Crítica de «Sinónimos: Un Israelí en París» de Nadav Lapid (2019)
«Synonyms», tercera película de Nadav Lapid -también responsable de las cintas “Policeman” (2011) y “La maestra de jardín” (2014)- es un relato lineal, pero puede resultar difícil de seguir de todas formas. Es, ante todo, una obra subjetiva, tanto en su abordaje técnico como en la temática que desarrolla.
Seguimos la historia del joven Yoav (Tom Mercier), a quien vemos llegar a París una noche. Entra en un departamento vacío, y en los escasos minutos que pasa dándose una ducha, alguien aprovecha su descuido para robarle su bolsa de dormir y su mochila con todas sus pertenencias. Tras salir desnudo a pedir ayuda entre sus vecinos, vuelve a la ducha para tratar de mantenerse en calor. Allí lo encuentran más tarde, desmayado, Émile (Quentin Dolmaire) y Caroline (Louise Chevillote), una pareja también residente del edificio. Émile lo asiste prestándole ropa, dinero y un teléfono celular.
Él proviene de una familia acomodada, y se quiere dedicar a ser escritor, aunque no parece tener mucho éxito. Caroline se dedica a tocar el oboe en una orquesta local. La pareja representa un estereotipo de jóvenes franceses, bohemios y sensibles, pero acomodados. Yoav por su parte, llegó desde Israel con el objetivo de “hacerse francés”, ni más ni menos.
Ese sentimiento será el hilo conductor de gran parte del relato; Yoav está todo el tiempo consultando en un diccionario francés diferentes términos peyorativos para referirse a su país natal, a la vez que se rehúsa terminantemente a pronunciar el hebreo. Cuando su familia intenta contactarlo y ayudarlo, los rechaza en inglés. En el medio, lo vemos conseguir empleo en la embajada de su país, empleo que boicotea por sus ideales. Vemos fragmentos de su paso por el servicio militar, en historias que le “regala” a Émile, y lo vemos involucrarse sentimentalmente con Caroline. En una de las escenas más fuertes del film, Yoav se ofrece como modelo erótico, y a las exigencias físicas del fotógrafo se le suma el pedido de exclamar frases en su lengua nativa; somos así testigos de una suerte de abuso simbólico del protagonista.
No menos importante que todo esto, vemos también cómo Yoav asiste a un curso para extranjeros como requisito previo a obtener su ciudadanía francesa. Frente al abrazo de una nacionalidad en rechazo a otra, nos encontramos con que en el fondo las cosas se reducen a procedimientos burocráticos.
Retomando lo dicho al principio, «Synonyms» se destaca por su acento en lo subjetivo; Lapid retoma elementos autobiográficos (él también fue un extranjero en París), al igual que en sus demás realizaciones, pero se le suma a esto el hecho de que nunca abandonamos la perspectiva de Yoav. Ni siquiera en el repaso de sus recuerdos. Tanto es así que, siendo un recién llegado a una de las ciudades más destacadas del mundo, París no se siente prácticamente como protagonista de la trama. En ese sentido, la elección de Mercier como encargado de ponerse en la piel de Yoav es sin duda el punto más fuerte de la obra. Su trabajo acompaña a la perfección el viaje emocional del personaje, desde sus momentos más vulnerables hasta los más desenfrenados. Si tenemos en cuenta que este es su debut actoral, es doblemente destacable su desempeño.
Todo esto le valió el Oso de Oro en Festival Internacional de Cine de Berlín en febrero de este año, haciéndola una obra más que recomendable, sobre todo para quien conozca y disfrute de las producciones independientes.
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Bruno Jara