Crítica de «Carancho» de Pablo Trapero (2010)
El año pasado subieron a Netflix gran parte de la filmografía de Pablo Trapero, considerado como uno de los máximos exponentes del nuevo cine argentino surgido a mediados de los ’90. En sus películas se transmite la realidad social de la época, como también se toman personajes de la vida cotidiana para insertarlos en situaciones extraordinarias.
Entre ellas se encuentra «Carancho» (2010), un film que plasma a la perfección la viveza criolla argentina y la corrupción del sistema legal, policial y de salud, como también las malas condiciones en las que deben trabajar los médicos y ambulancieros en el país, con un abuso de largas horas de guardia sin dormir, instalaciones deterioradas en donde desempeñar sus tareas y malos salarios que no se condicen con el servicio que prestan.
Sosa (Ricardo Darín) es un «carancho», un abogado corrupto que vive de las víctimas de los accidentes de tránsito. Gracias a contactos que tiene, recibe datos del accidente y llega al lugar antes que todos para ofrecer sus servicios legales en nombre de una «fundación», para quedarse con parte de la indemnización que deberá repartir entre policías y paramédicos. Luján (Martina Gusmán) es una joven médica que realiza guardias en un hospital de San Justo, mientras se droga para soportar su trabajo y su vida personal. Durante una guardia ambos se conocen y comenzarán a entablar un vínculo, por momentos más cercano, por otros más alejado, pero que los llevará a tratar de salir de un mundo complejo.
Desde el primer momento, Trapero, junto a sus coguionistas Santiago Mitre, Alejandro Fadel y Martín Mauregui (nombres que fueron haciendo su propio y exitoso camino), nos propone un universo atractivo con dos personajes complejos y marginales. A primera vista está claro que hay buenos y malos en el relato, pero a medida que se van conociendo los protagonistas y van sucediendo distintos hechos, las intenciones en ellos van cambiando. Pero cuando quieran hacerlo será demasiado tarde y tendrán que sortear una gran cantidad de obstáculos para poder dar con su objetivo. Esos matices que le impregnan tanto Darín como Gusmán a sus roles demuestran la humanidad (y a veces la falta de ella) que se encuentran en situaciones límites, haciendo que por momentos el espectador empatice más o menos con ellos.
La historia va avanzando con un ritmo punzante, donde predomina un clima de suspenso y tensión constante que nos va a mantener atrapados en todo momento. A eso se le suman algunos giros interesantes y sorprendentes para culminar con un final totalmente inesperado que nos va a dejar con un sabor agridulce pero en un buen sentido, ya que le aporta credibilidad al relato que nos venían contando.
Los aspectos técnicos ayudan a construir el contexto propicio para que se desarrolle esta historia, con una buena ambientación de un conurbano bonaerense desprotegido, donde las fuerzas que deberían cuidar a los ciudadanos están más preocupadas en hacer sus negocios que en brindar seguridad y bienestar, y una fotografía bastante oscura y opaca, donde predominan las secuencias nocturnas para mostrar el caos, la desolación y marginalidad del lugar.
En síntesis, «Carancho» nos ofrece una historia bastante original que plasma de manera cruda, violenta y sincera una realidad del conurbano bonaerense. A través de un thriller atrapante, con tintes de romance, logra realizar una crítica hacia la corrupción del sistema legal, policial y de salud. Una buena ambientación y construcción de personajes marginales y lleno de matices termina de redondear un film potente y sorpresivo.
Puntaje:
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Samantha Schuster