SERIES

«House of the Dragon», una segunda temporada con sabor a transición

Hace dos años se estrenó «House of the Dragon», el primer spin-off de «Game of Thrones», una de las series más exitosas, aclamadas y polémicas de los últimos tiempos. Porque aunque pueda parecer un oxímoron, la producción de HBO (ahora MAX) adquirió amantes y detractores por igual, sobre todo por cómo se terminaron desarrollando los acontecimientos de su última temporada. De todas maneras, el universo estaba lejos de terminar y, como decíamos, se anunciaron una gran cantidad de historias que verán la luz en los próximos años.

La primera de ella fue «House of the Dragon» que, a pesar de nuestro temor previo, logró replicar todo lo bueno que tuvo «Game of Thrones»: intrigas, traiciones, muertes, tensión, violencia y sexo, con un buen desarrollo de personajes, mucho más complejos que en la serie madre y que resultaron ser atractivos desde un primer momento. No estuvo exenta de situaciones repetitivas, lagunas argumentales o poca profundización de algunos secundarios, pero en líneas generales nos entregó un producto satisfactorio.

Mientras que la primera entrega nos presentaba al rey Viserys en sus últimos días tratando de designar a un heredero al trono: si le correspondía a su hija Rhaenyra, que aunque era la verdadera sucesora era mujer en un contexto bastante machista y arcaico; a su hermano Daemon, un hombre impulsivo y tiránico que siempre había deseado ocupar su lugar; o al primer hijo de su segundo matrimonio; en esta segunda temporada vamos a tener a los dos bandos sumamente divididos y al borde de la guerra para tratar de dirimir esta cuestión. Aegon quedó por el momento como rey, tratando de librar una batalla contra Rhaenyra que se encuentra refugiada en Dragonstone, y ella busca hacer todo lo posible para que la reconozcan como la reina real sin que eso signifique matar a miles de inocentes.

Todo estaba dado como para tener una continuación a la altura de su antecesora e incluso lucirse más con épicas batallas. Y no podemos decir que quedamos decepcionados, porque tal vez es una palabra muy fuerte, pero esta segunda entrega nos dejó sabor a poco. Se siente como una de esas segundas partes (que también pasa mucho con las películas del medio que conforman una trilogía) que están entre una buena introducción con una lograda presentación de personajes y las escenas de acción que concluyen la trama. En el medio queda una historia de transición que anticipa todo lo bueno que vamos a ver pero que en esta oportunidad todavía no lo vemos. Estiran lo inevitable para enganchar al espectador para una futura temporada.

Existe un episodio donde todo es sorpresa, tenemos buenas peleas (aunque el CGI por momentos tambalea) entre dragones y se generan cambios significativos para la trama (con pérdidas de muy buenos personajes, de esos que duelen pero que nos trasladan a la esencia de «Game of Thrones» – como quiero a Ned Stark, oh mataron a Ned Stark, cómo es posible -) y otros pequeños buenos momentos distribuidos a lo largo de la temporada, donde sentimos que la historia avanza y los protagonistas se van transformando, pero en general hay muchos momentos de relleno (las alucinaciones de Daemon en Harrenhall que se vuelven bastante pesadas y repetitivas) o meramente políticos de muchas idas y vueltas, donde la acción no es protagonista.

Sí, me dirán «no te acordas de las primeras temporadas de ‘Game of Thrones’, no todo era impacto y muertes dolorosas, había mucha rosca política en el medio, viajes de tres entregas para llegar a un destino». Sí, lo recuerdo, pero eso estaba realizado con justificación y con pericia. Acá, por ejemplo, sacan de escena a uno de los personajes más relevantes en este aspecto, como lo es Otto Hightower, y no se entiende por qué. Era un hombre complejo, dispuesto a hacer lo que sea y a entregar hasta a su propia hija por conseguir poder. Y eso para la trama era muy atractivo para ver (y ojalá podamos volver a hacerlo pronto).

Por otro lado, aunque teníamos mucho «rum, rum», la trama se sentía que avanzaba. En este caso, parece que estamos estancados en el mismo lugar en el que empezamos aunque con posiciones y ventajas/desventajas más claras: sigue viniendo una inminente batalla. No tuvimos un giro de 180° sino de 360°. La falta de dinamismo también se nota mucho más en contraposición con su antecesora, que tal vez su constante cambio de elenco nos daba esa sensación de paso del tiempo.

Los actores y actrices que componen «House of the Dragon» siguen siendo uno de sus puntos más altos de la serie. Tenemos algunas nuevas incorporaciones, cuyas subtramas son interesantes, sobre todo porque al principio no sabemos quiénes son estos secundarios y hasta dónde van a llegar, y sin dudas el destino es sorpresivo y atractivo, como también algunos que ya conocíamos y que sumaron más protagonismo, destacándose principalmente Mysaria, la nueva consejera de Rhaenyra, que a pesar de no venir de la nobleza tiene un buen panorama de cómo funcionan las cosas en la sociedad y la política.

A pesar de estos altibajos con los que nos encontramos a lo largo de la segunda temporada de «House of the Dragon» no caben dudas de que la tercera sí nos traerá todo aquello que anhelamos. Lamentablemente recién en 2026 la podremos ver, como también ya anunciaron la conclusión de esta historia en la cuarta entrega. Algo que no está mal tampoco, porque siempre es mejor un producto que termine a tiempo que una serie estirada por el simple hecho de que genera dinero.

Nos quedamos más con aquellos destellos de lo bueno que nos trajo esta segunda temporada, con algunas escenas épicas (no tanto desde lo visual sino desde la historia), los personajes que crecieron y a dónde nos va a terminar llevando la serie, que con el resto de las secuencias más de relleno o estancamiento. No deja de ser una entrega de transición, que afianza lo bueno que vimos antes, y nos promete, ahora sí, un futuro esperanzador.

Tráiler:

Samantha Schuster

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *