terminaba teniendo menos filo y personalidad que el resto de sus grandes historias. Con «The Holdovers» o «Los que se Quedan» (título que tendrá la película en nuestro país con un estreno pautado para el 25 de enero), Payne vuelve a demostrar su talento para la comedia dramática con este coming of age navideño situado en la década de los ’70, centrado en la figura de Paul Hunham (el gran Paul Giamatti), un profesor duro y cascarrabias que pertenece a un prestigioso colegio americano. El hombre se ve obligado a permanecer en el campus escolar durante las vacaciones de Navidad con aquellos alumnos que no tienen a dónde ir. Angus Tully (Dominic Sessa) y algunos compañeros deberán sobrevivir a Paul y sus prácticas severas, por momentos poco ortodoxas, e intentar convivir durante dos largas semanas. Contra todo pronóstico, Angus y el profesor forjarán un vínculo fraternal más allá de los prejuicios personales que cada uno tenía del otro.
La película resulta ser un sincero relato navideño que comienza como una especie de «El Club de los Cinco» (1985), donde los jóvenes muestran sus formas de percibir la vida desde su corta experiencia y una rebeldía a flor de piel que los lleva a confrontar con la autoridad representada a través de Paul, para luego dar un giro y centrarse más en una dinámica de profesor que busca conectar con sus alumnos (o en este caso un alumno en particular) de una forma diferente, algo que podría remitirnos o acercarse a relatos del estilo de «La Sociedad de los Poetas Muertos» (1989) o «Escritores de Libertad» (2007). Obviamente, que todo sucede bajo el estilo bien característico de Payne y sus personajes llenos de pequeñas excentricidades que van descubriendo poco a poco el camino e intentando conectar con el resto del mundo o al menos formar parte del mismo sin perder sus eclécticas personalidades. Giamatti está brillante como ese profesor solitario y enojón en el que se fue convirtiendo con el paso del tiempo, (un papel que le calza como anillo al dedo) y también Sessa logra movilizarnos como el chico inteligente y problemático que atraviesa un mal momento a nivel personal y familiar. Esta pareja protagónica junto al personaje de Mary (Da’Vine Joy Randolph), la cocinera de la escuela que perdió a un hijo en la guerra de Vietnam, consiguen brillar en una comedia dramática emotiva que estéticamente y también en cuestión de tono emula a este estilo de películas de la década que busca rendirle homenaje; no solo por el vestuario, la atractiva banda sonora y la reconstrucción impecable de los ’70, sino también la búsqueda desde el look visual que brinda la fotografía y la inclusión de los logos viejos de Focus Features y Miramax en el comienzo del relato.
Por otra parte, Payne logra la medida justa de drama y comedia gracias a los individuos imperfectos que presentan sus relatos donde, en este caso, el adulto ve en el joven una especie de espejo y una posibilidad de redención mientras que el joven busca el confort de una figura paterna que a motivos de no revelar datos de la trama diremos que está «ausente». El guion de David Hemingson, que viene del mundo de la TV, parece el medio propicio para que se dé el regreso triunfal de Payne en una película sumamente emotiva y agridulce que podría llegar a convertirse en un nuevo clásico navideño contemporáneo.
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Martín Goniondzki