Crítica de «Convaleciente» de Matías de Leis Correa (2020)

Es posible que el 2021 sea un año bastante parecido a su antecesor con respecto a la situación pandémica que nos mantiene alerta diariamente. Sin embargo, en materia de entretenimiento, los cines tienen un presente un poco más activo. A pesar de las actuales restricciones en el Gran Buenos Aires, en el interior del país es otro cantar. Gracias a su menor número de casos positivos, las salas tienen la suerte de abrir sus puertas. Por tanto, muchos directores pueden estrenar sus obras en la gran pantalla. Tal es el caso de «Convaleciente», la ópera prima de Matías de Leis Correa.

La cinta relata un día en la vida de Catalina, una mujer que convive con su hijo y su madre. Sus horas son abocadas mayormente al cuidado de Nilda (su madre), quien padece Alzheimer e incapacidad para moverse por su cuenta. Con motivo del cumpleaños número 70 de la anciana, reciben la visita de distintos familiares a lo largo de la jornada. Con cada encuentro se producen distintas situaciones que sacan a la luz la inestabilidad emocional de esa madre que lucha día a día por mantener todo bajo control.

Antes de ingresar a la crítica de la película, debemos mencionar que la obra tuvo un largo recorrido por festivales internacionales. Entre ellos podemos destacar que formó parte de la Selección Oficial del Madrid Indie Film Festival, el Rome Prisma Film Awards, el Barcelona Indie Filmmakers Festival y el ACTRUM International Film Festival. En este último certamen obtuvo los galardones a mejor dirección y mejor largometraje por elección del público. Si bien es el primer largometraje de Leis Correa, anteriormente rodó 5 cortometrajes con su productora De atar contenidos («Disociación», «Dormiré», «Mustio», «Polución» y «Más allá de Diciembre»), y trabaja activamente como docente, asistente de dirección y realizador en el ámbito independiente y publicitario.

Luego del visionado de «Convaleciente», lo primero que se queda dando vueltas en el espectador es la sensación de haberse sentido identificado en algún momento. La película respira un aire catártico y apunta, por sobre todas las cosas, a que el público empatice con algún personaje, alguna escena o algún sentimiento en particular. Tal vez esa sea su mayor apuesta y, también, su mayor acierto. Ya sea por el trato con algún familiar en situación similar a la de Nilda, por las discusiones entre madre e hijo o ciertas líneas de diálogo entre familiares/amistades, uno se siente representado por la afilada construcción de Matías. No está de más comentar que, si bien remarca en varias entrevistas que no se trata de una historia autobiográfica, la directora reconoce que la idea inicial del guion surgió de una experiencia personal con su abuela, quien tuvo la misma patología plasmada en el film y funcionó de inspiración del mismo.

Con respecto al apartado técnico: tiene una fotografía correcta, sin grandes sobresaltos. Aunque destacan algunos planos que aportan mucho al relato por su carácter descriptivo y anunciante. No hay que olvidar que desarrollar una historia completamente dentro de una casa, puede tener grandes beneficios en términos económicos, pero también ofrece muchas limitaciones de puesta en escena. Ese inconveniente se ve reflejado en pantalla. Sin embargo, también se puede relacionar la quietud de los planos con lo estancado de la cotidianeidad de Catalina.

El apartado sonoro es uno de los aspectos menos logrados en términos generales. La ausencia de toma de sonido directo y la implementación de foley, sumado a una mezcla de audio confusa, deriva en un audio un tanto artificial que no termina de cuajar con las imágenes. Por otro lado, la ambientación y dirección de arte constituye otro de los puntos fuertes, remontándonos a esas casonas anticuadas, llenas de habitaciones y recovecos con espíritu de conventillos de antaño. Al quienes se dejen llevar, les valdrá un fabuloso viaje a otras épocas.

No podemos cerrar este artículo sin mencionar a quienes encarnan a nuestros personajes. La actriz y cantante, Marisol Otero, es la protagonista absoluta de la trama con esa Catalina que se pone al hombro la cinta y nos regala una inmensa interpretación que pasea por decenas de sentimientos y estados emocionales. Proveniente del teatro, supo adaptarse a los requerimientos de la actuación ante cámaras y por si eso fuera poco, también entona «no me olvides», canción principal de la película. Sebastian Sinnot, actor en ascenso, se pone en la piel de ese hijo que convive entre conflictos familiares y sus propios dramas internos, rescatando el valor de quien le dio la vida. Y la eminencia de la enseñanza actoral, Graciela Muñoz, da vida a Nilda. Encaró con maestría la complejidad de crear un personaje que no emite sonidos ni posee gesticulación. Transmitir sentimientos tan solo con la mirada no es tarea fácil, pero en esta ocasión funciona muy eficientemente.

En conclusión, podemos afirmar que la cinta no brilla por sus formas, pero sí se eleva por su contenido, como pasa en la gran mayoría del cine independiente argentino. Es muy valioso que una película se sostenga por sí sola, sin grandes artilugios estéticos/visuales, ni grandes nombres detrás de escena. El cine es el arte de contar historias, y «Convaleciente» brinda una historia digna de darle play.

Puntaje:

 

 

Tráiler:

 

Javier Franco

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