«El Marginal 4»: similares historias, nuevos conflictos

En 2016 se estrenó «El Marginal» por la TV Pública, una serie que obtuvo un éxito inesperado y que consiguió que a estos primeros 13 episodios se le sumaran tres temporadas más de ocho cada una. La semana pasada se estrenó la cuarta entrega en Netflix, y ya está confirmada una más para darle fin a esta historia tan atrapante como entretenida.

La misma sigue a Miguel Palacios (Juan Minujín), un ex policía que fue condenado a prisión. Sin embargo, un juez consigue sacarlo de ahí y le promete la libertad, a cambio de meterse en la cárcel de San Onofre, donde sospecha que los hermanos Borges (Claudio Rissi y Nicolás Furtado), dos pesos pesados, secuestraron a su hija a cambio de una gran suma de dinero. Es así como el protagonista se convertirá en Pastor y se embarcará en esta misión suicida. Las segunda y tercera temporada son una precuela de la primera, las cuales nos cuentan cómo los Borges adquirieron su poder en aquel lugar y terminaron enfrentados con los internos del patio. Esto permitió poder conocer muchos de los detalles que se contaron de manera superficial en la primera entrega para profundizar en la personalidad, psicología y manera de accionar de los protagonistas. En la cuarta, se retoman los hechos meses después del final de la historia original, luego del incendio de la cárcel, donde los presos deben ser trasladados a otro penal: Puente Viejo, una prisión de máxima seguridad.

Desde «Okupas», pasando por «El Puntero» y «Un Gallo para Esculapio», entre otras, en Argentina siempre funcionaron muy bien las historias de personajes marginales, que se encuentran fuera de los límites de la sociedad. Ya sea porque no son tramas tan cotidianas, porque le dan voz a los que no la suelen tener o nos pintan un mundo diferente al nuestro con reglas propias y la primacía del más fuerte, pero siempre consiguen atrapar al público masivo. «El Marginal» no es la excepción, y a lo largo de sus tres temporadas nos ofreció una serie impactante, sorpresiva, cambiante pero que a la vez sigue ahondando sobre los mismos temas (la marginalidad, la corrupción policial, el abuso de la autoridad, la violencia, la supervivencia, la adaptación a situaciones adversas, las adicciones, la amistad, entre otras) y con personajes llenos de matices, con los que por momentos podemos empatizar y por otros pueden provocarnos diversas sensaciones.

En esta cuarta temporada, los personajes deben volver a empezar de cero en una nueva prisión, donde las reglas son mucho más estrictas y tendrán que enfrentarse a autoridades más rígidas y a un grupo de reclusos que manejan el penal como si de una secta religiosa se tratara. Como sucedió durante las entregas anteriores, si bien las situaciones que se dan en estos ocho episodios pueden parecer familiares o haber sido retratadas previamente, el hecho de cambiar de contexto y de incorporar nuevos personajes hace que los objetivos y desafíos de cada uno de los protagonistas sean diferentes y se renueven un poco. Es decir, que a pesar de que los Borges tienen que volver a recuperar el poder, organizando un nuevo negocio, la sub 21 siga buscando la manera de vengarse de sus enemigos por la muerte de sus amigos, y Pastor intente encontrar la forma de salir de ahí, tendrán que enfrentarse a obstáculos que los pondrán en jaque para sobrevivir en aquel lugar.

Por otro lado, el trabajo que se realiza con los personajes es cada vez mayor. Más allá del interés que se posa sobre las peleas entre bandas y la delincuencia interna, existe una mayor profundización sobre la vida personal de cada uno de ellos, haciendo que el elenco tenga que mostrar un costado diferente de su papel, a pesar de sentirse cómodos en estos roles que llevan interpretando hace tanto tiempo. Sin entrar en detalle para no realizar ningún spoiler, se cae en un registro más dramático que tiene que ver con que buscan ahondar en la identidad, el sentido de vida y el futuro, en un espacio donde es muy difícil pensar para adelante. 

A los actores que ya conocimos como Juan Minujín (que solo participó de la primera temporada y ahora regresa), Claudio Rissi, Nicolás Furtado, Martina Gusmán, Abel Ayala, Gerardo Romano, entre otros, se incorporan algunas personalidades importantes de la actuación nacional que vienen a renovar el aire carcelario. Luis Luque es el preso con más poder en Puente Viejo, que junto a su familia maneja el lugar y evita cualquier tipo de conflicto. Su personaje significa un potencial aliado y enemigo para los Borges, que buscarán estar a su lado para recuperar su estatus social pero que a la vez siempre es un riesgo depender de alguien más. Rodolfo Ranni es el nuevo director del establecimiento, un hombre de mano dura, incorruptible y perverso que será una de las caras visibles para otorgarle a esta historia mucha más violencia que lo visto anteriormente. Ariel Staltari se pone en la piel de Bardo, el yerno del personaje de Luque, que no está del todo cómodo con sus formas y el trato que recibe, es impulsivo y el ingreso de los Borges será un detonante para cambiar su situación. Todas estas adiciones son beneficiosas para la historia porque estamos frente a antagonistas relevantes, fuertes, que significan un verdadero obstáculo para los protagonistas y permiten cambiar la dinámica grupal que veníamos viendo previamente.

Además de los temas ya mencionados que aborda la serie, en esta oportunidad también se le da lugar a la religión, la fe y la esperanza para atravesar las vicisitudes en la cárcel. No solo se lo hace a partir de la incorporación de la figura de un cura que les permite a los internos desahogarse, sino también como parte de la vida cotidiana de algunos presos.

En cuanto a los aspectos técnicos, debemos destacar la ambientación de esta temporada, en la cual se construyó una cárcel desde sus cimientos pero que de todas formas se siente totalmente realista. Esto permite generarnos una sensación de encierro y opresión. La música de cumbia también sigue presente.

Con una quinta y última temporada confirmada, «El Marginal» sigue siendo una serie nacional para destacar, por su calidad y despliegue visual, pero sobre todo por el trabajo que se le otorga a cada uno de los personajes. Si bien la historia puede ir acabándose poco a poco y hacernos sentir que muchas de las situaciones ya las vimos anteriormente, en esta entrega consigue profundizar mucho más en la identidad de su protagonistas y en lo que están transitando internamente, además de brindarnos un entretenimiento de lujo donde cada capítulo está lleno de giros, persecuciones, violencia desmedida y traición.

Tráiler:

 

Samantha Schuster

 

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