Crítica de «Criaturas: Línea de extinción» de George Nolfi (2024)
El guionista devenido en director, George Nolfi, nos trae un film de ciencia ficción que requiere de una suspensión de la incredulidad bastante grande y que transita por varios lugares comunes. No obstante, logra ser sumamente entretenido y llevadero.
Nolfi, guionista de «La Nueva Gran Estafa» (2004) y «Bourne: El ultimátum» (2007), hizo su debut como director con la correcta «Los agentes del destino» (2011) a la cual le siguieron una serie de televisión y un par de relatos menores. En 2020, volvió a la dirección con la película para la plataforma Apple TV+, «The Banker», que tuvo una buena recepción. Eso parece haberle dado los créditos suficientes para volver a la gran pantalla con «Criaturas: Línea de extinción» (horrendo título que le pusieron en el mercado local y que se aleja bastante del simple «Elevation» original). La película fue vendida en sus trailers y posters como «De los productores de ‘Un lugar en silencio'», y eso ya nos puede adelantar un poco por dónde viene el asunto. En primer lugar, cuando usan mecanismos de marketing de ese estilo es porque nos vamos a encontrar con una producción que busca tomar varios elementos de aquel film citado y explotarlos superficialmente para intentar emular dicho éxito primigenio. Y en segunda instancia sea probablemente para no partir de algo totalmente nuevo sino de una base familiar que puede llegar a atraer a cierto sector perezoso del público. Y en cierto sentido no solo «Criaturas: Línea de extinción» hace todo eso, sino que, además, cambia simplemente ligeros detalles para aferrarse a esa falta de ideas de Hollywood e intentar sorprender con trucos viejos.
«Un lugar en silencio» (2018), su secuela y su precuela, construyen un mundo donde unas criaturas extraterrestres nos invaden y aniquilan a la mayor parte de la población. La clave radica en que los «bichos» no poseen el sentido de la vista, pero sí tienen ultra agudizada la audición por lo cual los supervivientes deben andar por el mundo teniendo cuidado de no emitir ruido alguno para no ser devorados por estos gigantescos seres. En el film que se estrena esta semana, unos seres diezman a la población mundial teniendo la particularidad de que las criaturas no pueden cruzar ni un centímetro más que los 2400 metros de altura. Más allá de lo ridículo de esta premisa, el relato maneja unas convenciones similares a las del largometraje dirigido por John Krasinski.
Al igual que en aquella película la historia comienza in media res, habiendo pasado 3 años de la debacle y centrándose en una comunidad que vive en las Montañas Rocosas, Colorado. Allí Will (Anthony Mackie), vive acongojado tras la muerte de su esposa, echándole la culpa a Nina (Morena Baccarin), una científica que decidió reunir un equipo para descender por debajo de los 2400 metros emprendiendo la búsqueda de una forma de aniquilar a estas criaturas indestructibles. Un día, Will deberá emprender un viaje a la ciudad para buscarle unos suplementos médicos a su pequeño hijo con problemas respiratorios. Es así como él deberá unir fuerzas con Nina y con Katie (Maddie Hasson), otra residente de la comunidad, para salvarle la vida al pequeño y, quizás también, conseguir lo que la expedición anterior no pudo.
Más allá de lo absurdo de unas criaturas que se ¿apunan? con la altura, la película incurre en una enorme cantidad de clichés que nos remiten a relatos quizás mejores. Incluso el guion se encarga de utilizar al personaje de Baccarin para (sobre)explicarnos continuamente la trama respecto a cómo es el comportamiento de las criaturas y todo tipo de información necesaria para que avance la trama.
Habiendo señalado todas sus falencias, y si uno es capaz de dejarse llevar por la historia, nos encontraremos con una película sin demasiadas pretensiones que abraza el ridículo y que en definitiva termina siendo muy entretenida. El compromiso de Mackie y Baccarin, sumado a unas logradas secuencias de acción que mantienen la tensión y consiguen incluir elaboradas formas de poner en escena los acontecimientos (el uso de dron del film debería servir de ejemplo como una buena implementación del recurso que pocas veces hemos visto en el último tiempo), ayudan a que el film no termine de naufragar. Técnicamente no tiene nada para objetarle, algo que sí podemos hacer a nivel narrativo donde termina dando una resolución aún más inadmisible e irrisoria que su premisa. Incluso deja la puerta para una secuela mediante un cliffhanger polémico. Si no hubiese estado más interesada en crear una saga como la película a la que alude, probablemente el resultado hubiera sido mejor.
Puntaje:
Tráiler:
Martín Goniondzki