CINE

Crítica de «Sin Códigos» de Thomas Arslan (2024)

«Sin Códigos» es una película de cine negro moderno que nos pone en los zapatos de un criminal con años de experiencia y nos muestra la forma de vida que le permitieron mantenerse en el juego por décadas. Su título original se traduce al inglés como «Scorched Earth», término militar que indica la estrategia de destruir todo aquello que le permita directa o indirectamente al enemigo ser capaz de continuar luchando. Participó del Festival de Berlín de este año en la sección de Panorama y es una continuación del personaje nacido en la ópera prima del director, una secuela postiza que realmente no requiere que la audiencia esté siquiera familiarizada con «En las sombras» de 2010.

Trojan es un ladrón experto que ha construido su día a día para poder subsistir en el ambiente del crimen organizado. Rotando estadías en hoteles sin tener más pertenencias que un auto y un bolso con ropa, teniendo como únicos lazos sociales conexiones profesionales que mantiene de todas maneras a una distancia prudente.

El filme contiene poco diálogo, aunque la claridad narrativa en cuanto a guion y dirección de Thomas Arslan permiten que todo se encuentre siempre a simple vista de la audiencia. Su ritmo lento mantiene una dinámica metódica reveladora que ayuda a desarrollar todavía más a nuestro protagonista de pocas palabras. El resto de personajes ayuda también a revelar el tipo de personas que encuentran en la actividad criminal un sostén sea económico o incluso de otros tipos. Vamos a ver colegas que se han salido del juego, otros que han avanzado en la pirámide e incluso novatos que encuentran tentador lo que sus particulares habilidades les permiten con un arriesgado pero relativamente simple esfuerzo.

Pero es en su antagonista en el cual la cinta encuentra un particular punto de inflexión e interés. Si bien el protagonista Mišel Matičević hace un excelente trabajo mostrando a un hombre frío y estoico capaz de llevar adelante la vida a la que se atiene y la que se autoimpone, pero es en la espectacular actuación de Alexander Fehling donde la película encuentra un nexo entre el mundo realista que desarrolla y las emociones de carácter mucho más cinematográfico que sirven como inevitables consecuencias de un peligroso negocio inherentemente violento. El duelo entre ambos personajes, que pasan gran parte de la película sin conocerse o sin siquiera saber cómo se ven, lleva la frialdad de la narrativa a momentos más que interesantes hasta un clímax que va desde una persecución tan realista como tensionante, hasta un enfrentamiento final que ya pone las cartas sobre la mesa revelando a cara lavada las influencias más estilizadas que llevó siempre bajo la manga. Particularmente «Heat», al igual que otros ejemplos del cine de Michael Mann.

«Sin Códigos» es una película para aquellos capaces de disfrutar de un ritmo lento y de poco diálogo. Propone una experiencia que deja de lado a grandes rasgos todo artificio juvenil para entregar de todas maneras un relato satisfactorio e interesante en el mismo molde que el cine alemán nos viene entregando producciones modernas acostumbradas a realizar de muy buena manera sus modestas ambiciones.

Puntaje: 


 
 
 
Tráiler:

Leandro Porcelli

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