Crítica de “Antonio Gil” de Lía Dansker (2013)

Antonio Gil nació en 1840 y murió asesinado el 8 de enero de 1878 en Mercedes, provincia de Corrientes. Su figura religiosa, conocida como el Gauchito Gil, es objeto de devoción popular, el cual tiene la mayor cantidad de devotos en Argentina, quienes todos los años se reúnen durante el día de su muerte para hacerle honor y agradecerle por los milagros cumplidos. Existen muchos mitos alrededor de la imagen de Gil. Se cree que era un trabajador rural que tuvo un romance con una viuda adinerada y que tuvo que escapar del lugar por el odio que despertó, alistándose para pelear en la Guerra de la Triple Alianza. Al volver fue reclutado por el Partido Autonomista para luchar en la guerra civil correntina contra el Partido Liberal, pero él desertó, cometiendo un delito. Antes de ser ejecutado le dijo a su verdugo que debía rezar en su nombre por la vida de su hijo que estaba enfermo. Así lo hizo y el niño sanó milagrosamente. Es por eso que le dio un entierro apropiado, convirtiéndose su tumba en un santuario. Pero también existen otros rumores sobre su persona y eso es lo que aborda el documental “Antonio Gil” de Lía Dansker.

“Antonio Gil” sigue el viaje durante 10 años de estos peregrinos y devotos que llegan cada 8 de enero a Mercedes, Corrientes, para visitar la tumba del Gauchito Gil. No solo le rezan y le agradecen, sino que también celebran con bailes y comidas.

Tal vez lo más atractivo del documental es la forma original en la que está filmado. Es un retrato observacional que, a través de largos travellings del predio donde está la tumba de Gil, podemos ver el comportamiento de aquellos que llegan a verlo. Acompañando a las imágenes podemos escuchar el relato de distintos lugareños que exponen sus puntos de vistas, experiencias y testimonios sobre quién fue este personaje y cómo murió. Las anécdotas varían según la persona y hasta nos encontramos con historias contradictorias, pero, al fin y al cabo, válidas porque nos cuentan su propia visión sobre los hechos. Hay tantos mitos como habitantes. Es entonces como, por un lado, vemos imágenes de multitudes o de paisajes y escuchamos relatos individuales y personales. Sin dudas no estamos frente a un documental clásico, algo novedoso e interesante, pero que también puede resultar un poco tedioso y con un ritmo pausado, ya que el espectador tiene que prestarle atención a dos situaciones paralelas que no coinciden del todo entre sí; lo que se ve y lo que se escucha. Por otro lado, predomina el sonido ambiente, sin agregarle ningún tipo de música adicional al film.

La directora estuvo diez años filmando la celebración del 8 de enero y lo expone en una historia que va desde el presente (2010) hacia el pasado (2001) para mostrar la evolución tanto de la figura del Gauchito Gil como también de su conmemoración. No se trata solo de un agradecimiento, sino que la gente pasa todo el día en aquel lugar y que incluso algunos sacan provecho económico al respecto. Si bien no se mete tanto en cuestiones religiosas, sí podemos ver cómo la institución no abrazaba la idea de venerar a este santo y, con el correr del tiempo, se fue acercando cada vez más a su imagen.

En síntesis, “Antonio Gil” no solo busca recrear la figura del Gauchito Gil a través de distintos testimonios y rumores, sino mostrar la gran cantidad de devotos que año a año se presentan en Corrientes para homenajear al santo milagroso. Es un documental poco convencional cuyos relatos aparecen en forma de voces de lugareños pero cuyas imágenes corresponden al paisaje y a multitudes indistintas. Un retrato original aunque puede volverse un poco pesado en el tiempo.

Puntaje:

 

 

Trailer:

 

Samantha Schuster

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