Crítica de «Lunana: A Yak in the Classroom» de Pawo Choyning Dorji (2019)
Una de las categorías más interesantes de los premios Oscars es sin dudas la de Mejor Película Extranjera, la cual nos permite conocer historias de distintas latitudes. Este año las cinco nominadas son «Drive My Car» (Japón), «La Mano de Dios» (Italia), «The Worst Person in the World» (Noruega), «Flee» (Dinamarca) y la que aquí nos compete, «Lunana: A Yak in the Classroom» (Bután).
Bután es un país del sur de Asia ubicado en la cordillera del Himalaya, que limita con China y la India. Es uno de los países más pequeños y con menos población del planeta, la cual no llega a los 800 mil habitantes. Si bien la película fue seleccionada por Bután para competir en la edición anterior de los Oscars, la misma fue descalificada, pero nuevamente la volvieron a presentar para el 2021 y quedó seleccionada, convirtiéndose en un gran logro para el país.
«Lunana: A Yak in the Classroom» se centra en Ugyen, un joven profesor en Bután que no está muy conforme con el camino profesional que eligió, sino que desea irse a Australia para convertirse en cantante. Al eludir sus deberes, es enviado a la escuela más remota del mundo ubicada en Lunana, una aldea glacial del Himalaya. Allí no hay electricidad, calefacción ni las herramientas necesarias para enseñar. Sin embargo, su presencia en el lugar renueva la esperanza de los habitantes. Poco a poco va adaptándose a la situación y se ve atraído por la bondad de las familias.
La película es de esas pequeñas historias que nos conquistan por su sencillez, por las vicisitudes que deben atravesar sus protagonistas y sus ganas de superarse. Si bien uno puede prever lo que va a ocurrir, porque ya hemos visto tramas de este estilo previamente, donde una persona no quiere ir a un lugar y después desarrolla un gran vínculo con la comunidad, no deja de ser efectiva, agradable y conmovedora.
La transformación del protagonista se da de una manera paulatina gracias a los contrastes entre su forma de ser/comportarse y la falta de recursos que tiene aquel pueblo pero que lo combaten con esfuerzo, ilusión y felicidad. Sobre todo los más chicos se asombran con las novedades que propone y valoran las pequeñas cosas. Esto permite que el relato se vuelva cada vez más sensible y honesto, mostrando las costumbres de Lunana.
Los actores hacen un muy buen trabajo para retratar a la población, principalmente los más jóvenes, que le impregnan su inocencia y sus carencias desde un costado optimista y esperanzador.
A pesar de que los aspectos técnicos son bastante sencillos, se convierten en uno de los puntos más fuertes del film. La buena ambientación retrata el aislamiento de esta civilización, el clima hostil y crudo al que tienen que enfrentarse y la precariedad en la que viven. También la banda sonora cumple un rol fundamental, ya que se utilizan canciones para expresar parte de la cultura. Nos permite acercarnos a ellos y aprender sobre sus tradiciones.
En síntesis, «Lunana: A Yak in the Classroom» es una feel good movie, de esas historias que si no fuera por los premios o los festivales tal vez no llegaríamos a saber de su existencia pero que gracias a la visibilidad que obtienen podemos conocer su cultura, sus costumbres y su forma de ver la vida. Una trama bien construida, con personajes queribles y un dejo de nostalgia que nos permite reflexionar sobre el mundo en el que vivimos.
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Samantha Schuster