Crítica de «Las Mil y Una» de Clarisa Navas (2020)
Tras su debut en «Hoy partido a las 3» (2017), Clarisa Navas vuelve a otorgarnos una mirada bastante personal sobre la adolescencia en un film que está potenciado por el realismo que la realizadora le imprime al relato al igual que con la crudeza con la que por momentos nos presenta ciertos acontecimientos.
«Las Mil y Una» se centra en Iris, una chica de 17 años, que ha sido expulsada recientemente de la escuela y pasa los días y las noches calurosas del barrio Las Mil Viviendas de la provincia de Corrientes pasando el rato con sus amigos, sus primas, y vagando por las calles vacías de la ciudad. Un buen día, Iris conoce a Renata, una muchacha fría y segura de sí misma, de la cual comienza a sentirse atraída. El problema, es que en su barrio corren fuertes rumores sobre el pasado de Renata y todos le aconsejan que no se acerque demasiado.
Esta especie de coming of age pone el foco en los vínculos y las relaciones afectivas durante la adolescencia en el seno de una comunidad del interior donde los círculos sociales son más pequeños y donde los rumores circulan fuertemente. Lo interesante de este largometraje, además del profundo sentimiento que le imprime la directora a la narración, tiene que ver con ese registro que recuerda al cine documental donde la cámara se presenta como una especie de testigo invisible y como una persona más del grupo. Ese recurso, que emplea bastante cámara en mano, le da una sensación de realismo que enriquece la experiencia de visionado. Además, la obra trabaja muy bien la cuestión del despertar sexual, así como también la diversidad dentro de la sexualidad.
El film además de presentar actuaciones más que convincentes por parte de su joven elenco, se preocupa por desarrollar la personalidad de cada personaje haciendo que resulte totalmente natural sus interacciones y sus vínculos. No solo se trabaja el amor, el sexo, los tabúes que presentan las sociedades más conservadoras del interior que influyen en el accionar de la protagonista (la cual en un principio no quiere reconocer que se siente atraída por otra chica) sino que también se trabaja muy bien la cuestión del prejuicio, la inocencia y por sobre todas las cosas la amistad. La amistad está retratada de una forma tan orgánica y personal que motiva las emociones en el espectador.
«Las Mil y Una» es un film efectivo, emocionante y bien narrado que moviliza a reflexionar sobre la convulsionada etapa de la adolescencia, así como también a verla desde una perspectiva más autóctona y actual. Una historia de amor destacable.
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Martín Goniondzki