«La Purga», entre la corrupción moral y la repugnancia social

Un sonido estremecedor anuncia el fin de la serenidad y el comienzo de la actividad criminal legalizada en la saga de «La Purga», en donde, por detrás de un llamado a la catarsis ciudadana, se esconde una táctica de control poblacional.

Cada sociedad está regida por normas que no sólo orientan el accionar de sus habitantes, sino que lo limitan en pos de salvaguardar la integridad ajena. Pero, ¿qué pasaría si la estabilidad que brindan esas reglas se derrumbara junto con ellas al ser anuladas? Ese es el interrogante que potencia a la saga de «La purga», pues gira en torno a la existencia en Estados Unidos de un periodo anual de 12 horas en donde todos los crímenes se vuelven completamente legales, y en el que cada uno de los servicios de emergencia se declaran cancelados e inutilizables.

El evento se articula alrededor de una idea rectora: la liberación de los impulsos violentos, en un lapso breve pero enérgico de tiempo, que logre garantizar la tranquilidad durante el resto del año y que lleve a la purificación de las almas de quienes decidan participar. Ellos, en nombre de Los Nuevos Padres Fundadores, reclaman ejercer el que llaman su legítimo derecho, que no es más que una fachada para encubrir una limpieza social y un odio de clase.

Tal escenario de irreverencia y devastación, escrito y dirigido por James DeMonaco, ya había sido vislumbrado por el filósofo inglés Thomas Hobbes, quien presentó al ser humano no sólo como agresivo por naturaleza, sino como interesado en satisfacer sus propios impulsos y deseos. El otro se convierte en un enemigo, la ley común brilla por su ausencia, y la guerra del todos contra todos se abre espacio para tornarse una realidad.

Por ende, «La Purga» lleva a la pantalla grande esa visión del hombre que, de acuerdo a la inestabilidad y desconfianza que genera el suceso de la purga, sufre la destrucción de sus valores morales. Pues, ¿dónde puede habitar la piedad si su casa madre, el pacto social, ha sido demolida?

Al correr el telón que se levanta frente a la purga anual se descubre otro elemento, de la mano de la primera entrega de la saga, «La noche de la expiación»: que aquella ocasión no es más que una justificación para eliminar a los sectores indeseables de la sociedad y servir a la minoría rica, blanca y poderosa de la sociedad estadounidense. Y es allí, desde sus equipadas fortalezas, donde gozan de masacres privadas y exclusiva protección.

Los pobres e indigentes no sólo son víctimas de estos grupos privilegiados, sino que, como se ve en «12 horas para sobrevivir», el mismísimo gobierno participa activamente del cruel evento, en busca de una nación renacida y expiada. Los Nuevos Padres Fundadores y sus seguidores son el reflejo de los sectores republicanos, conservadores y nacionalistas de la sociedad estadounidense actual. Aquella derecha, enemiga de las minorías, las mujeres y los pobres, encuentra un paralelismo en la saga, que enseña su siniestra y oculta lógica: que cuanto más pequeña sea la porción de indigentes, menor es el dinero que tendrán que invertir en ellos, en materia de apoyo social.

Higiene y pureza se entrelazan con un desprecio de clase y una carencia de conciencia social. El panorama parece desolador. Pero en la saga se deja entrever una pizca de esperanza de la mano de un personaje que aparece en las entregas del 2013, 2014 y 2016: Dante Bishop (Edwin Hodge), un afroamericano sin hogar que es perseguido en la primera película, para luego convertirse en miembro de la resistencia en la segunda, y pasar a dirigirla en la tercera.

En ella, Dante se convierte en la imagen de otro tipo de sociedad, en donde la purga y su régimen serían eliminados, pero no combatiendo fuego contra fuego, sino nutriéndose de aquello que, también, hace al ser humano, y que a él le ha permitido sobrevivir: la compasión.

En síntesis, y de cara al estreno del último film de la saga, «La Purga» recoge un ideario antiguo: el del hombre como propulsor de maldad en su forma originaria. A ello se le agrega la verdadera causa del evento, que circunda alrededor de la pulcritud poblacional y el fastidio hacia los marginados sociales. Pero, casi de manera simbólica, se va formando un horizonte más optimista, que se encarga de demostrar que el camino de la violencia, aquel que parece más fácil, no siempre es el indicado.

 

Milagros Maffione

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