Crítica de «Sonic 2» de Jeff Fowler (2022)
La primera «Sonic» sorprendió entreteniendo a chicos, fans y amantes de la polémica en internet. En esta secuela se enfocaron mucho más en satisfacer a los dos primeros grupos, por lo que de no estar en ninguno de los dos campos mirarla va a ser un riesgo del que se hacen enteramente responsables.
A grandes rasgos la experiencia se mantiene muy similar, aunque envalentonados con la confianza de una sorprendentemente buena recepción para la primera entrega. El resultado de esa valentía son algunas osadas secuencias que estiran alguno de los momentos que más pueden encantarle a los creativos detrás de la película, a riesgo de molestar a los cascarrabias en la audiencia que no soporten un desvío momentáneo de la trama en pos de pasar un buen rato con personajes secundarios o escenas «colgadas».
Si en la original Sonic encontraba un hogar y pasaba a dejar de sentirse solo, esta secuela es sobre el siguiente paso: disfrutar del momento sin preocuparse de más por el futuro. Sonic siempre fue jovial e infantil pero estas películas dejan en claro que su Sonic es un niño. Un niño con supervelocidad que todavía necesita aprender algunas lecciones por su cuenta.
El humor de la primera entrega está de regreso, con ese tono infantil y caricaturesco que encantó a más de un distraído. Lo que se profundiza un poco más es esa suerte de corazón emocional que apenas asomó la cabeza en la anterior, con «Sonic 2» muy claramente enmarcada como una película sobre un padre que quiere que su hijo alienígena azul tenga la oportunidad de aprender cosas por sí mismo con un grupo de amigos a la par. Ese «par» van a ser Tails y Knuckles, el primero ayudando un poco al apropiado sentimentalismo de la cinta y el segundo proporcionando no sólo un nuevo rival (con su propio tipo de humor) sino una excusa para que el Robotnik de Jim Carrey regrese a la Tierra. Excusas bien recibidas por cualquiera que sepa qué tipo de cine esta viendo: películas para chicos bien entendidas que no los miran como seres inferiores desde un pedestal y que intentan entretenerse a ellos mismos mientras le dan a la joven audiencia algunas herramientas que ellos disfrutaron de otras películas cuando eran purretes.
Puede sentirse algo larga, especialmente para los no fans que no se sientan intrigados por las palabras Chaos Emeralds por ejemplo, pero los momentos que más se alargan o que serían más fáciles de «cortar» son justamente los que más diversión transmiten por parte de quienes los realizaron. En un mar de películas que priorizan una visión de negocios por sobre una producción individual, «Sonic» destaca aún siendo una explotación de una propiedad intelectual de videojuegos japonesa que no planea terminar pronto. Porque afortunadamente todos los inversores de traje del mundo todavía no pueden hacer tan fácil películas sin la necesidad de un montón de tontos dispuestos a divertirse, como bien son el trío de creativos que dirigen y escriben esta franquicia que se gana ser el entretenimiento momentáneo de tus hijes o sobrines.
Puntaje:
Tráiler:
Leandro Porcelli