CINE

El cine ruso, pieza fundamental para el montaje

El montaje audiovisual es la unión de distintos trozos de película para crear un largometraje final. El mismo consiste en elegir, ordenar y asociar una selección de planos para mostrar una idea determinada.

Si bien en Estados Unidos tuvimos a Edwin S. Porter experimentando con los primeros conceptos de montaje, por ejemplo con su film “Asalto y Robo A Un Tren”, donde observamos una edición dinámica, con escenas tomadas en distintos lugares, que permiten recrear una imagen mental en la cabeza del espectador, fueron los cineastas rusos quienes profundizaron en estos aspectos para poder enriquecer al lenguaje cinematográfico tal y como lo conocemos en la actualidad.

Hasta la revolución de 1917, el cine ruso se caracterizó por ser documental y presentar únicamente noticias. Pero con la llegada de Lenin al poder, éste tuvo la necesidad de utilizar a este medio como el alma propagandística de la revolución, para instruir a la sociedad.

En esta línea, el cine ruso revolucionario surgió como una contraposición a su par norteamericano, buscando una mayor construcción de sentido en sus films con un objetivo netamente propagandista.

El primero de los realizadores rusos que marcó un antes y un después en el cine fue Lev Kulechov, quien hizo un experimento donde les mostraba a los espectadores una foto de un actor y luego otra para que la gente decodifique el mensaje, por ejemplo un hombre y una torta (y la audiencia entendía que tenía hambre) o de un hombre y un niño que llora (se concibe que el hombre quiere consolar al niño). Es decir, que las imágenes sucesivas generan un significado particular, confeccionando el concepto básico de montaje, donde se organiza el material. El mismo necesita de un espectador activo para que interprete lo que se le muestra.

Otro de los cineastas que tuvo gran influencia en la profundización del aspecto de montaje fue Vsevolod Pudovkin, quien consideraba que el montaje se debía realizar a priori a partir del guion, el cual no se podía modificar. Incluso sostenía que los planos había que hacerlos pensando en lo que el espectador quería ver. Así es como surgieron películas más continuistas, las más clásicas del cine ruso. El director de “La Madre” (1924) o “El fin de San Petesburgo” (1926) se caracterizó por usar siempre como protagonista de sus cintas a un héroe individual.

Por último, Sergei Eisenstein fue uno de los directores que probablemente más hayan hecho por el lenguaje cinematográfico, elaborando la noción del montaje intelectual o ideológico. Según el teórico, el cine debería hacer saltar al espectador con imágenes que lo lleven a la emoción y luego a la acción (apoyar la revolución). Para que el concepto se pueda formar en la mente de este público activo, se utilizaban imágenes diegéticas (que pertenecen al contexto) y no diegéticas (que no pertenecen) y motivos, es decir, elementos que se repiten en la película y que cambian su significado a lo largo de la narración. A diferencia de Pudovkin, las obras de Eisenstein presentan un héroe colectivo, con la utilización de la reiteración de imágenes de una misma acción para crear un mayor impacto. Entre sus películas más famosas se encuentran “La huelga” (1924), “Acorazado Potemkin” (1925) y “Octubre” (1927).

Es así como el cine ruso se convirtió en una pieza fundamental para crear el medio tal y como lo conocemos en la actualidad, profundizando en el concepto de montaje, uno de los elementos más importantes del lenguaje cinematográfico, que le otorgan al film un sentido y un gran dinamismo.

Ejemplo de uno de los montajes más icónicos: «Acorazado Potemkin» de Sergei Eisenstein:

 

Samantha Schuster

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