Entrevista a Adrián Biniez, director de «Las Olas»

El director de cine Adrián Biniez nació en 1974 en Remedios de Escalada, Provincia de Buenos Aires. En su adolescencia, década del 90’, era cantante en su banda de rock “Reverb», pero ya llegando a los 2000’, cuando tenía unos 26 años se mudó a Uruguay. Se insertó en el mundo del cine como actor en un papel chico para la película “Whisky”, pero luego comenzó a trabajar como guionista para la serie “Los informantes”. Esto le permitió dirigir dos cortos («8 horas», 2006 y «Total Disponibilidad», 2008). Como director realizó dos películas, «Gigante» (2009), ganadora de varios premios en festivales regionales e internacionales, y «El 5 de Talleres» (2014).

Este año presenta “Las Olas”, su nueva película, más experimental, en las salas de cine argentino y conversamos con él sobre ésta y acerca de varios temas relacionados a la producción cinematográfica.

– ¿Cómo te surgió la idea de «Las Olas»?

– La idea de la película surgió. Yo me anoto como las ideas que tengo, ideas vagas, lo que sea. Salí a caminar por Montevideo y vi a un pibe con un skate que tenía pinta de que era un porteño, con mochilita en skate a las 10 de la mañana; es esto, se me ocurre una película o una idea que después es una mierda. Onda un pibe que se despierta en rosario y dice “uh yo me voy a Montevideo”; agarro el skate y se baja ahí en Montevideo y se empieza a conocer gente y así la gente no sabe quién es, como una cosa de aventura; y muchas veces termina ahí, o capaz termina en otra idea.
A mí se me ocurrió la idea de una película y yo dije “ah mira, esto se parece a algo que se me ocurrió antes” y ahí me acordé de otra cosa que se llamaba “Las Playas”, que era de un tipo que estaba con la familia en la playa y cuando se metía al mar salía en otra playa con otra gente. Me gustó la idea y ahí empecé a escribir.

¿De qué se trata la película para vos?

– Para mí, yo soy muy de la idea de un tipo que se mete al agua y sale en otra época de su vida, así como bien cabeza. Después me cuesta mucho interpretarla, a veces me la juego y digo boludeces o cosas. Pero me es un poco esquivo. ¿Vos que decís?

 Yo le encontré dos posibles. Primero como una cierta metáfora de que cuando uno se muere recorre los aprendizajes de su vida y entiendo al verano como un lugar en el que se está libre más de instituciones, más que nada de pequeño, donde te nutrís de los recuerdos que más te quedan. Yo entendí eso, que era como un viaje autorreferencial sobre las lecciones más importantes que aprendió Alfonso a lo largo de su vida.

– Sí, el verano tiene un espíritu muy especial y es verdad esto, está como libre de muchas instituciones y principalmente de esta institución de la rutina; como un espacio donde se ponen muchas expectativas. Como el “Che vámonos de vacaciones” que después se cuentan anécdotas por años. Eso que decís vos también es una interpretación cercana y válida, pero es a posteriori; nunca pensé, voy a hacer esto para que dé esto. Es algo que se va dando con lo que después te encontrás. Y a veces me cuesta porque no me voy dando cuenta. Porque con una mirada externa me encuentro con cosas que comunicaban que no pensé. Más allá de las cosas obvias que están en la construcción formal de la obra.

 ¿Por qué el orden de las secuencias?

– En el guion había otro orden, después en el primer o segundo corte que hicimos con Pablo Riera hubo otro orden. El orden que estaba al principio no funcionaba mucho la primer y la segunda secuencia. Después apareció Alejo Moriyanski que nos dijo “tienen que mover esto, ir de acá para allá”, nos hizo hacer una especie de enroque y quedó bien. Después la idea fue siempre que no sea cronológico; porque yo podría haberlo hecho de la niñez hacia la adultez, pero no me gustaba, no me parecía que tenía mucha simpatía.

Claro, de forma lineal perdía mucha ambigüedad también.

– Sí, por eso, capítulos que si ibas saltando podían aparecer paralelismos que tal vez no surgían de forma cronológica. Tampoco quería un arco narrativo clásico, con un clímax y un plot armado. Quería algo más bien con episodios muy marcados.

– Como con una dinámica de serie con capítulos de quince minutos.

– Sí, es algo episódico. «El 5 de Talleres» también tiene esta lógica pero mucho más sutil. Yo con «Las Olas» tenía bien en claro que quería hacer algo episódico, bien anti naturalista y esto venía desde el vamos.

– ¿El rodaje de «Las Olas» cómo fue?

– El rodaje madre fue de unos 19 días, primero grabamos todas las secuencias, después las animaciones y luego en 2 días la secuencia de los niños. Aproximadamente 21 días en total. Era un equipo muy chico, 9 personas, en el equipo técnico más Alfonso y el resto de los actores. Era un equipo más de amigos, pero se laburó de una forma muy dinámica. Yo hace rato quería trabajar con un equipo más chico, tenía ganas de experimentar ese tipo de modelo.

 A lo estudiante…

– Sí, me fascina. Era una mezcla entre lo profesional y lo amateur. Para mí es algo que contiene las dos cosas, como que tiene más espíritu.

– ¿Y los resultados cómo los iban pensando? ¿Cómo se auto pensaban?

– Hay episodios con los que fuimos con un plan de rodaje mucho más marcado en cuanto a los planos. Pero otros que los fuimos experimentando mucho y fuimos probando con distintas opciones, siempre abiertos en equipo y opinando; donde se daban muchas idas y vueltas; por lo que era buenísimo ser pocos porque capaz con mucha gente no está esa posibilidad. Pero sí probando en general. Con el final nos pasó que los primeros no nos gustaban, estábamos ahí y dijimos “¿y si filmamos acá?”, uno hizo un chiste, yo contesté con otro chiste y quedó así.

– ¿Qué expectativas tenés con la película?

– La película se estrenó en Uruguay hace tres semanas, estreno chiquitito, pero con buen espíritu y estuvo muy lindo. Para mí la expectativa era muy distinta a las películas anteriores en las que pensaba mucho como sería la recepción. Pero ésta no.

– Claro, era más experimental.

– Sí, también entendía que era una película que a mucha gente no le iba a gustar y a mucha otra sí. Pero hasta que no la vea la gente falta algo. También me pasaba que como es una película de Uruguay, grabada en Uruguay y yo vivó allá. Pasé la mitad de mi vida acá y estrenarla en Argentina me genera muchas emociones.

 ¿Cómo decidiste trabajar en cine?

– Eso es raro, una de las tantas cosas que quería hacer de pendejo era ser director de cine, a los diez años. Antes quería ser escritor y después intenté ser músico. Cuando vivía en Argentina, nunca me vinculé con gente del cine, más que comprando revistas y ser medio cinéfilo, siempre era espectador. Ya a los 26 creía que no iba a poder hacer cine, de repente me fui a vivir a Uruguay y ya era amigo de Pablo Stolli y de Juan Revella que eran directores. Ellos estaban con un trabajo que no podían terminar, yo les había mostrado una vez un guion y me dijeron que lo termine con ellos. Ahí empecé a escribir una serie y después quise probar escribir un guion de película. Escribí bastante, se los mostré a ellos y me dijeron de hacer un corto que salió bastante bien, y ahí fuimos con la película.

– ¿Cómo sentís la diferencia de escribir para la tele, un corto o el cine?

– El corto a mí me parece lo más difícil, pero es más que nada una diferencia de estilos. Pero la tele es extraña. Por ejemplo, ahora filmé una serie que escribí el año pasado. Y la serie comparada con la película es más complicada, implica un arco argumental gigantesco en el que te perdés en el medio, editando, escribiendo. Yo con las películas siempre tengo más en claro qué plano viene primero y cuál después, con la serie es un ida y vuelta constante para chequear.

– ¿Tus influencias cuáles son?

 A mí me gusta mucho Tarantino. Yo creo que «Pulp Fiction» la vi en el Gaumont y a la semana la vine a ver de nuevo. Pero en general me gusta de todo, desde el cine clásico, el de género, las cosas más experimentales, hay muchos directores que me fascinan y me los pongo a investigar. Por ejemplo, descubro a uno que me gusta y me planteo ver todas las películas.

 Si tuvieras que mencionarme una película…

– Me cuesta mucho, pero te digo una que vi hace poco que me encantó. Hace unos días vi «Saint Jack» de Peter Bogdanovich, que es del 79’ y está buenísima.

 ¿Estás al tanto de lo que está sucediendo con los recortes al INCAA?

– Sí, vivo allá, pero llega todo. Una desgracia atómica. No estoy al detalle de la situación, pero estoy seguro de que esto no va a impactar bien. Pero si la jugada implica correr a las productoras chicas del juego, a la larga va a estallar.

 ¿Cómo ves la influencia de las grandes cadenas de streaming y de las series?

– Eso es un mundo extraño. Pero sí creo que está sucediendo que la gente consume mucha serie.

– ¿Y eso lo ves como positivo o negativo? Porque por ejemplo Lucrecia Martell lo ve como una catástrofe para el cine.

– Yo no lo veo así, desde que aparecieron los talkies, la televisión y los videoclubes se anunció la muerte del cine. Yo creo que la gente está consumiendo muchas películas en las casas. Lo que se está perdiendo mucho es que películas más chicas pierden peso y eso no está bueno.

Juan Pablo Molina

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