Crítica de «Alba» de Ana Cristina Barragán (2016)

Luego de cuatro años de su estreno oficial, «Alba» arriba al país en la plataforma Puentes de cine. Se trata de la ópera prima de Ana Cristina Barragán, cineasta ecuatoriana que anteriormente produjo tres cortometrajes [«Despierta» (2008), «Domingo violeta» (2010), «Anima» (2013)]. El metraje obtuvo el premio Lions Award en la selección oficial del Festival de Cine de Róterdam. También recibió el premio FIPRESCI y el Prix Rail D’Oc, Prix des Cheminots en el Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse y consiguió una mención especial en el premio Horizontes del Festival de San Sebastián.

La cinta narra la historia de Alba (Macarena Arias), una niña muy introvertida que se ve obligada a vivir con su poco conocido padre (Pablo Aguirre Andrade), por consecuencia de la enfermedad de su madre. La convivencia entre ambos se vuelve tensa debido a que Igor también es introvertido y solitario y, al verse reflejada en él, la niña ingresa en un profundo dilema sobre cómo seguir con su vida.

Una vez comprendido de qué va el relato, se puede adentrar en el viaje de introspección y autoconocimiento que realiza Alba. Barragán dota de una personalidad muy particular a su obra. Se respira un aire intimista cautivador que absorbe hasta al espectador más despistado. Con una abrumadora escasez de diálogo y un manejo sutil de las situaciones, logra transmitir mucho más, valiéndose de miradas, gestos y corporalidad. Macarena Arias nos regala una interpretación debut impecable, que denota técnica y una excelente dirección por parte de la directora. Por otro lado, Pablo Andrade brinda una actuación también memorable, con el plus de poseer un físico extremadamente delgado que es determinante en su personaje.

Desde un punto de vista más técnico, debemos destacar la elección de rodarse casi completamente en cámara en mano, sin temor al movimiento natural que este recurso produce. Además, son abundantes los planos cerrados, en especial de la niña, que es amplia protagonista del film y se encuentra presente en un 95% de las tomas. Como elemento extra, siempre que ella está presente, la cámara se encuentra a su altura, lo que ayuda al público a interpretar el largometraje desde su forma de ver la vida y empatizar con su situación. Todos claros ingredientes para que se comprenda la complejidad a la que se encuentra sometida nuestra protagonista en el turbulento paso de la niñez a la adolescencia. No debemos olvidar que no se trata solo de cuestiones físicas, lo emocional juega un papel primordial en dicho momento de la vida.

La película es dominada por el silencio. Además de la escasez de diálogo, hay completa ausencia de musicalización. Solo escuchamos música en momentos clave y la misma, ingresa en la historia de forma diegética. Considero un gran acierto tomar esa decisión ya que, en este tipo de audiovisuales, la emotividad que puede evocar un actor con su simple actuación tiene que tener el mayor impacto posible. Y que se logre sin necesidad de adornos sonoros, la eleva un nivel más allá del común de las cintas.

Ana Cristina obtiene, en su debut, una obra pequeña y austera que viene a darle voz a aquellos introvertidos del mundo que fueron incomprendidos en su infancia. Analiza temas sensibles de una forma correcta y crea un estilo muy auténtico que deja bien parado al cine ecuatoriano. La sensibilidad y delicadeza del relato es algo que no se ve muy seguido. Sin duda una grata sorpresa que tiene buen peso para merecer mayor reconocimiento.

Puntaje:

 

 

Tráiler:

 

Javier Franco

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *