Crítica de «Vrutos» de Miguel Bou (2025)
A casi tres décadas de que «Pizza, birra y faso» irrumpiera en nuestra industria junto al resto del Nuevo Cine Argentino, el subgénero que luego se popularizaría en la televisión sigue tan vigente como nunca encontrando nuevas maneras de mantenerse fresco. Aquella exploración tan vivencial de la marginalidad en la pantalla grande de la mano de Bruno Stagnaro y Adrián Caetano dio lugar a construcciones más amigables en la pantalla chica. Primero con la excelente «Okupas» del mismo Stagnaro y luego con producciones con similar espíritu en los trabajos televisivos de Caetano («Tumberos»), alguna otra de Stagnaro («Un gallo para Esculapio») o productos mucho más empaquetados como son «El Puntero» de Pol-Ka o la muy exitosa «El Marginal», colaboración de Caetano con los hermanos Ortega. Este es un género que se mantiene contemporáneo no solo por los ciclos que repite la situación económica y sociopolítica del país sino además porque los talentos que le dieron vida delante y detrás de cámara en sus inicios continúan avivando su llama.
«Vrutos» regresa ese subgénero que se había apropiado la televisión a una realización estética digna de la pantalla grande. Cuenta las dificultades de un padre (Dante Mastropierro) intentando criar a su hijo Brian (Gregorio Barrios) lejos de los vicios y el crimen que lo criaron a él en los monoblocs de Lugano de los que todavía no lo ha podido alejar. Uno de sus principales problemas, y a la vez su principal aliado en esta difícil crianza es el tío de Brian (Diego Alonso Gómez) que sirve como guardián y a la vez nexo directo con los males de los que intenta protegerlo el padre. Su mayor atractivo en cuanto al elenco es sin dudas reunir a dos de los protagonistas más destacados de «Okupas», Mastropierro y Alonso Gómez, pero sería una acción vacía si no fuese porque además los junta en un proyecto que usa su dinámica y carisma conjunto como pilar dramático para contar su trama.
El manejo de tensiones que hace el guion permite sentir cómo el drama siempre está al caer, mientras que el director Miguel Bou («La Oveja Blanca», «La Reina del arroz con pollo») y el director de fotografía Fer Rodríguez se encargan de la difícil tarea de imprimirle una fuerte estética al film que no obstaculice en absoluto las escenas con diálogo entre naturista e improvisado por parte de los protagonistas. La química del elenco está muy bien lograda, además de evidenciarse la labor de ensayos en pre-producción a la hora de llevar a la pantalla algunos planos secuencias enfocados (como no suele ser usual) más en la dramática inherente del diálogo en lugar de acción vacía o coreografía en pantalla. Obviamente su rasgo más evidente no hace falta aclaración: es en blanco y negro; pero la ausencia de color en su fotografía es tan solo un elemento de toda una propuesta visual mucho más que simplemente cuidada, tanto con su elección como composición de planos ayuda a brindarle a la narrativa un ritmo del que suele encargarse únicamente el guion.
El guion por su parte emplea elementos que pueden ser útiles bien utilizados, como el melodrama, los clichés y los golpes bajos, pero las construcciones a las que apunta no logran llegar a buen puerto debido a algunas actuaciones que no consiguen tomar el alto vuelo propuesto. Afortunadamente toda la construcción estética y la indudable química no solo entre el elenco sino también entre el director y la experiencia de vida en estos barrios, hace que la experiencia se mantenga en todo momento entretenida y relativamente intrigante. Al menos hasta un tercer acto que no logra sortear por completo la difícil tarea de balancear la vida real con una ficción que procura condimentar su verosimilitud con lo pochoclero.
«Vrutos» es un drama de barrio que gracias a su propuesta estética, no solo limitada a la ausencia de color, amerita un lugar en la cartelera para intentar llamar la atención de audiencias ya acostumbradas a ver este tipo de historias en la pantalla chica. Pero su mérito radica en ofrecer una trama familiar de una forma personal y popular a la vez, por varios momentos trascendiendo sus clichés para entregar entretenimiento que se gana regresar este género a su hogar en la gran pantalla.
Puntaje:
Leandro Porcelli