Crítica de «El bebé de Rosemary» de Roman Polanski (1968)
No es por nada que “El bebé de Rosemary” es un clásico cuando se habla de las películas más importantes en la historia del cine. Basada en la novela con el mismo nombre de Ira Levin, con una dirección maravillosa de Roman Polanski y una actuación que le valió un Oscar a Mia Farrow, este filme tiene un lugar asegurado en salón de la fama.
La historia comienza cuando el matrimonio de los Woodhouse se muda a un nuevo hogar donde hay rumores de que está maldito. Una vez instalados encaran el proyecto de formar una familia cuando sus extraños y ancianos vecinos, los Castevet, irrumpen en su cotidianeidad formando una amistad intrusiva con ellos. La noche en la que la pareja decide pisar fuerte en la idea de la concepción de Rosemary, su vecina les regala un mousse de chocolate a cada uno, el cual deja con mareos a la protagonista y se desmaya en la cama, sufriendo una pesadilla. Ella despierta con arañazos en la espalda como consecuencia de que su marido decidió entablar relaciones sexuales de todos modos y tiempo después se enterará de que está embarazada. Con el correr de la gestación, la intromisión de los vecinos se acentúa y Rosemary comienza a sentirse extraña y con sospechas hacia ellos y lo que está sucediendo con su embarazo.
Narrada siempre desde el punto de vista de la protagonista, el film se beneficia por mantener una tensión constante en el espectador, con algunas situaciones que consiguen perturbarnos, pero sin caer en el recurso del susto, clásico en el cine de terror. Es más lo que genera una vez terminada la película que el suspenso de la narración donde se encuentra el factor del miedo del relato. Esto está tan bien logrado que es entendible que un gran número de producciones de terror de los últimos años tomen muchos recursos de esta obra.
Siendo una producción de finales de la década del 1960’, tal vez en su transcurso la película se torna un tanto lenta. Especialmente en el comienzo que tarda aproximadamente 40 minutos en pasar al segundo acto, pero por su forma de narrar nunca se vuelve tediosa. Es también muy interesante la apelación al simbolismo para construir y fortalecer el relato agregándole un extra de misterio.
En conclusión, “El bebé de Rosemary” es una excelente película de terror, que tiene una narración lenta pero tensa constantemente y que a casi 50 años de su estreno sigue siendo muy interesante. Es indudable su importancia y relevancia en la historia del cine.
Puntaje:
Tráiler:
Juan Pablo Molina