CINE

Crítica de «La Vida de Jagna» de Hugh Welchman y Dorota Kobiela (2024)

En 2017 se anunciaba con bombos y platillos la primera película animada pintada al óleo, «Loving Vincent». Con bastante éxito aunque lejos de los reflectores de lo realmente hiperpopular para las masas, el film logró recibir varios premios, muy buenas críticas y una base de apasionados fanáticos de su estilo. Casi de inmediato se anunció que iban a aprovechar el equipo de trabajo creativo que habían amasado, con cientos de pintores en sus filas, para realizar un segundo largometraje. Si «Loving Vincent» nos ganó a varios demostrando que su estilo superficial tan solo era un hermoso complemento de una ya buena película, solo quedaba entonces preguntarse si esta nueva cinta «tan solo» estaría a la altura de su predecesora o lograría subir la apuesta a algo más.

«La vida de Jagna» es una adaptación de una novela clásica polaca que le valió a su autor a principios del siglo 19 un Premio Nobel de literatura, un texto no solo celebrado sino parte integral de la cultura de Polonia debido al retrato fiel y naturalista de la sociedad, cultura y creencias o valores de la época. La que sufre esos tiempos en este caso es la titular Jagna (Kamila Urzędowska), una joven de un pequeño pueblo cuya belleza atraerá todo tipo de conflictos y problemas. Los dos problemas más importantes que disparan la trama son sus encuentros pasionales con Antek (un campesino casado y con familia interpretado por Robert Gulaczyk) y el interés que despierta en el hombre más rico del pueblo recientemente enviudado: Boryna, el padre de Antek.

Si el relato comienza como las desventuras de una mujer cuyo único pecado es ser vista como agraciada en un contexto de época frío y austero, no tardará mucho en virar en una suerte de macabra serie de pasionales y terribles eventos en el que de a poco cada miembro del pueblo jugará su papel para arruinar su supuesta bendecida existencia. La excusa de sus varios personajes es siempre que ella no es ninguna santa, y de alguna manera la narrativa se presta como para tener una lectura no necesariamente religiosa pero sí con el rol claro que juega en todos los eventos la fe de sus intérpretes. La película hace un gran trabajo de reflejar todas las tradiciones de la época, fortaleza particular de la novela original, y conecta perfectamente esos modismos con una maldad creciente en los tratos de todos para con Jagna. La fe ciega en la religión de algunos, o la voluntad firme por creer todo rumor una joven que tiene algunos pecados ya confirmados, transforma a los campesinos (título original de la novela, traducido al inglés como «Peasants») de humildes trabajadores con aspiraciones a máquinas de resentimiento dispuestas a todo en pos de obtener un pedazo de tierra o de que al menos no ver a otros con puñados de semillas que según ellos no deberían pertenecerles.

Dependiendo de cada miembro de la audiencia, «La vida de Jagna» puede ser fuerte pero catártica o simplemente un sinfín de desventuras francamente crueles en una excelente recreación de la Europa de principios de siglo 19 que de forma caricaturesca pero acertada refleja sorprendentemente cuestiones que nos complican hasta el día de hoy. Es un film potente y ambicioso que logra evocar bastante, con romances apasionados (o sus más crudas contracaras) como pocos quedan hoy en día tras el avance del puritanismo juvenil que quiere al cine como una producción de Disney, o incluso momentos que sin ningún tipo de estética sonora, visual o de montaje típica de terror sin dudas lograrán transmitir una incomodidad a varios miembros de la audiencia como usualmente solo puede hacerlo el género del horror. Pero «Jagna» no podría distar más de eso en su estética, y habla muy bien de la cinta que recién a esta altura hablaremos de su animación.

Si «Loving Vincent» era una fiel reproducción del estilo de Van Gogh adaptado funcionalmente a un bastante buen relato, «La vida de Jagna» ya es una ambiciosa película animada (con algunas transiciones y composiciones bellísimas) combinada con una narrativa que redobla esa misma apuesta. Seguramente para muchos valga más un producto sólido como lo fue el anterior largometraje de este mismo equipo, pero en una época en la que la ambición es reprochada, esta película vale su peso en granos de trigo.

Puntaje: 


 

 
Tráiler:


 

Leandro Porcelli

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