Crítica de «¡Que vivas 100 años!» de Víctor Cruz (2019)

Solo Dios sabe, nadie más… La aventura continúa.

Filmada en Nicoya (Costa Rica), Cerdeña (Italia) y Okinawa (Japón), retratando a la gente y sus historias, «¡Que vivas 100 años» está conformado por «cuentos documentales». Un encuentro transformador entre los protagonistas, la cámara y su visión del mundo.

Diferentes sitios y un mismo coincidir, el entusiasmo de vida. Víctor Cruz se propuso a construir un documental que celebra la vida más longeva, donde la vitalidad, la energía y el sentido del humor son la razón de vivir. Cruz espació los viajes a lo largo de tres años visitando cada lugar en más de una oportunidad, algo necesario para generar un documental observacional.

Una madre de 109 años con sus hijos de 90, un policía dando clases de salsa, un piloto jubilado que sueña con volar, un jinete centenario, una banda pop de abuelas japonesas. ¿Es posible vivir más de 100 años, estar en forma y disfrutar de la vida?

Estar en el presente más que en el pasado y no estar pensando en la muerte. Vivir el aquí y ahora, donde no importa cuántos años hayan cumplido, sino los sueños que siguen dándole sentido a sus vidas. La juventud tiene otro sentido más allá del cronológico; ser un adulto mayor no es sinónimo de limitación. Es tener otros recursos u elementos para llevar adelante anhelos, pero donde no hay tanta diferencia generacional en cuanto a volar, fantasear e ilusionarse. El hecho de aprender cómo vivir y los fuertes vínculos afectivos con la familia y amigos son una base clara de ello. Son narraciones cortas de las historias de cada uno de estos lugares y de cada uno de los protagonistas.

El hilo conductor y protagonista es el vínculo afectivo de lo que fue, hubo y lo que habrá. Tiene una fotografía excelente, unos escenarios naturales con un atractivo visual sensible, cálido y emotivo, acompañado de una música a cargo de Francisco Seoane, que hace del documental un rato más que agradable.

Frecuentemente al adulto mayor se lo ve como alguien que no es productivo, siendo los menos valorados desde el sistema e incluso la sociedad. En este film se muestra otro tipo de vejez, personas que aún tienen mucho para dar y ofrecer, pudiendo ser independientes y valerse por sí mismos. La enseñanza que nos deja es el valor del tiempo, lo que gesta, lo que produce, lo que conecta, mediante historias situadas en tres lugares: Nicoya, Cerdeña y Okinawa. Lo productivo no es lo que está primero en la escala de valores sino lo afectivo y los lazos familiares. Retrata y expone lo que a causa de la vorágine de la vida muchas personas han desvalorizado, el compartir momentos, así como la importancia de los lazos que los atan a la vida familiar, amigos y la comunidad de algún modo con un continuo aprendizaje para sí y terceros.

En síntesis, ¡Que vivas 100 años! es un relato que celebra la vida e invita a ampliar la mirada sobre el concepto de vejez, a hurgar en cada rincón sobre quien es realmente no productivo en nuestras vidas, más allá de un concepto social, a reflexionar sobre los estándares y ciertos límites de edad o simplemente generacionales y que la proximidad de la muerte incluso empieza al dejar de sonreír, y a su vez ellos nos inspiran a perseguir nuestros sueños, evidenciando que la juventud proviene del interior más que del número.

Puntaje:

 

 

Tráiler:

 

Noelia Giacometto

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