Crítica de «Una Serena Pasión» de Terence Davies (2016)

El cineasta británico aporta un poético biopic de Emily Dickinson que lo reafirma como unos de los mejores directores de los últimos años.

El encanto de la burguesía se produce por los amores imaginarios que podrían llegar a tener. La protagonista de esta obra, Emily Dickinson (Cynthia Nixon), no cumplió con sus deseos amorosos, es más, ella debe luchar por un lugar en el mundo prestigioso de las palabras. Sus poemas son leídos y publicados en el diario solo si no los firma. Es el director Terence Davies quien le da una oportunidad a la escritora para que su voz no se apague, no solo en aquellos tiempos (siglo XIX) sino en los nuestros.

El relato se divide en dos partes, la primera en su etapa juvenil y la segunda en su era adulta. En el tramo inicial nos adentramos a su mansión en Massachusetts, donde vivía con su familia y estaba rodeada de un futuro incierto. En la mitad del tramo, ya podemos verla en su vida más madura, el de la frustración.

Los familiares que rodean a la protagonista (padres y hermanos) más las visitas contrastantes que reciben, como si la casa necesitara vivazmente de ello, ponen en juego constantes choques jocosos entre los personajes. Los diálogos recaen de forma ingeniosa e impactante a lo largo de la trama, mientras más nos adentramos, más serios se ponen. Las incomodidades surgen con la disputa de dos grandes pasiones para la autora: Su deseo de una amor no correspondido (ella misma se ve como una persona fea que no podrá conseguir pareja alguna) y su pasión por la poesía, que busca ser reconocida y glorificada antes de su muerte.

El cineasta inglés se enfrenta a un desafío no menor, realizar las escenas en plano interior, que lo convierte en su mayor virtud; y las imágenes comienzan a ser más que paredes y puertas cerradas, delimitan a un personaje más en la vida de la artista. Los ángulos cerrados y los encuadres utilizados de forma árida nos recrean un clima perfecto de encerramiento y nostalgia. Pero su encuadre perfecto radica en mostrarnos el interior de Dickinson, donde observamos sus mayores miedos y preocupaciones, el porvenir que no llega, los sueños que permanecen inmutables y su sublevación a Dios.

La excelente performance de Nixon es acompañada por temas musicales tajantes, no es casual la armonía que genera el director en cada toma. Tanto los temas sonoros como el silencio son herramientas empleadas de forma grandilocuente, dejando al espectador a merced de una historia biográfica, a veces aterradora otras un tanto embriagadora.

La propuesta termina siendo el retrato de una escritora estoica, donde sus palabras quedarán grabadas en este largometraje inolvidable. Terence Davies deja otra pequeña huella en el cine.

Puntaje: 4,5/5

Tráiler:

 

Roberto Iván Portillo

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