20° BAFICI: «Happy End» de Michael Haneke (2017)

La ironía a la orden del día. El director austríaco Michael Haneke vuelve a ofrecernos una obra muy personal, que si bien no se ubica entre las grandes películas de su carrera, cumple y le es fiel a todo el resto de su filmografía.

El film gira en torno a una familia acaudalada que posee una empresa constructora en la región francesa de Calais. Aquella compañía está radicada justo al lado de un campamento de refugiados, y es allí, aunque solamente se sugiera, que pasa la cuestión. El largometraje sigue a esta gente con sus problemas, sus mentiras y miserias, las cuales son puestas en contrapunto con los accidentes laborales, los refugiados, los sirvientes y demás personas de clase baja que rodean a la familia.

Los Laurent viven en una enorme y ostentosa mansión, donde residen Anne (Isabelle Huppert) y Thomas (Mathieu Kassovitz), hermanos e hijos de Georges (Jean-Louis Trintignant). Además, en aquella residencia se encuentran la esposa de Thomas, Anaïs (Laura Verlinden) y la más reciente huésped del lugar Eve (Fantine Harduin), la hija de 13 años de Thomas, correspondiente a un matrimonio previo. Esta última viene a vivir con su padre a raíz del precario estado de salud en el que está su madre.

La película funciona como una suerte de secuela de «Amour», la anterior incursión cinematográfica de Haneke, donde Huppert y Trintignant conformaban esa dupla de padre e hija que repitieron para esta obra.

La historia incurre en varios de los típicos vicios y planteos del autor, donde se ponen de manifiesto las miserias humanas, los lazos afectivos completamente rotos y otras tantas yerbas del estilo. Eve es una niña que demanda atención frente a su familia, motivo que lleva a envenenar a su madre y posteriormente a un intento de suicidio. Anne es una workaholic empedernida que solo piensa en la empresa familiar, Georges es el patriarca octogenario de la familia que padece de demencia y que busca salir de esa mansión convulsionada por la enorme cantidad de gente que vive en ella. Thomas esconde un affair, con placeres sexuales oscuros, con una artista musical allegada a sus círculos familiares. Todos los miembros de aquel núcleo familiar poseen secretos sombríos y/o cosas que esconder, permaneciendo indolentes/indiferentes a los verdaderos problemas. Sus contrariedades son menos banales de lo que aparentan, pero los que realmente sufren son los individuos desvalidos que los rodean.

Quizás, el gran problema de la cinta radica en la confusa forma de presentar los acontecimientos y en la gran cantidad de personajes que involucra. Muchas veces vamos siendo testigos de situaciones inconexas que más avanzada la narración iremos descifrando. Una fórmula un tanto arriesgada pero atractiva al mismo tiempo. Su ambiciosa dinámica y cantidad de subtramas hacen que la película sea un poco desprolija pero atrapante a la vez, como una especie de collage que irá creando sentido a medida que cada pieza vaya encajando en su lugar, generando la incomodidad correspondiente.

A modo de tragedia, Haneke confecciona este opus con varias lecturas que si bien no es de lo más destacado de su carrera, termina componiendo un viaje interesante que vale la pena visitar. Con una imagen prístina que va en consonancia con la ironía y la acidez que plantea el autor, «Happy End» es un relato competente, excelentemente ejecutado desde la técnica y la narrativa. Algo a lo que ya nos tiene acostumbrados el director austríaco.

Se puede ver «Happy End» el jueves 19 a las 22.40 hs en el Arte Multiplex Belgrano.

Puntaje:

Tráiler:

 

Martín Goniondzki

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *