Crítica de «Better Man: La historia de Robbie Williams» de Michael Gracey (2025)
Así como hace tiempo nos venimos quejando de la gran cantidad de películas de superhéroes que tenemos por año que provocan una saturación en el público, últimamente empezó a pasar lo mismo con las biopics de cantantes, bandas y distintas personalidades del espectáculo. A pesar de que cada película tiene sus propios seguidores que quieren conocer más sobre un determinado artista, en el fondo nos encontramos con films clásicos, predecibles y con una estructura demasiado familiar.
Por suerte, este año tuvimos «Un Completo Desconocido» de James Mangold que aunque no es demasiado novedosa en sus formas logra centrarse en un periodo determinado de la vida de Bob Dylan (con un gran Timothée Chalamet) y no contarnos su infancia, inicios en la música, éxitos y fracasos, como todos los que venimos viendo.
Pero mejor aún, llegó a nuestras vidas «Better Man: La historia de Robbie Williams» que viene a romper completamente con estos moldes prefabricados. Como bien indica su título, nos encontramos con la historia del cantante británico Robbie Williams, desde que era un niño hasta casi la actualidad, pasando por sus logros y sus momentos más duros, pero con dos grandes peculiaridades. Por un lado él está directamente involucrado en el proyecto y decidió contar su vida sin tapujos ni limitaciones y, por el otro, su papel es interpretado por un chimpancé hecho con CGI. En el trailer nos adelanta que él siempre se vio como alguien menos evolucionado que el resto de la humanidad, pero esto no solo le agrega creatividad al relato (y un mayor desafío de producción) sino también le permite ser flexible con respecto al paso del tiempo.
Narrado por el propio Robbie Williams, «Better Man» nos cuenta los pormenores de su carrera profesional con su grupo Take That y como solista, como también los aspectos más profundos y sentimentales de su vida personal vinculados con su propia familia: un padre ausente del que siempre necesitó su validación, una abuela que lo apoyó y le brindó la confianza que necesitaba pero que no dejaba de tener una edad avanzada con lo que eso conlleva; y una madre que hizo lo que pudo. Además, se ahonda en la salud mental, a partir del uso y abuso de sustancias para enfrentar la ansiedad y depresión que sufría por su exposición. Pero más allá de todos estos temas tan dramáticos, la cinta tiene mucho humor por la manera en la que Robbie enfrentó su vida: volviéndose un hazmerreír para continuar con el show y tapar lo que estaba ocurriendo.
La película está más concebida como un musical que como una simple biopic que se construye a partir de la creación artística o momentos de la vida del protagonista, sino que las canciones aparecen en los instantes claves de la historia para retratarla de manera atractiva y con buenas coreografías (probablemente la que más se destaca visualmente es «Rock DJ»). Se abarca gran parte de su discografía y muchas de sus canciones son reinterpretadas (no se respeta la versión original) como también se adaptan a otra parte de su vida para que quede mejor en la trama. Se nota que detrás del film está Michael Gracey, responsable de realizar «The Greatest Showman», uno de los musicales más logrados y exitosos de estos últimos años, quien le imprime su sello y permite elevar esta obra.
Porque además de brindarnos una historia entretenida, contada de una manera creativa, nos hace pasar por una montaña rusa de emociones. Podemos conocer de primera mano las vivencias de Robbie Williams de pequeño, adolescente y adulto, comprender sus decisiones (correctas o incorrectas) y transitar por las mismas sensaciones que él. Sus pérdidas, el dolor de la ausencia, el miedo al fracaso y convertirse en un don nadie, las inseguridades, el tener que construir una pantalla para entretener a una audiencia, nos llegan hasta lo más profundo del corazón.
¿Puede un mono de CGI hacernos llorar? Sí, puede, y lo hace en varias oportunidades, porque gracias a la captura de movimiento realizada de gran manera por Jonno Davis, se le impregna mucha humanidad y realismo a este personaje, con sus gestos, miradas y manera de moverse, y nos permite empatizar con él en todo momento. También hay que destacar el trabajo de quienes rodean al protagonista, como Steve Pemberton como el padre de Robbie, un artista que quiere llegar lejos aunque eso signifique sacrificar a su propia familia; Kate Mulvany como su madre; Alison Steadman, la abuela con quien tiene una relación muy especial y amorosa; y Raechelle Banno, su vínculo amoroso, entre otros secundarios que van apareciendo a lo largo de su vida personal y profesional.
Visualmente es imponente, musicalmente es irresistible. Su historia abarca mucho más que su carrera profesional y su manera de contarla traspasa los límites de lo conocido.
«Better Man: La historia de Robbie Williams» es una apuesta sumamente arriesgada que podía salir muy bien o muy mal. Afortunadamente fue un hallazgo que le trajo aire fresco tanto al género de las biopics como al musical, no solo por la creatividad de poner a un chimpancé de CGI como protagonista, sino sobre todo por el corazón y la honestidad que se le imprime a la historia que logra hablar de temas importantes y sensibles como la salud mental.
Robbie Williams nos deja ingresar a las profundidades de su alma para conocer lo que transitó tanto de manera personal como profesionalmente sin ningún tipo de limitaciones para cuidar su imagen. Se expone para decir «acá estoy yo» sin importar el qué dirán y el resultado es más que alentador. Una película divertida, emotiva, que nos hace cantar, bailar y llorar con un personaje animado. Por más apuestas de este estilo.
Puntaje:
Tráiler:
Samantha Schuster