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Crítica de “Bepo” de Marcelo Gálvez (2016)

«Los cometas son como los crotos del cielo» se van lejos nadie los puede seguir… Largas andanzas de un hombre en busca de la libertad, caminos que llevan por sendas insospechadas, aventuras que traspasan el navegar de los mares verdes, el encuentro con el albedrío y la valoración de la autonomía, vivir sin ataduras materiales y emocionales, que lo llevan a un rumbo de revelaciones internas que lo embarcan hacia lo desconocido, encontrándose con lo inesperado.

Elegir entre la libertad, el amor, seguir huyendo o enfrentar el encuentro consigo mismo y aquellos recuerdos quedaron atrás.

Argentina, 1935. Mussolini y Hitler avanzaban en Europa. El régimen de Agustín P. Justo perseguía a los anarquistas. En medio del campo, los crotos fueron íconos de la búsqueda de la libertad.

«Bepo», dirigida por el director y docente Marcelo Gálvez y protagonizada por Luciano Guglielmino, es un drama ambientado en los años 30’, con un buen reflejo del marco de la época, en donde las ideas anarquistas que llegaron con los inmigrantes europeos sacudieron los estamentos de un orden político, económico y social que oprimía a los trabajadores y empujaba a miles de personas a la vida de constante búsqueda de los crotos, detrás de los arduos trabajos que les aseguraban una comida o un lugar donde poder instalarse y pasar la noche en paz, lejos de la persecución policial y la demonización que sufrían, pero también del hogar y sus memorias.

“Cada cual es artífice de su propia aventura”, lee Bepo al costado de las vías del tren, y ese es el lema que se hace presente en esta road movie sobre crotos que transitan el paisaje pampeano entre trenes de carga, changas, mujeres, soledades, y compañerismo. José Américo «Bepo» Ghezzi (Luciano Guglielmino) es un auténtico propietario de la libertad con un ideal arraigado de un mundo más solidario y menos egoísta, además de sobrevolar sobre uno de sus tantos dilemas, el regreso a su hogar natal Tandil.

Basada en el libro «Bepo, vida secreta de un linyera» de Hugo Nario y rodada en doce pueblos de la provincia de Buenos Aires, la película es una especie montaje documental con un abordaje cinematográfico que va más allá. No solo son las travesías de un linyera adepto a la total libertad sin amarres, sino que plantea a la soledad como un compañero difícil de tratar y llevar, donde a la par es su gran compinche. Esto da como resultado un vínculo, que lo vuelve reacio al amor, con la paradoja a su vez de andar en la búsqueda inconsciente de él, y aún así siempre optando adentrarse en un continuo escape de la vida misma. Es un protagonista muy singular, con una historia narrada como pasajes de un libro audiovisual donde cada página es un aprendizaje de valores morales y emocionales.

Además presenta una estética visual que escolta cada parte de la trama, mediante un ambiente natural de gran connotación. Se destaca la interacción de los personajes con quienes se topa el protagonista, otorgándole relevancia al simbolismo de la cinta “no hay que asentarse en ranchada fija existen dos formas de vivir la vida, es juntar los desperdicios que caen o caminándola”.

En síntesis, «Bepo» es un film con gran profundidad de acentos importantes en lo que respecta a los valores de vida y las consecuencias de la libertad sin límite. Si bien los laureles se los lleva su protagonista, presenta faltantes de la connotación emocional en los demás personajes para así conectar con la historia. Tiene algunos pasajes incongruentes, que en definitiva no deja plasmar con claridad una obra tan rica como lo es «Bepo».

Puntaje:

Tráiler:

 

Noelia Giacometto

 

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