Crítica de «Aquaman y el Reino Perdido» de James Wan (2023)
«Aquaman 1» hizo mucha plata. «Aquaman 2» va a hacer menos. Estos son los hechos su señoría. ¿Pero es eso consecuencia de las diferencias entre ambas películas o acaso debido a que la recepción social del género ha cambiado bastante entre sus lanzamientos? Uno argumentaría que ambas su señoría, pues sería muy mal abogado. En la primera entrega del hombre pescado, su director James Wan decidió ir a lo básico: armar una estructura bastante genérica de origen del héroe que tantas veces les ha hecho la tarea a los guionistas del cine de superhéroes en el pasado. La experiencia se benefició ampliamente gracias al atractivo de Jason Momoa como protagonista, y el encanto estilístico de su director acompañado con un par de aciertos creativos tanto en el elenco como en el universo subacuático que se le presenta a la audiencia.
«Aquaman 2» mantiene lo conservador de la primera entrega, decidiendo ofrecer otra aventura muy similar a todas las que ya hemos visto antes. Lamentablemente, es evidente cómo la misma se fue quedando sin mucho combustible debido a los problemas internos de Warner, externos de un público ya no tan receptivo a las capas y el spandex, e incluso las consecuencias más lógicas de preocuparse más por mantener lo hecho que por adentrarse en algo nuevo y realmente interesante. Sin realmente hacer ningún esfuerzo por acercarla a lo genérico, la trama se lee así: «Un secreto del pasado pone en peligro no solo a los seres queridos del protagonista sino al mundo entero». Las secuelas suelen entregarnos los altos más sorpresivos o las profundidades más decepcionantes, por lo que esta segunda parte se beneficia un poco de que realmente nadie esperaba demasiado de ella. Aún así, es raro ver a Wan dirigiendo un proyecto que parece tener su calidad en cuanto a producción pero flaquea demasiado en esos momentos narrativos que se envalentonan tanto con sus usuales bondades como director. La primera sin ser una maravilla estaba plagada de esas pequeñeces, y en esta secuela mayormente brillan por su ausencia.
Cuando la trama es tan poco aventurada, lo único que puede salvar un proyecto de fallar en cuanto al entretenimiento es el carisma de aquellos delante de cámara o la rebeldía de quienes están detrás de ella. Estos últimos trabajaron las horas necesarias, cobraron su sueldo y volvieron a casa, creo que casi nadie haría algo distinto así que no hay nada malo en eso. En cuanto al elenco, afortunadamente Momoa exuda un carisma que atrae incluso cuando está haciendo realmente poco. Y «realmente poco» es precisamente lo que está ofreciendo. Luego de verlo disfrutar cada segundo en pantalla en la reciente «Rápido y Furioso 10», esta vez lo vemos entregar el mismo entusiasmo que una persona satisfecha con pasar un breve rato en un evento social sabiendo que tendrá que retirarse al poco rato para atender otro compromiso. Puede ser que su futuro en la saga de «Dune» de Villeneuve haya ayudado a que ya vea este tipo de cine como un divertimento en el que necesita hacer lo que quiera y no mucho más que eso, como hizo (de gran manera) en «Fast X», puede ser que simplemente le jugó en contra en su inconsciente el rumoreado cambio de personaje para el nuevo universo de DC de James Gunn donde aparentemente interpretaría a Lobo. Lo único que sabemos con seguridad es que lo que entrega en «Aquaman 2» ya se siente como poco más que un meet & greet, especialmente siendo que es un intérprete que difícilmente pueda mostrar el crecimiento real que el personaje podría dar: Momoa es Momoa todo el tiempo y listo. Que afortunado es Chris Hemsworth de que su Thor haya arrancado serio, ocasionado comedia en contraste con su entorno, antes de convertirse en payaso porque es realmente muy difícil ver un set nuevamente como un espacio serio de labor creativa cuando abriste la puerta a que no sea más que un pelotero.
Uno de los puntos más positivos de esta secuela es el regreso de Patrick Wilson en un rol distinto y expandido como Ocean Master, hermanastro de Aquaman. Gran parte de la cinta tendrá a ambos luchando codo a codo como hizo el protagonista en la primera con Mera (una Amber Heard involucrada lo mínimo e indispensable seguramente debido a su vida privada), solo que esta vez ese dinamismo narrativo bien logrado para que la 1 pueda disfrutarse sin demasiado esfuerzo no encuentra una subtrama que se sepa el baile. Aún así, la mayoría del film que co-protagoniza Wilson termina siendo una divertida aventura con acción disfrutable. Por otro lado, el casting de Yahya Abdul-Mateen II como Black Manta ya había conspirado con la anterior debido al tratamiento ciertamente aburrido del personaje, pero esta vez para arreglarlo decidieron… hacer lo mismo otra vez. Vuelve a ser simplemente siervo del nuevo antagonista, y sus escenas escudado con un Randall Park bien casteado pero en una mala ejecución interpretativa (tanto del actor como del guión) nunca se sienten más que como un relleno que consideran «funcional» como mucho. Park hace de una versión aburrida de un científico a lo Charlie Day en «Pacific Rim», mientras Manta se mantiene un personaje tan estático como soporífero.
Aquellos con ganas de ver una más de superhéroes podrían tener un buen rato reviendo algunas de sus favoritas, pero si realmente necesitan algo nuevo «Aquaman 2» sirve como mucho como simple contenido irregular para pasar el rato. Que se muestre en 3D también va a ayudar a que algunos se decidan por ir o no, aunque por suerte es una aplicación conservadora del mismo. Quizás eso haga que en el futuro verla fuera del cine sea menos raro, pero a la vez es esa misma actitud la que ayudó a condenar a esta segunda parte al rol de innecesario y lastimoso final de un DCEU que nunca terminó de arrancar, ni de rendir, ni de entregar algo realmente valioso más que varios ratos irregulares a lo largo de los últimos años.
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Tráiler:
Leandro Porcelli