CINE

Crítica de «Guasón 2: Folie a Deux» de Todd Phillips (2024)

“Tengo la sospecha de que no le estamos dando al público lo que quiere”.

Se habló mucho de esta secuela y su acalorado recibimiento, teniendo al público y a la crítica totalmente dividida, generando por un lado algunos defensores acérrimos y, por el otro, un odio desmedido que poco tenía que ver con el producto final, sino más bien con las expectativas generadas en torno al film.

5 años pasaron desde el estreno de «Joker» (2019), la película con la que Todd Phillips logró un éxito comercial rotundo (la misma recaudó más de mil millones de dólares en la taquilla global) y también la validación de la prensa internacional, obteniendo grandes galardones entre los cuales se destacan el León de Oro a Mejor Película en el Festival de Venecia y el Oscar a Mejor Actor que conquistó Joaquín Phoenix con su gran performance en el rol principal. La secuela era algo tan inevitable como innecesario después de que la película en cuestión tuviera un desempeño casi perfecto. Todo esto puede más o menos explicar el camino cuesta arriba que ineludiblemente iba a recibir «Joker 2: Folie a Deux». Asimismo, Phillips tomó la osada decisión de ir por un camino totalmente diferente al del largometraje original, alejándose de dicha estructura y mecánica para ofrecer algo en apariencia «novedoso» que igualmente no termina de funcionar del todo. Si el primer film representaba un drama con toques de thriller psicológico, en esta oportunidad el director decide ir por el musical, el drama psicológico, judicial y carcelario, así como también incluir algunos toques de romance. Y es aquí que tenemos el primer problema, el que gira en torno a lo que decíamos al principio de las expectativas. Si bien el musical es uno de los géneros más viejos y populares del cine, también es uno de los que más causan rechazo entre los espectadores modernos. Todas estas cuestiones son ajenas al relato, pero de alguna manera pueden explicar el enojo de cierto sector del fandom.

A su vez, Phillips no solo intenta dialogar sobre la tremenda acogida que tuvo la primera parte, especialmente por cierto sector ideológico que tomo al Joker como emblema (al igual que pasaba en la ficción) y dejar en claro que no es su postura ni tampoco su deseo, sino que, además, busca subvertir las expectativas del espectador y evidenciar la banalidad del consumo cinematográfico actual que continuamente intenta prolongar el éxito mediante continuaciones superfluas y redundantes (tal como dice la frase enunciada por Arthur Fleck que precede a esta humilde reseña).

Volviendo a la película en sí, esta secuela inicia con un corto animado, muy en sintonía con los grandes exponentes de Warner (como por ejemplo los de los Looney Tunes), donde básicamente se nos resume o intenta ilustrar la lucha interna de Arthur Fleck y sus dos personalidades, el del individuo quebrado e imperfecto víctima de una sociedad que no logra incluirlo y el Joker, ese alter ego que funciona a modo de respuesta violenta a un entorno igual de castigador. Luego se nos introduce en el nuevo mundo de Fleck (nuevamente interpretado por Phoenix) que está internado en Arkham, a punto de ser enjuiciado por los crímenes cometidos previamente. Mientras lidia con la culpa, su identidad, sus violentos seguidores y unos guardias de prisión bastante abusivos (gran trabajo de Brendan Gleeson como el principal de estos guardias). Su abogada (Catherine Keener) busca la estrategia de demostrar la locura de Arthur para que el mismo no sea sentenciado a muerte, aunque al mismo tiempo su cliente se topará con Lee Quinzel (Lady Gaga), una reclusa del área psiquiátrica de Arkham a quien conoce durante la clase de terapia musical, la cual es una fanática del Joker. Ambos parecen haber encontrado el amor, no obstante, Arthur no decide qué postura tomar en el juicio tras sus abominables actos. El relato se divide entre las secuencias judiciales y carcelarias, y de ensoñación/fantasía que suceden a nivel interno en la mente del enjuiciado.

Mientras que la primera parte tomaba «inspiración» en «Taxi Driver» (1976) y «El Rey de la Comedia» (1982), ambas de Martin Scorsese, esta parece emular a los musicales clásicos de Hollywood, por un lado en cuanto a puesta en escena, pero también a otros menos convencionales como puede ser «Los Paraguas de Cherburgo» (1964) en cuanto a ese estilo de diálogos cantados menos impostados y más coloquiales. La parte del romance y las canciones funciona, al igual que el drama judicial que contrasta con ese amor que siente el protagonista y que lo saca de su letargo en donde no sabe si entregarse por sus crímenes porque no está contento con ese fervoroso séquito de fanáticos que lo ven como una especie de líder, o aceptarlo para poder impresionar a su interés romántico.

El principal problema del film radica en su narrativa y en un problema de ritmo que posee la misma que, para no tocar las mismas notas de su predecesora, incurre en varios momentos reiterativos que estancan la acción y parece no avanzar lo suficiente durante el nudo del por demás extenso relato. Tanto Gaga como Phoenix logran transmitir emoción y sentimiento por medio de sus composiciones para dotar de distinción a un largometraje que desde la puesta en escena y la maravillosa estética visual que tiene, deslumbra por su solvencia y compensa los antes mencionados momentos de zozobra que atentan contra el resultado final.

A nivel musical también hay que destacar no solo la performance vocal de su dúo protagónico sino también la música de Hildur Guðnadóttir, componiendo una banda sonora que aglutina ese espíritu y/o clima melancólico propio del jazz y blues y también ciertos covers que recuerdan a musicales clásicos.

Bien podríamos decir que Phillips presenta muchas ideas, dándole forma a una película imperfecta que pretende clarificar o evidenciar demasiado su ideología, al mismo tiempo que construye una crítica al consumo masivo de productos culturales y la búsqueda desmedida de prolongar el éxito pasado, lo cual en cierto punto desemboca en ese Uróboros mordiéndose su propia cola.

En definitiva, «Guasón 2: Folie a Deux» es una película anárquica como su protagonista, una propuesta tan atractiva como peculiar. Un largometraje interesante que subvierte las expectativas y desafía al espectador, así como también a la concepción que se tiene de la obra anterior. Un relato que resignifica lo visto anteriormente y construye un foreshadowing a partir de la repetición de ciertos planos, lugares y momentos donde aparecen nuevos conceptos (la mítica escena de la escalera que representaba el inicio del Joker aquí anticipa un ¿trágico? final, el plano de la cabeza de Arthur contra la ventana del vehículo, ciertas frases enunciadas por personajes diferentes entre esta película y la anterior, etc.). El resultado es, por momentos, deslumbrante, y por otros anticlimático. Phillips nuevamente da que hablar y se agradece que desafíe las convenciones de este tipo de relatos.

Puntaje:


 
 
 
Tráiler:

Martín Goniondzki

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