Crítica de «Drácula: Mar de sangre» de André Øvredal (2023)

Drácula, uno de los personajes más famosos de la historia de la literatura, pergeñado por Bram Stoker, ha tenido infinidad de representaciones tanto en la televisión como en la pantalla grande. En primer lugar, hay que mencionar a la versión no autorizada de 1922, uno de los grandes relatos del periodo mudo del cine, titulado «Nosferatu», dirigido por F. W. Murnau y con Max Schreck personificando al conde Orlok. Si bien hay cuestiones que fueron alteradas y cambiadas, esto no impidió que el film sea considerado como uno de los grandes exponentes del cine de horror de todos los tiempos y que haya iniciado un legado respecto a la estética visual. Sin embargo, esta fue la primera en una larga lista de intentos de inmortalizar al renombrado vampiro en el plano cinematográfico.

Probablemente una de las que marcó un antes y un después fue la «Drácula» (1931) dirigida por Tod Browning y protagonizada por el gran Bela Lugosi. Aquella película terminó de moldear la imagen clásica del personaje que lo volvió un verdadero ícono de la cultura popular y uno de los grandes monstruos de Universal, estudio que aprovechó el fenómeno para realizar una enorme cantidad de secuelas y productos derivados (incluso ese mismo año lanzó «Frankenstein» y al año siguiente siguió con «La Momia»). Años más tarde tendríamos la versión de la Hammer de 1958 dirigida por Terence Fisher e interpretada por el genial Christopher Lee. El personaje seguiría haciendo sus incursiones en distintas películas y adaptaciones para TV, y luego en 1992 llegaría una reinterpretación moderna de Francis Ford Coppola con Gary Oldman como el personaje protagónico, que vendría a sacar al icónico conde de un profundo letargo. Más acá en el tiempo tenemos varios intentos olvidables entre los que se encuentra el largometraje del maestro Darío Argento con su fallida «Drácula 3D» (2012) o la anodina «Drácula: la historia jamás contada» (2014) protagonizada por Luke Evans.

Esta semana tenemos el más reciente esfuerzo por prolongar el legado del personaje y podemos decir que la aproximación que le encontraron los guionistas Bragi F. Schut («Samaritan») y Zak Olkewicz («Bullet Train») junto al director André Øvredal («Trollhunter», «La Morgue», «Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad») no solo es sumamente entretenida, sino que además resulta tan interesante y original como atractiva. «Drácula: Mar de sangre» («The Last Voyage of the Demeter» en su título original) está basada en un solo capítulo de la novela de Bram Stoker titulado «Captain’s Log» («La Bitácora del Capitán») el cual relata el viaje del Conde desde su castillo en Transilvania hasta Londres a bordo de una goleta rusa bautizada como Demeter. La embarcación lleva todo tipo de carga entre ellos veinticuatro cajas de madera sin marcar donde descansa el vampiro. La película detallará los extraños eventos que rodean a la tripulación asolada por la poderosa criatura, la cual intentará sobrevivir un extenso periodo en aguas abiertas. Vendida por el propio director noruego como una especie de «Alien» en altamar y con Drácula como adversario, el relato se desarrolla como un prolijo ejercicio de género que cuenta con una puesta en escena magnífica y una atmósfera opresiva bien constituida. A su vez están muy bien erigidos los momentos de tensión concatenados de manera correcta con los habituales jumpscares y ciertos momentos sanguinolentos que se agradecen en este tipo de vehículos comerciales.

La construcción de la criatura es algo de lo que también sale bastante airosa la película ya que logra combinar de manera acertada su apariencia humanoide que remite a Nosferatu con ciertos elementos del conde de Coppola logrando una mixtura que no solo homenajea a la historia del personaje, sino que brinda algo funcional e incluso propio a la propuesta.

El elenco sobre el cual se cimienta esta historia es otro de los puntos altos de la propuesta de Øvredal con un protagonista interesante que encarna Corey Hawkins, un médico afrodescendiente que necesita volver a su tierra natal luego de ser discriminado y despedido de un trabajo, y un capitán solemne y estoico interpretado por el genial Liam Cunningham (Sir Davos en «Game of Thrones»). Otros actores secundarios a destacar son Aisling Franciosi («The Nightingale») que aparece en un rol terciario de suma importancia donde la actriz cumple con creces, el pequeño Woody Norman (actor de «Toc Toc Toc» que también se estrena en esta semana y de la melancólica «C’mon C’mon») con aires de joven promesa en ascenso y el excéntrico David Dastmalchian («The Suicide Squad», «Oppenheimer») que también nos brinda una sólida composición como el segundo oficial al mando. La criatura quedó en manos del veterano español Javier Botet, quien ya tiene una amplia experiencia personificando criaturas en diversas sagas de terror como «It», «Rec», «Insidious», «The Conjuring», entre otras.

«Drácula: Mar de sangre» es un relato sin demasiadas pretensiones que se apoya en mantener su atractiva premisa a tono para ofrecerle al espectador aquello que espera de un relato de este calibre. Una película entretenida que se beneficia de una excelsa dirección, de una interesante fotografía y de un diseño de producción impecable.

André Øvredal demuestra un buen pulso para llevar adelante esta pequeña pero eficaz historia de terror que se apoya en establecer un escenario propicio para dar rienda suelta a ese «high concept» encantador de un grupo de marineros acechados por una criatura sobrenatural en un lugar minúsculo y navegando aguas inhóspitas. Incluso el realizador noruego toma algunas decisiones osadas y da rienda suelta al gore que se desprende del peculiar apetito de la bestia de turno, algo que los fans del genero agradecerán en estos tiempos de escasez de ideas y osadía.

Puntaje:

 

 
Tráiler:

 

Martín Goniondzki

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