32° MDQ Film Fest: Entrevista a Gustavo Rondón Córdova, director de «La Familia»

«La Familia», nueva película del director venezolano Gustavo Rondón Córdova, que participa de la Competencia Latinoamericana del 32° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, se centra en Pedro, un niño de 12 años que vive con su padre en “el bloque”, un barrio muy humilde de Caracas, Venezuela. En medio de una pelea callejera, Pedro mata por accidente a otro chico de un lugar rival todavía más peligroso. Temiendo por una violenta venganza, su papá Andrés decide llevárselo lo más lejos posible para mantenerlo a salvo. Así es como padre e hijo comenzarán un viaje tanto externo como interno, tratando de sobrellevar distintas situaciones que se les presentan.

Cinéfilo Serial tuvo la oportunidad de entrevistar a Rondón Córdova para profundizar un poco más acerca de la realización del film y la violencia que existe en Venezuela, la cual tiene un rol muy particular en la película.

¿Cómo surgió la idea de realizar el film?

Desde mis cortometrajes venía explorando el tema de las relaciones familiares, de los conflictos que suceden con esos vínculos que no elegimos y que en muchas ocasiones se quiebran o se deterioran por motivos no tan claros, no tan conscientes. «La Familia» es una exploración de esos vínculos pero sumando un personaje que me interesaba mirar y narrar, la ciudad donde crecí y vivo, Caracas, ese lugar que con su circunstancia actual invade la vida íntima y nos impone una cotidianidad que deshumaniza. Quizás la característica que más identifica a este lugar, a este momento, es la violencia, una esparcida en cada relación humana, en cada interacción entre ciudadanos y espacio. Y en gran medida, no es una situación única de este país pero nuestras proporciones son sin duda particulares. Elegí trabajar una historia íntima de dos personajes que están separados, entre otras cosas, por la violencia que los circunda y a través de ésta misma, se verán forzados a estar juntos nuevamente, a conocerse de vuelta, a generar, quizás, una nueva posibilidad, una existencia distinta.

¿Cómo se trabajó con los actores protagonistas para conseguir la química y esta relación particular de padre e hijo?

En el caso de Reggie y los niños, el trabajo comenzó desde un taller de preparación que diseñamos para que los chicos estuvieran con nosotros conociéndose, ejercitándose, recibiendo algunas técnicas básicas de asumir una escena desde una situación supuesta, siempre desde su propia vivencia o su propio banco de información, evitando la construcción de personajes. En ese momento no teníamos seleccionado al protagónico. Yo me hice pasar por un asistente de los directores de casting y asistía cada dos días a recibir el mismo entrenamiento y a grabarlos con una cámara de video, que también se las dábamos para que ellos se grabaran. Invitamos a algunos de los actores secundarios que tenían interacción con ellos. A partir de unas pruebas de cámara llegamos a Reggie. Fue magnético, al ver su cuerpo y su mirada frente a la cámara no tuve dudas. Y el resto del equipo sintió lo mismo. Los demás chicos del taller, aparecen en la primera escena de la película. Queríamos que vivieran todos la experiencia de hacer una película.

Con respecto a Giovanny, el padre, es un actor formado en teatro. Y yo había editado la primera película en la que actuó, apenas unos meses antes de «La Familia», y me había gustado mucho su trabajo, uno muy físico, con buena técnica, con buenos matices y transiciones y una estupenda intuición rítmica. La idea era traer la realidad y la textura de Reggie y la técnica y fuerza interpretativa de Giovanny. Apenas hicieron una prueba juntos muy corta durante el taller sin saber que eran los protagonistas seleccionados. No se conocían y lo mantuvimos así hasta el inicio del rodaje, que lo diseñamos para que fuera cronológico. Entonces el distanciamiento emocional y físico que sucede en la película, ocurría detrás de cámara y con el trabajo diario fueron acercándose, y sobre todo, aprendiendo y nutriéndose el uno del otro. Nunca les di el guión y eso implicó un trabajo de mucha observación de mi parte como director y de construir con lo que vivían y sentían en el momento.

Esa química surgió a partir de la vivencia de cada uno y de la relación que establecieron entre ellos detrás de la cámara y que pudieron llevarla a las escenas. Giovanny se volvió un mentor, sobre todo en lo concerniente a ciertas técnicas pero sobre todo en torno a la disciplina. Eran muchas horas de rodaje, a veces repitiendo mucho las escenas hasta que conseguíamos lo que buscaba. Reggie se volvió como un detonador de realidad y textura. Giovanny a veces no tenía que hacer demasiado esfuerzo en meterse en las escenas porque Reggie generaba mucha potencia cuando la cámara estaba frente a ellos. Y de mi parte, observarlos mucho y hacerlos, entre otros elementos, no intelectualizar el contenido de las escenas sino vivirlo en el momento. A lo largo del rodaje Giovanny y Reggie, como personas, vivieron lo mismo que los personajes y así se generó una conexión entre ellos, que afortunadamente también me incluyó y a las personas más cercanas a la cámara.

En la película encontramos mucha violencia pero plasmada de una manera más sutil y verbal que física y explícita, ¿cómo tomaste la decisión de darle esta forma? ¿Qué querías mostrar con ello?

La violencia que vivimos acá en Venezuela de alguna manera la hemos ido normalizando. Cada vez nos alarma menos, nos impresiona menos. Así es que a través de investigar, de experiencias propias y ajenas, de pasar mucho tiempo en locaciones similares o en las de filmación, fui nutriendo el guión de esa atmósfera áspera pero tratándola de narrar desde adentro, no desde una mirada distante y prejuiciada; entendiendo que los habitantes de esta ciudad hemos cruzado nuestro propio umbral y que hemos aprendido a escondernos de la violencia pero al mismo tiempo a convivir con ella, y sobre todo, a no intelectualizarla. Desde esa posición escribía, siempre concentrándome en los dos personajes principales, uno –el padre-, que no pertenece pero tiene pocas opciones de escapar a su contexto y su circunstancia, y el otro –el hijo-, que se ha críado en un ambiente que de alguna manera lo siente suyo, con el cual se identifica, y busca escalar las posiciones sociales que este le impone. Es a partir de dejar salir las carencias afectivas, a su manera, que ellos consiguen mirar o sentir una posibilidad distinta para sus vidas. Con esas ideas en mente, la escritura buscaba siempre dos objetivos: obligarlos a enfrentar su drama a través de hacer y no de pensar, y de acercarse a través del silencio y no de las palabras. En ese sentido, el objetivo era tratar de narrar una historia que se va desplegando a medida que los protagonistas viven lo que les ocurre y evitar que yo como autor me pusiera por encima de ellos y generara juicios de valor a lo que les ocurría. La intención era que la construcción del mundo de la película en su totalidad fuera la que reflejara mi mirada de la historia, no la de sus partes. Entonces, mi intención fue trabajar con el guión a la mano pero con las ganas de que las experiencias del rodaje y las sensaciones nutrieran la historia íntima de dos personajes que para mí representan a muchos, que les pasa lo que le podría pasar a cualquiera. Es la idea de esas escenas iniciales donde se mira un mundo enorme y súper poblado y que luego nos decantamos por Andrés y Pedro.

¿Cuáles son tus expectativas sobre presentar el film en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata?

La película ha circulado poco por América Latina. Cada vez que la película se encuentra con el público de nuestra parte del continente, genera reacciones interesantes en cuanto a realidades parecidas si es que no iguales. Me entusiasma mucho el encuentro con el público, al igual que la participación en una competencia conformada por obras de miradas personales y que han tenido una resonancia importante en muchas partes del mundo. Es primera vez que una de mis obras participa en el festival y asisto al mismo con mucha expectativa de vivirlo.

¿Cómo definirías la situación actual por la que atraviesa Venezuela?

Compleja, difícil de leer, incierta. Sobre todo cuando se vive en el país, donde la cotidianidad presenta desafíos constantes.

Tráiler de «La Familia»:

 

Samantha Schuster

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