¿Qué nos dejó la segunda temporada de «Iron Fist»?
Después de juntarse en «Defenders», los héroes de Marvel residentes en Nueva York (y en Netflix) siguieron cada uno por su lado. Al último que le toca deleitarnos con sus aventuras en esta etapa – después de las segundas entregas de «Jessica Jones» y «Luke Cage» – es a Danny Rand, mejor conocido como Iron Fist.
Repasando; el avión donde el joven Rand viaja con sus padres se estrella en algún lugar de los Himalayas. Es rescatado por monjes guerreros de la ciudad mística de K’un-Lun, donde entrena hasta convertirse en el susodicho Puño de Hierro, defensor designado del lugar, principalmente contra una antigua organización conocida como La Mano. Pero en lugar de eso, Rand vuelve a Nueva York para intentar reconectar con su vida anterior; en el camino conocerá a los demás Defenders, incluyendo a Matt Murdock/Daredevil, con quienes enfrenta y derrota a La Mano, y empezará una relación con la artista marcial Colleen Wing.
En esta segunda temporada las cosas empiezan relativamente bien para Danny; está en una relación seria con Colleen, y se encarga del legado que le dejó Daredevil, defender la ciudad. Esto último serviría como una especie de redención por abandonar K’un-Lun (destruída durante su ausencia).
El principal conflicto de la temporada viene de parte del deseo de venganza de Davos (Sacha Dhawan), que culpa a Rand por la pérdida de K’un-Lun (recordemos que este personaje se crió con el héroe y de hecho fue su principal competidor por el poder del Puño). Así, volvemos a ver el formato del protagonista que es traicionado por alguien cercano y lo tiene que enfrentar contra su voluntad. Este recurso argumental se ve en mayor o menor medida en «Punisher», y las segundas temporadas de «Daredevil» y «Jessica Jones».
A lo largo de los capítulos esto desencadena el segundo conflicto, uno de naturaleza más personal para nuestro héroe, quien se cuestiona su lugar como Iron Fist. Esto es un despegue acertado en la historia y el personaje, que hasta acá se había tornado ligeramente insufrible, con su mantra de presentación con su nombre y título. De repente Rand se cuestiona si su destino es realmente suyo, y si su viaje terminó donde está ahora o si debe continuar. El actor Finn Jones se encuentra, por la mayor parte, a la altura de las exigencias del rol.
Por otra parte, los guionistas ofrecen algunas tramas secundarias para mantenernos entretenidos, en caso de que no nos convenza la historia principal. Las más rescatables seguramente sean el dúo que forman Colleen (Jessica Henwick) y la detective Misty Knight (Simone Missick), en un guiño a su sociedad en los cómics, y la de Ward Meachum, interpretado con bastante acierto por Tom Pelphrey.
Otro acierto actoral es la incorporación de Alice Eve en la piel (o pieles) de Mary Walker/Typhoid Mary, una cazarrecompensas con doble personalidad, temporalmente al servicio de Davos y Joy Meachum (Jessica Stroup). La exploración de su inestabilidad mental no aporta demasiado al argumento, pero la interpretación de Eve es tan atractiva como perturbadora, y la historia deja el espacio abierto para más apariciones del personaje.
La emisión tiene un cierre que puede llegar a dejar disconformes a algunos; por un lado las líneas argumentales cierran sus respectivos arcos, pero a la vez se abren otras nuevas, a modo de escenas post-créditos. Más de un espectador va a quedar intrigado – en el mejor de los casos – y a la expectativa de la próxima temporada, que según los indicios, debería ir en una dirección muy ambiciosa.
Así, esta segunda temporada cumple con el desarrollo del personaje, y presenta una historia mejor armada, sin depender pura y exclusivamente de las escenas de pelea (siempre muy bien coreografiadas, hay que decirlo). Y si no llega a gustar, al menos ayuda a pasar el rato hasta que vuelva «Daredevil».
Tráiler:
Bruno Jara