Critica de «Las Rojas» de Matías Lucchesi (2022)

La semana santa nos regala un fin de semana XXL y, si no te fuiste de vacaciones, ir al cine se convierte en uno de los entretenimientos familiares que más motiva a salir de casa. La renovación de cartelera nos trae a «Las rojas», un western mitológico nacional protagonizado por Natalia Oreiro y Mercedes Morán. La sinopsis nos adelanta el cruce entre una experimentada paleontóloga (Morán) que custodia los restos fósiles de un hipogrifo (animal mítico mitad ave mitad león del que no se tiene certeza de su existencia) y una recién llegada bióloga (Oreiro) que viene a supervisar los trabajos en el lugar.

El encargado de llevar la producción a buen puerto fue Matías Lucchesi. Desde sus inicios, el cineasta cordobés, se caracterizó por rodar en lugares naturales donde muchos no se atreven. Hizo su debut cinematográfico con la galardonada road movie «Ciencias naturales» (2014) y continuó su camino con el thriller «El pampero» (2017) donde, a pesar de trabajar con celebridades como Julio Chávez y Pilar Gamboa, se mantuvo dentro de los límites del cine independiente. «Las rojas», su tercer largometraje, supuso su primer salto hacia el cine comercial de grandes presupuestos.

Otro detalle digno de mencionar, antes de iniciar nuestro análisis, es quién fue el coguionista de la obra. Se trata de Mariano Llinás, un experimentado guionista, productor y director que, entre sus muchas cintas destacadas, cuenta con «La flor», un filme con la particular duración de 14 horas.

Cuando pensamos en la película, se vuelve difícil establecer las pautas que definan su género. A primera vista es un western, pero ni su propio director la asume como tal. Tiene algunos tintes de fantástico, un poco de buddy movie (películas de amigos), algunos pasajes filosóficos y hasta juega brevemente con la crítica social y el humor. Todo ese mix de subcapas la convierten en un híbrido bastante inusual en la industria nacional. El panorama internacional está plagado de cintas heterogéneas imposibles de encasillar, pero la industria autóctona aún se mantiene bastante fiel a las claves que hacen a cada género. Por ese simple motivo, que implica consumir algo distinto en la pantalla, ya vale el visionado.

El metraje tiene una modesta duración de 92 minutos que alcanza para contarnos una historia bien ejecutada y sin cabos sueltos. Recorremos el film a la par del personaje de Natalia Oreiro y descubrimos los puntos importantes junto a ella. En este sentido la construcción del guion está bien enhebrada, ya que la narrativa sigue su propio ritmo. No hastía, pero tampoco desembolsa toda la información de un tirón. En algún lugar, se permite jugar con el espectador. En varios momentos cambia nuestro parecer sobre cada protagonista en base a sus diálogos. Bajo la misma línea, se divierte mutando la tonalidad general de la obra. A pesar de arrancar con un gag puramente cómico, se desarma para ir a su parte más indie, para luego continuar por el western y seguir zigzagueando entre el drama, el suspenso y el fantástico.

El par protagónico genera una química correcta. La actriz uruguaya (Oreiro) tiene en su rol el trabajo más complicado porque cuenta con el desarrollo de personaje más elaborado de todos. A su vez, construye un personaje pensante que mide sus palabras con detalle, lo que deriva en pocas líneas, pero mucha expresión corporal. Como contrapartida contamos con la actriz argentina (Morán) que luce todo su talento componiendo un decidido, autoritario y vivaz personaje. Ese choque generacional entre ellas es el pilar fundamental del film y el principal objetivo del director. En el medio La voz declaró: «La joven que interpreta Natalia Oreiro va con el deber ser bajo el brazo, con un manual de vida de cómo deberían ser las cosas, mientras que Carlota (Morán) está de vuelta y sabe que las cosas muchas veces no funcionan como deberían o como uno espera. Se produce así un choque de visiones y una de ellas tiene que pasar por una experiencia de riesgo que refleja hasta dónde es capaz de llegar la ambición del hombre».

El tercer protagónico es interpretado por Diego Velázquez. Su función, básicamente, es la de antagonista. Y si bien su participación es indispensable para el correcto funcionamiento de la cinta, resulta ser el personaje más chato. No es consecuencia del talento actoral de Velázquez o de sus minutos en pantalla. El problema radica en la nula evolución de personaje. Así como es presentado, se mantiene hasta el final, cuenta con pocos matices y termina restando al resultado final.

Como era de esperarse, se hace uso del majestuoso paisaje que brinda Mendoza, lugar donde se rodó la película, y generaron una fotografía llena de planos generales, siluetados y puestas de sol. Fruto de ese excesivo campo abierto se puede notar en las mejillas de las actrices el rojizo color producto de los rayos solares. Los pocos efectos visuales que tiene son correctos y la producción general tiene un buen desempeño. Todo lo referente a ambientación es creíble y verosímil, lo cual no es algo sencillo.

En resumen, «Las rojas» es un film atípico dentro del cine argentino. Busca dar su aporte al renacimiento del western con el particular toque fantástico/mitológico y sus bellos paisajes de las montañas mendocinas. Las protagonistas mantienen en orden el desarrollo de la historia y cuenta con uno de los plot twist finales más inesperados que pude ver en los últimos meses. Si buscas salir de los clásicos policiales y comedias genéricas, ésta es tu mejor opción.

Puntaje:

 

 

Tráiler:

 

Javier Franco

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