Crítica de “El niño que domó el viento” de Chiwetel Ejiofor (2019)

¿Qué pasa cuando nos encontramos en una situación en donde el panorama está totalmente en contra de nosotros? Se nos hace fácil creer cuando vemos el poder de Dios actuando, pero cuando llegan esos tiempos de tormento, dolor, angustia y temor, donde por más que oremos no encontramos respuesta, esos momentos en donde pareciera que Dios además de guardar silencio también ha desaparecido…. Tener fe ante la adversidad.

«El niño que domó el viento» es la película debut como director de Chiwetel Ejiofor, el actor de “12 años de esclavitud”. “La historia de William es una historia universal y creo que es parte del compromiso y la creatividad de los jóvenes y su espíritu profundo”, dice Ejiofor que también compone al padre de familia.

“El niño que domó el viento» está basada en el libro homónimo de William Kamkwamba y Bryan Mealere, del cual también se realizó un documental. Ahora llega a la plataforma de Netflix, con un drama duro pero inspirador.

Un chico de la República de Malaui decide ayudar a las personas de su pueblo construyendo una turbina después de leer un libro en el que se explican los pasos para su creación. Se basa en un hecho real: en plena sequía un joven logró generar energía eólica.

La cinta está dividida en capítulos (Siembra, Cosecha, Hambre). Durante el año 2001, una familia africana padece una terrible sequía que azotó a su aldea rural. Mientras que se ha perdido toda la cosecha y el gobierno no ayuda, los Kamkwamba aspiran a la posibilidad de que a sus dos hijos puedan desarrollar unos estudios: la joven Annie anhela a asistir a la universidad y su hermano menor, William (Maxwell Simba), ir a la escuela, algo que fue posible por un lapso breve de tiempo, debido a la situación económica que atraviesan. Pero el pequeño hijo posee una gran capacidad de ingenio, quien ve la luz al final del túnel, ante este sufrimiento, y logra hallar la manera de remediar esos malos tiempos. De esta manera, se propuso mejorar la vida de su aldea construyendo molinos de viento que permitieran tener electricidad y cultivar en todas las épocas del año.

Un relato sincero, que no profundiza en cada personaje, ya que su conjunto es lo que toma relevancia y es la esencia del film. Si bien ciertos pasajes se extienden y repiten de una forma innecesaria, aun así, es una historia encantadora, genuina y sin pretensiones. Un libro abierto sobre una historia dolorosa, plasmada con tacto, la cual desde otros puntos pueden existir en distintos hogares, con una excelente e inteligente actuación de Ejiofor, sin quitarle un ápice de protagonismo al verdadero eje central de la historia que es su hijo, el niño.

Un padre obstinado aferrándose a su cultura y un hijo que recurre a la ciencia para dar una solución, esa pequeña gran lucha es inmensamente atractiva, no son grandes y extensos diálogos los que podemos apreciar, pero sí los justos para dejar tanto atónito como pensante al espectador. Una familia que aprende y enseña a lo largo del film sobre la unión, creer, sostener y afianzar la fe. Posee una buena fotografía, las sensaciones que deben transmitir a los espectadores cada plano son las certeras. Sobre todo, en el tramo final. Además, los ciertos aspectos políticos que se tocan se encuentran hilvanados de forma correcta.

En síntesis, “El niño que domó el viento» es un relato donde se muestra que existe esperanza ante la ira y el odio, de no juzgar el potencial de nadie, una inspiradora historia de superación: es un alegato en favor de la propagación del conocimiento y la necesidad de madurar para sostenerse por uno mismo.

Puntaje:

 

 

Tráiler:

 

Noelia Giacometto

 

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